El Gobierno socialdemócrata portugués prepara contra reloj una doble prueba electoral
La celebración de dos consultas electorales en el lapso de mes y medio supondrá una prueba difícil para el Gobierno que preside en Portugal el socialdemócrata Aníbal Cavaco Silva, con una experiencia todavía mínima -tras convertirse el PSD en el primer partido del país en las elecciones del 6 de octubre- y que carece de mayoría parlamentaria. Para evitar que los resultados de los comicios municipales del 15 de diciembre y los presidenciales del 26 de enero comprometan la estabilidad del Gobierno, el primer ministro ha decidido centrarse al máximo en la gestión del poder, comprometiéndose lo menos posible en las elecciones.
Según una estrategia previamente definida e impuesta, hasta ahora con éxito, a su propio partido, el primer ministro, Cavaco Silva, dedica todos sus esfuerzos a las tareas gubernamentales. Deja a las estructuras locales del partido el encargo dirigir la batalla municipal y se distancia totalmente de las elecciones presidenciales, a pesar del apoyo oficial del Partido Social Demócrata (PSD) a la candidatura de Diogo Freitas do Amaral, ex presidente del democristiano Centro Democrático Social (CDS), su antiguo aliado.Según Cavaco Silva, el poder local es, por su naturaleza, totalmente diferente del poder central, y alcaldes y ayuntamientos deben ser escogidos y juzgados por sus méritos. El primer ministro considera que la revisión constitucional portuguesa de 1982 devaluó la jefatura del Estado, al concentrar en manos del Gobierno toda la orientación de la vida política nacional.
Esta estrategia del partido gubernamental es abiertamente contraria a la adoptada por los socialistas, que buscan desesperadamente una compensación a su estrepitosa derrota de octubre mediante una recuperación en las municipales y, sobre todo, una victoria de Mario Soares en las presidenciales.
Por el contrario, parece existir una relativa coincidencia entre socialdemócratas y eanistas en relación a los comicios del 15 de diciembre, debido a las moderadas ambiciones ante este compromiso del Partido Renovador Democrático (PRD). Este grupo, que inspira el actual presidente, Antonio Ramalho Eanes, sólo se presenta en poco más de un tercio de los ayuntamientos, con el fin de concentrar sus esfuerzos en las presidenciales. El PRD considera necesaria una victoria del ex dirigente socialista Francisco Salgado Zenha, cuya candidatura avalan, para consolidar los resultados electorales alcanzados en octubre, que convirtieron al PRD en la tercera formación política del país y en árbitro de la vida parlamentaria.
El cambio socialdemócrata
Para vencer en la carrera contra reloj que le plantea el calendario electoral, el Gobierno de Cavaco Silva tendrá que actuar y alcanzar resultados a muy corto plazo, circunstancia que ninguno de sus predecesores tuvo que afrontar en los últimos 10 años. En el plazo de un mes, el nuevo Gobierno ha bajado cuatro puntos los tipos de interés, aumentado un 25% las pensiones de la seguridad social y un 50% el plus familiar, y elevado en un 14%, de media los precios de productos y servicios de gran consumo, como el pan, la leche, la luz, el gas, los correos y teléfonos, los transportes públicos y el 5% los combustibles, con inevitables repercusiones sobre la casi totalidad de los precios.Obviamente, la oposición, de izquierda y de derecha, ha acusado a los socialdemócratas de traición a sus promesas electorales de mejorar las condiciones de vida de la mayoría de la población, pero Aníbal Cavaco Silva y sus ministros afirman, imperturbablemente, que para "poner la casa en orden" hay que empezar por aplicar una "política de verdad", y que esto se trata de alcanzar mediante los aumentos decretados.
Como contrapartida, el Gobierno asegura que los precios se mantendrán estables en 1986, que la inflación bajará al 14%, que el aumento salarial medio será del 17%, y que la reforma fiscal en preparación aumentará el poder adquisitivo de los salarios con la rebaja de los impuestos.
Pero si estas promesas resbalan sobre el escéptico portugués de a pie después de tantas experiencias fallidas, el cambio en la manera de hacer política en Portugal es ya una realidad.
Después de años de guerrilla institucional entre la presidencia de la República, el Gobierno y el Parlamento, el nuevo estilo de relaciones entre estos órganos de poder parece auténticamente idílico. El primer ministro y el jefe del Estado se informan mutuamente; Cavaco Silva transmite al presidente y a los partidos de la oposición los resultados de su participación en la cumbre europea de Luxemburgo, y el Gobierno se somete a una sesión de interpelación en el Parlamento, menos de un mes después de la aprobación de su programa.
En el terreno social y laboral, al tiempo que restablece el diálogo con la central comunista, la Confederación General de Trabajadores (CGT), cortado durante el Gobierno presidido por el socialista Mario Soares, el Gabinete socialdemócrata avanza una iniciativa para resolver el problema de los salarios impagados situada a medio camino entre las pretensiones de los sindicatos y la imposición de la patronal y propone al PRD la negociación de un acuerdo parlamentario para la revisión de la legislación laboral, que simultáneamente liberalizaría los despidos, pero pondría fin "al uso abusivo" del contrato temporal.
Para los adversarios del PSD y, sobre todo, para los socialistas, -que hace tres meses acusaban a los socialdemócratas de ser, por su inestabilidad permanente, los que imposibilitaban cualquier acción gubernamental para resolver los grandes problemas nacionales- se trata de impedir, a todo precio, que la experiencia Cavaco cuaje el tiempo suficiente para dar resultados. De ahí la maniobra de acoso lanzada por los socialistas aprovechando los comicios.
Con vistas a las elecciones municipales, al igual que en el campo sindical, los socialistas hacen una campaña orientada hacia la izquierda, para tratar de recuperar el electorado que huyó hacia el PRD en octubre. Sin embargo, en su campaña presidencial, Mario Soares procura captar el voto de derecha, recuperando el papel que desempeñó en 1975 de frontera contra el comunismo y presentándose como "candidato demócrata mejor colocado que Freitas do Amaral para impedir la elección del candidato de los comunistas, Francisco Salgado Zenha".
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