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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Nueva etapa en el Ulster

CON EL acuerdo que han firmado los jefes de Gobierno del Reino Unido y Eire, la cuestión del Ulster va a entrar en una etapa nueva; no es exagerado calificar dicho acuerdo de "histórico", ya que nunca Westminster había aceptado que el Gobierno de Dublín asumiese responsabilidad alguna en los seis condados del Ulster, con mayoría protestante, que fueron incorporados al Reino Unido en 1921, precisamente en el momento en que la corona británica tuvo que aceptar y reconocer la independencia de Irlanda. El actual acuerdo crea un organismo quizá sin precedente, una conferencia intergubernamental, presidida por ministros de los dos Gabinetes, con un secretariado permanente que funcionará en Belfast. No se altera el principio de la soberanía británica sobre el Ulster, pero se crearán incluso nuevos órganos de coordinación en materia de orden público y de justicia; de hecho, Gran Bretaña concede a Irlanda cierta posibilidad de proteger, in situ, a la minoría católica. Las concesiones de Dublín son sustanciales; aceptar ese papel consultivo implica aceptar la soberanía británica en el Ulster, lo que contradice obviamente el principio constitucional de la unidad de Irlanda. Esta solución recuerda una de las tres fórmulas que fueron propuestas por el Nuevo Foro Irlandés, y que la primera ministra británica Margaret Thatcher rechazó de modo rotundo hace un año. Hoy su popularidad está en baja, incluso en el seno de su partido. Con la firma del acuerdo sobre Irlanda, aunque tenga que enfrentarse con una minoría intransigente, obtendrá un gran éxito ante la opinión y ante el Parlamento, ya que será sin duda aprobado incluso por la oposición laborista. Sin embargo, la decisión de aceptar ahora soluciones rechazadas anteriormente se debe sobre todo a la evolución en el Ulster mismo. Hay un cansancio general después de tantos años de violencia y terrorismo; pero el Sinn Fein, rama política del nacionalismo violento, ligado al IRA, ha cosechado éxitos electorales importantes en los últimos tiempos. La ausencia de toda perspectiva política está causando una fuerte erosión del Partido Socialdemócrata y Laborista, representante del nacionalismo moderado entre la población católica. Tal evolución podía ser sumamente peligrosa, acentuando el corte de las dos poblaciones.El efecto real del acuerdo solamente se podrá juzgar a la luz de una experiencia práctica. Lo que está en juego no son exclusivamente los cambios que supone en definiciones legales o constitucionales. Hace falta recordar que la minoría católica en el Ulster, aproximadamente el 40% de la población, está sometida a una tremenda discriminación en todos los órdenes de la vida; si el porcentaje medio de paro es del 25%, entre los católicos alcanza el 40%. Ahora se trata de ver hasta qué punto la presencia de delegados irlandeses en las comisiones mixtas logra disminuir y superar las discriminaciones que sufren los ciudadanos católicos, y modificar así el clima político.

Contra el acuerdo se ha pronunciado en Dublín, desde una posición nacionalista, el partido de la oposición, Fianna Fail, y en Belfast, los partidos protestantes, que acusan de "traición" a la señora Thatcher. En 1974, los protestantes lograron hacer fracasar, con una huelga general, el acuerdo de Sunningdale, un paso conciliador que tendía a establecer una participación católica en el Gobierno autónomo del Ulster. Ahora anuncian que están dispuestos a llevar a cabo una oposición radical. Es indudable que se manifestará asimismo una respuesta negativa del nacionalismo irlandés extremista, que sólo acepta la expulsión de los británicos. Sin embargo, las condiciones no son idénticas. Tanto en Dublín como en Londres se calcula que el cansancio provocado por la violencia y los apremios de una situación económica angustiosa pueden reducir la seducción de apelaciones ideológicas y aumentar las posibilidades de una actitud positiva ante la experiencia.

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