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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los muertos de Malta

LA NOTICIA del trágico desenlace en Malta del secuestro del avión de las líneas aéreas egipcias, con 60 muertos, ha sobrecogido a la opinión mundial. En pocas ocasiones, una operación terrorista contra un avión ha causado una matanza tan espantosa. Como siempre que ocurren crímenes de este carácter, se impone la pregunta: ¿para qué?, ¿qué objetivo puede impulsar a esa matanza indiscriminada de personas inocentes? Es cierto que los conflictos de Oriente Próximo, con enfrentamientos sangrientos que se prolongan desde hace muchos años y con la proliferación de sectores extremistas que se abastecen de armas con bastante facilidad, pueden crear un terreno abonado para el surgimiento de grupos exasperados. Pero precisamente, ante crímenes tan inútiles para alcanzar cualquier objetivo, uno se resiste a aceptar que existan raíces políticas o ideológicas. Estamos ante una criminalidad gratuita, radicalmente inhumana. Los secuestradores del avión egipcio, además, a diferencia de otros casos, no han hecho prácticamente ninguna propaganda de sus ideales y han actuado con una frialdad asimilable a la de los profesionales del asesinato. En la nota que acaba de hacer pública, el Gobierno egipcio apunta hacia una responsabilidad de servicios secretos interesados en perjudicar a Egipto. Es una tesis plausible, si bien hasta ahora no aparecen datos ni pruebas concretos.Es evidente que los secuestradores son los verdaderos culpables de todas las muertes que han tenido lugar. Dicho esto, todo indica que en el desenlace se han producido gravísimos errores y lo ocurrido en Malta ha sido terriblemente desgraciado. Y no es fácil compartir los tonos triunfantes de la nota oficial egipcia al exaltar la operación victoriosa llevada a cabo para liberar a los rehenes. Varias experiencias demuestran que, cuando un secuestro de ese género se lleva a cabo, un grupo reducido de criminales dispuestos a matar y a morir obtiene de inmediato una superioridad táctica extraordinaria. A partir de ese punto, resulta casi imposible lograr soluciones satisfactorias. Por eso hace falta insistir en que lo decisivo es que se adopten medidas preventivas y eficaces, sin que importen los retrasos y molestias que se causen a los viajeros. Y es imprescindible además, con toda urgencia, acuerdos internacionales que permitan aplicar plena y eficazmente esas medidas.

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