Shultz, en el Este
EL VIAJE del secretario de Estado norteamericano, George Shultz, a Rumanía y Hungría llama la atención porque hace mucho tiempo que la diplomacia de EE UU no toma una iniciativa de ese género hacia Estados miembros del Pacto de Varsovia. En este sentido, el caso de Yugoslavia es sustantivamente distinto, ya que se trata de un país que realiza una política de no alineamiento.A efectos de análisis, conviene situar dicho viaje en el marco de una tendencia, que se manifiesta en los últimos meses, a intensificar los intercambios políticos entre las diversas capitales de los dos bloques. Concebir un proceso de distensión exclusivamente en función de la cumbre de Ginebra y de un deshielo entre Moscú y Washington sería una visión demasiado estrecha. Fue sintomático que, una vez concluida dicha cumbre, tanto Reagan, en Bruselas, como Gorbachov, en Praga, sereuniesen con sus aliados. Tal gesto no se había producido en ocasiones anteriores y refleja, al menos en la forma, cierto reconocimiento del papel de los Estados integrados en la OTAN y en el Pacto de Varsovia.
En Occidente, la voluntad de acentuar la autonomía de una política europea, incluso dentro de la Alianza Atlántica, es obvia. En los países del Este, la relación con la superpotencia es, sin embargo, diferente, y sería exagerado hablar de un fenómeno paralelo; pero sí han aparecido signos, sobre todo en algunos casos, de una voluntad política de afirmar actitudes no idénticas a las de Moscú. Las diplomacias francesa e italiana han sido particularmente activas en abrir canales de diálogo con diferentes países del Pacto de Varsovia. Así, el ministro de Asuntos Exteriores italiano Andreotti acaba de volver de una visita a Praga; entre la República Federal de Alemania y la República Democrática Alemana existe una relación particular, al tratarse de dos Estados alemanes, y sobre el tapete se encuentra el viaje del líder de la RDA Honecker a Bonn, que ya se da por seguro tras varios aplazamientos.
Mientras la URSS ha hecho serios esfuerzos por intensificar sus relaciones con Londres y París, EE UU solamente se había preocupado del diálogo con Moscú. El actual viaje de Shultz a Bucarest y Budapest aparece, en ese orden, como el inicio de una actividad diplomática menos exclusiva. La reacción soviética es negativa, y ello no puede sorprender: Moscú, por el momento, desea reservarse la exclusiva de los gestos aperturistas.
Los comentarios de Tass indican el temor de que se puedan aflojar los lazos dentro del bloque que encabeza la Unión Soviética. Pero no se puede olvidar que precisamente Gorbachov, en sus viajes a Londres y París, ha manifestado una actitud claramente positiva con relación a la unidad europea y en detrimento implícito de los lazos que unen a Europa con EE UU. Reprocharle tal propósito sería absurdo. Más bien es una carta que Europa debe tener en cuenta en sus esfuerzos por lograr un sistema de seguridad donde pueda afirmar su personalidad y sus intereses. Si ahora EE UU muestra un mayor interés por desarrollar sus relaciones directas con los aliados de la URSS, ello entra, complementariamente, en la lógica de un proceso distensivo. Una debilidad intrínseca de la distensión de los años sesenta fue que se hizo con bloques rígidos y un exclusivo acercamiento por la cumbre. El proceso de distensión, iniciado en Ginebra con paso vacilante, debería promover hoy una mayor flexibdización de relaciones también dentro de los dos bloques, con mayor participación de los diversos Estados, y no sólo de las dos superpotencias.
Shultz ha escogido en su viaje los dos únicos Estados del Pacto de Varsovia que tienen, en su comercio con EE UU, la cláusula de nación más favorecida. Pero cada uno presenta características muy distintas: en Rumanía destaca una política exterior diferenciada, con críticas incluso a diversos aspectos de la política de la URS S. Su política interior es, en cambio, una de las más rígidas, y la situación económica, desastrosa. Hungría, discreta y más bien confonnista en política exterior, tiene con Janos Kadar la política interior más reformista del Este. Su reforma económica otorga al mercado un espacio importante, y hoy, con la sucesión de Kadar ya no lejana, se enfrentan los partidarios de continuar la política reformista y un grupo dogmático que desearía volver a los viejos esquemas. El viaje de Shultz se produce cuando es pronto aún para medir qué repercusiones puede tener en los países del Este la llegada al Krenilin del equipo encabezado por Gorbachov. No pueden esperarse de este viaje declaraciones y resultados espectaculares. Si la visita tiene efectos positivos, se apreciarán sobre todo en la afirmación de los rasgos específicos -uno, en el terreno exterior; otro, en el interior- que Bucarest y Budapest presentan dentro del bloque oriental.
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