Sexo y gimnasia
La moda de la belleza sana, morena y musculosa, alímentada con leche y dietas macrobióticas, abstemia y partidaria de la gimnasia matutina y el aerobic a cualquier hora, necesitaba su película. Con Perfect ya la tiene, aunque, por el mismo precio, James Bridges, además de mostrarnos las proezas de estos forzados de la salud, nos cuenta también una historia de amor, una pequeña reflexión sobre la ética profesional y sus temores de que Estados Unidos se convierta en un país en el que todos los ciudadanos pueden ser encarcelados a conveniencia del poder.El protagonista de Perfect, el hilo conductor, es John Travolta en el papel de periodista de Rplling Stone. Tiene entre manos tres grandes reportajes: el proceso contra un millonario llamado McKenzie acusado de narcotráfico, una entrevista con un ilustre escritor estadounidense que vive en Marruecos, y un retrato sobre el fenómeno de la proliferación de clubes de aerobic. Travolta no sabe de qué hilo tirar primero, y será el azar quien decida en forma de entrevista escandalosa con McKenzie. Éste se transforma de acusado en acusador y explica una bonita Caventura de contrabando de tecnología punta con destino a los países del Este, aventura cuya significación moral, empresarial e ideológica es mucho más americana que una cadena de hamburgueserías.
Perfect
Director: James Bridges. Intérpretes: John Travolta, Jamie Lee Curtis, Anne de Salvo, Marilú Henner, Laraine Newman, Jann Wenner, Mathew Reed. Guión: Aaron Latham y J. Bridges. Fotografía: Gordon Willis. Música: Ralph Burns. Estadounidense, 1985. Estreno en Madrid en cines Campeador, Luna 1, Aluche e Infante.
Pero McKenzie es un ricachón canoso y de ojos tristes, mientras Jamie Lee Curtis es joven, atlética y poseedora de una sonrisa esquinada cautivadora. Que para seducirla haya que inscribirse en un curso de gimnasia y soportar todo tipo de variantes idiotas sobre lo de mens sana in corpore sano no le importa demasiado a Travolta, que incorpora a Emerson a la nómina de filósofos partidarios del levantamiento de pesas y ve el espíritu de la nueva América de Reagan en cada flexión lumbar.
Así, mientras celebra las agujetas que le han convertido en poliomielítico voluntario, Travolta medita sobre el profundo deseo de indívidualidad que hay detrás de todo fanático del músculo.
La desorientación de Travolta atrapado entre los muslos de su amiga, el contrabando de computadoras y el delirio creativo de quien busca primitivismo en una sala de fiestas de Casablanca contagia a la película. Durante un buen rato, el espectador lamenta que el director de Rolling Stone no le exija a su reportero atención a los temas importantes y abandone la relación de frases picantes de mujeres insatisfechas en busca del auténtico macho.
Babelia
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