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Crítica:ÓPERA EN LA SCALA DE MILÁN
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una Aida polémica y espectacular

La inauguración de la Scala de Milán, efectuada la pasada semana con la Aida de Verdi en la versión de Lorin Maazel y Luca Ronconi, supone probablemente el acontecimiento más importante y espectacular del año lírico.

Este año parece que con Aida la opinión es unánime: la Scala se ha sobrepasado a sí misma. Sin embargo, hay bastante que discutir. Dos son las invenciones de esta Aida de Ronconi y Maazel. Ronconi, con decorados de Mauro Pagano, ha buscado la superespectacularidad de la obra con tal ansia que ha dejado pequeño lo que se realiza en sitios como Verona o Caracalla, donde por sus especiales características es Aida obra representativa y puntera. La ha perseguido con tal ansia, que ha llegado a perderse entre las enormes moles de piedras, estatuas y esfinges que ya no sabía cómo mover.

Y es lástima, ya que la idea de representar Aida en medio de la construcción de uno de los monumentos faraónicos ha permitido un cambio sustancial muy atractivo. No hay desfile de soldados en la esperada escena de la marcha triunfal, sino de gigantes bloques pétreos arrastrados por decenas de esclavos. Dentro de un excesivo recargamiento hay errores de interpretación del libreto y momentos realmente desafortunados -la irrisoria llegada de Radamés en carroza cubierta de oro y flanqueada por dos estatuas leoninas carentes de todo gusto-, pero también otras de indudable belleza plástica como la esfinge gigante que acaba por cerrar la misma escena. Podría escribírse también mucho del templo de más de seis metros de altura que sale inesperadamente del suelo en el curso del cuadro segundo del primer acto, por no citar la impresionante tumba final. A pesar de que es discutible, Ronconi y Pagano han hecho todo un espectáculo de esta Aida que no puede aburrir en ningún momento, y con ello -rinden auténtico servicio a la ópera.

Error de director y cantante

Lorin Maazel, que concibe una Aida lírica y ligera de tiempo, se sacó de la manga a Ghena Dimitrova como Amneris, pero por mucho que la búlgara posea la voz más dramática y voluminosa de las soprano de la actualidad, no será nunca una mezzo y en una extensa parte de su partitura se la advirtió incómoda y metálica en la -misión, cuando no inaudible. Tan sólo en su gran escena logró elevar el nivel, pero ello no modifica el error de planteamiento de director y cantante. A Maria Chiara, injustificadamente, no se le había hecho mucho caso hasta la fecha, aunque posee un bello material lírico con suficientes tintes dramáticos y un cuidado estilo. Su acertada participación protagonista en la inauguración de la Scala representa un espaldarazo que le va a abrir muchas puertas desde ahora. Juan Pons sustituyó con dignidad, dentro del excesivo lirismo de su línea vocal, a un Capuccilli indispuesto, y Nocolai Ghiaurov prestó escuela y su bello pero cansado timbre al sumo sacerdote.He dejado para el final al gran triunfador de la velada: Luciano Pavarotti, el tenor modenés, que ha decidido prodigarse este año por Europa. El público le reserva auténtico cariño y le ovacionó quizá con mayor intensidad de la que mereció. El color de la voz es bello y uniforme, los agudos brillantes, el estilo cuidado aunque algo inexpresivo, pero su hierática y sosa presencia escenica casi dan al traste con todo ello. Es un magnífico cantante, pero globalmente, como artista, queda por debajo de algunos de los otros tenores con los que sólo ingenuamente puede rivalizar por el primer puesto.

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