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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Las buenas intenciones del Ballet Español de Madrid

El Ballet Español de Madrid ofreció el pasado día 15 un sorprendente programa en el teatro de la Zarzuela. Sorprendente en el sentido de que las cinco obras presentadas recorren un abanico de las más distintas facetas de la danza, desde el flamenco a la casi experimentación vanguardista, pasando por la clásica escuela bolera española, el folclor y la representación enormemente verista -casi mimada- de un popular poema lorquiano para el que ni siquiera se prescindió del recitado por una voz en off.Es difícil que un grupo de baile pueda afrontar tan variada gama de géneros con la misma solvencia. No hay una línea definitoria que marque de alguna manera las señas de identidad de una personalidad propia, o siquiera de unos intereses predominantes. La versatilidad se traduce aquí en superficialidad, en pasar por encima de un género a otro, sin profundizar decididamente en ninguno.

Esta indiferenciación, esta hibridez, llama la atención no sólo en la heterogeneidad de las obras programadas, sino incluso dentro de algunas de ellas. Tres de las cinco que se nos ofrecen -Prólogo, El jaleo, Desenlace- vienen a ser cajones de sastre en que entra un poco de todo, bonito, bien hecho, pero nada con fuerza y garra para dejarnos la huella indeleble que obligue al recuerdo.

El flamenco en general, presente en estas tres obras, funciona en un nivel epidérmico, sin alcanzar la temperatura inherente al género. Es un flamenco hecho por bailarines y se nota. Ni siquiera los cantaores, con Salmerón y un José Mercé que no está a la altura de sus méritos habituales, pueden dar nervio a creaciones que nacen desmayadas.

Los otros dos títulos del programa son sobre temas lorquianos. Homenaje a Federico, con una partitura nada convencional de George Crub, es un intento de danza modernista con una evidente preocupación por la composición plástica. La casada infiel viene a ser una ilustración mimada del poema.

Todos los que intervienen ponen cuanto saben, y sobre todo entusíasmo y buenas intenciones, para sacar adelante el empeño. Goyo Montero, responsable de las coreografías, no demuestra ser muy imaginativo. De Diego dirige e interpreta la música con sensibilidad, dando relieve a la guitarra.

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