Los guatemaltecos acudirán a las urnas con dudas sobre el alcance de la democratización
En vísperas de las elecciones generales del domingo en Guatemala persiste la duda de si servirán solamente para lavar la cara al régimen y mantener bajo cuerda el poder de los militares o abrirán el camino para una auténtica democratización, con un retorno del Ejército a los cuarteles. El candidato presidencial democristiano, Vinicio Cerezo, no oculta sus dudas al respecto.
En una conferencia de prensa celebrada en un local de su partido, Democracia Cristiana Guatemalteca (DCQ), Cerezo se refirió a la segunda vuelta de la elección presidencial con esta frase: "Si es que la hay". A la pregunta de por qué no iba a haber una segunda vuelta -porque un candidato obtuviese el domingo la mayoría absoluta o porque se produjese un golpe militar-, Cerezo dijo que no excluía ninguna de las dos posibilidades.El régimen militar ha fracasado en Guatemala, donde la crisis económica ha llevado a la depauperación de más de dos tercios de la población. Según datos oficiales, un 39,9% de los guatemaltecos no alcanza la dieta alimenticia que se considera mínima y un 35,7% no satisface sus necesidades básicas. Sólo un 24,4% de la población entra en la categoría de no pobres.
El paro se multiplicó por cinco en cuatro años. La inflación alcanzó un 33% en los últimos 12 meses. La moneda nacional, el quetzal, mantiene una paridad ficticia con el dólar, mientras que en la calle los especuladores ofrecen 3,5 quetzales por cada dólar. A principios de mes, el país se quedó casi sin gasolina por no poder pagar la cuenta por falta de divisas. El Gobierno de Estados Unidos tuvo que avalar un crédito de 25 millones de dólares (más de 4.000 millones de pesetas) con bancos privados norteamericanos, lo que permitió la compra de medio millón de barriles, que aseguran el abastecimiento por un mes y medio.
Ante el fracaso de la política económica de los militares, el proyecto democrático, que parece concebido fundamentalmente por el inteligente ministro de Asuntos Exteriores, Fernando Andrade, trata de dar a Guatemala un Gobierno civil, presentable internacionalmente y capaz de recibir los créditos y la ayuda económica necesaria del exterior.
Esto no resultaba factible con los militares en el poder, sobre los que cae la responsabilidad de que haya habido 120.000 huérfanos en los últimos años. A esta cifra ascendía el número de niños que perdieron a alguno de sus padres -dos de cada 10 perdieron padre y madre-, hasta el pasado mes de marzo, como consecuencia de la violencia política en el país, donde los escuadrones de la muerte implantaron un régimen que se llegó a comparar con el vigente en Uganda durante el mandato de Idi Amin.
30 años de historia
Barrer de un plumazo más de 30 años de historia parece difícil en Guatemala en plena crisis económica, con un Ejército acostumbrado al uso y abuso del poder y con una guerrilla que cuenta todavía con unos 3.000 hombres armados que rechazan el camino de las urnas. De las próximas elecciones "no puede surgir, quienquiera que sea el presidente o cualquiera que sea la composición del Congreso, nada más que un Gobierno represivo, antipopular, antidemocrático, fantoche y entreguista", según una reciente declaración de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG), siglas que dan techo a cuatro organizaciones guerrilleras más o menos activas.La violencia sigue palpable en Guatemala, donde en pleno centro de la capital, al mediodía, se pudo ver el pasado lunes cómo la gente estuvo a punto de linchar a un hombre que intentó robar una cadena a una chica. En medio de un grupo de personas con aire indiferente, el fallido ladrón, un pobre hombre de aspecto famélico, sangraba por la cabeza y por la boca, arrodillado en el suelo, en espera de la llegada de la policía.
En la madrugada del miércoles, una granada estalló en un edificio de apartamentos de la capital. La bomba iba destinada al dormitorio del secretario general de la democracia cristiana, Alfonso Cabrera, candidato a diputado, que sufrió así su tercer atentado. El político democristiano cree que la providencia le tiene destinado para cumplir una misión especial, y declaró a la Prensa: "Dios no va a permitir que me asesinen".
Esta violencia no se considera excesiva, y los políticos coinciden en que el proceso electoral ha sido tranquilo y sin incidentes graves, aunque estos términos son relativos, y sólo si se aplican como rasero de lo que es normal en Guatemala. Hasta ahora, los contendientes no se quejan de manipulaciones, y sólo hay veladas acusaciones sobre la procedencia de los fondos para la campaña de los diferentes Partidos y sobre todo de los ocho candidatos a presidente.
La primera vuelta, que se celebra el domingo, dificilmente servirá para proclamar un presidente, que necesitaría alcanzar la mayoría absoluta de los votos. Con ocho candidatos, esto se considera imposible, y para proclamarse presidente tendrán que concurrir de nuevo a las urnas los dos mejor colocados. La segunda vuelta será el 8 de diciembre.
De los ocho aspirantes a la Presidencia, seis pueden considerarse de derecha, incluido el de Unión del Centro Nacional (UCN), que imita hasta un logotipo de la difunta Unión de Centro Democrático española. La DCG se puede situar en el centro del espectro político. También compite, con carácter casi testimonial, por su falta de Posibilidades, el Partido Socialista Democrático (PSD). Entre los detalles pintorescos de la campaña aparece el Partido de Unificación Anticomunista, formado por escindidos del fascistoide Movímiento de Liberación Nacional.
Uno de los incidentes más comentados de la campaña electoral fueron las acusaciones de homosexualidad a algunos políticos. Un diputado dijo que, "con motivo de la muerte de Rod Hudson, los de la UCN (centro) están de luto". Esto provocó la destemplada respuesta del candidato a vicepresidente de la UCN y vicepresidente de la Asamblea Constituyente, Ramiro de León Carpio, que se declaró públicamente dispuesto a demostrar su condición de macho con las esposas e hijas de los que lanzaron las acusaciones.
Al margen de incidentes más o menos pintorescos, sobre las elecciones se abre la interrogante seria de hasta qué punto van a traer una democratización al país. Resulta chocante que, a siete días de unas elecciones libres, la aduana del aeropuerto trate de requisar un libro del enviado especial de este periódico por ser considerado como literatura subversiva. En el interrogatorio subsiguiente, tras aclararse la condición de periodista del portador del libro, fue devuelto con toda clase de disculpas y frases, como: "Usted me comprende que aquí han pasado muchas cosas". Las elecciones pueden abrir un camino hacia la democratización, pero, de momento, la democracia está lejos.
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