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Liberadas, pero no tanto

Ángeles Espinosa

M. Á. E., "¿Qué te parece la situación de la mujer iraquí?", preguntan con frecuencia los iraquíes a los occidentales que visitan su país, convencidos de que éstos deben estar favorablemente impresionados porque el chador no es obligatorio y no supone ningún escándalo que una chica lleve vaqueros.

Es cierto que ya a primera vista sorprende la vestimenta y los aires a la europea de la mayoría de la población femenina de un país cuya constitución, aunque fundada en el socialismo, declara al islam religión del Estado. Camiseros, trajes de chaqueta y, en menor medida, pantalones, han desplazado, sobre todo en la capital, al abeyya, la tradicional túnica negra que visten las mujeres musulmanas.

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Debajo estas transformaciones puramente formales se esconde, por supuesto, un cambio de mentalidad nada desdeñable. La educación -gratuita en todos sus niveles- está garantizada para todos, y el porcentaje de mujeres entre la población universitaria iraquí ronda el 50%. La incorporación de la mujer al trabajo se ha visto favorecida por la guerra, pues si bien las féminas participan en algunas tareas militares, el grueso de la tropa está compuesto por hombres y los puestos de los que se van al frente no pueden quedar vacantes. La Federación Nacional de Mujeres Iraquíes ha luchado y sigue luchando para que los salarios se paguen en función del trabajo y no del sexo. La mujer iraquí puede, en determinados supuestos, obtener el divorcio a petición propia.

Las chicas con las chicas

Las conquistas no han sido pocas, pero, al igual que sucede en España y en otros países de Occidente, la realidad social va dos pasos más atrás: en institutos y universidades, chicas y chicos parecen mirarse con indecisión, sin atreverse a cruzar una línea invisible e iniciar el diálogo; en la mayoría de las familias sigue estando mal visto el que las chicas salgan a dar una vuelta por su cuenta, y el noviazgo continúa necesitando de la apro bación paterna. Bajo la influencia de la sharia (ley coránica), la legislación iraquí admite la poligamia en los mismos supuestos que aquélla. En la práctica, estos casos son infrecuentes y se limitan normalmente al medio rural. Sin embargo, la infidelidad conyugal del marido se admite con tanta naturalidad como con virulencia se recrimina a las escasas mujeres que tienen la osadía de mantener una aventura extramatrimonial.

Ni la ley, ni unos usos sociales profundamente influidos por la religión, admiten el aborto. Su práctica clandestina tampoco parece, según diversas fuentes, ser significativa. Los anticonceptivos, permitidos legalmente, no están generalizados, en parte por el peso de una cultura que rinde culto a la maternidad, en parte por una política que favorece la natalidad y a la que no es ajeno el hecho bélico. No obstante, el número de hijos por familia ha descendido en los últimos años y cada vez son más los matrimonios jóvenes que limitan su descendencia.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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