Vivir bajo la amenaza de las aguas
La construcción de un pantano anegará varios municipios de Lérida
El anuncio hecho en Mollerusa (Lérida) por el ministro de Obras Públicas y Urbanismo, Javier Sáenz de Cosculluela, de que la construcción del pantano de Rialb, en esta provincia, es una decisión "firme, definitiva y urgente para el Gobierno", no ha tenido apenas repercusión en Tiurana, la población más importante de las que desaparecerán bajo el agua. Acostumbrados a "la misma canción desde hace más de 15 años", los dos centenares de habitantes de esa pequeña población agrícola se han limitado a reafirmar su oposición a la obra.
Y para demostrar el poco crédito que les merece el nuevo anuncio ya han contrato a El Papillón, su orquesta favorita, para que amenice la fiesta mayor, en septiembre de 1986. A mediodía, las calles de Tiurana permanecen vacías.El ladrido de un perro procedente del interior de alguna de las viejas casas de la calle Mayor y los geranios que florecen en todos los balcones son los únicos signos de vida que advierte el visitante, la única muestra de que la población no ha sido todavía desalojada.
A la una de la tarde, el toque de oración que propagan hacia la huerta las viejas campanas de la iglesia parroquial marca el regreso a casa. A esa hora, el alborozado griterío de los muchachos que abandonan la escuela contrasta con el andar cansino de los mayores. Están cansados. "Quince años sobreviviendo a la amenaza del pantano, luchando por estas tierras, es demasiado", asegura uno de los hombres.
La amenaza del pantano "nos impide vender nuestras tierras o comprar otras nuevas, o hacer obras importantes en las casas", explica otro de los habitantes del pueblo. Y añade: "Si no hubiera sucedido todo esto, quizás mi hijo se hubiera quedado a trabajar en casa y no habría tenido necesidad de buscar trabajo en los pueblos vecinos".
Pese a esto, las gentes de Tiurana no desean dejar sus hogares y conservan la esperanza de que el desalojo no se producirá: "Lo han dicho tantas veces que no vemos por qué ahora tiene que ser verdad".
La catalogación del proyecto como inminente durante tantos años "ha dificultado la obtención de, subvenciones de las organismos provinciales y estatales, y Telefónica no ha querido instalarnos los 50 teléfonos que teníamos solicitados", explica, a modo de ejemplo, el alcalde Josep Soldevila.
Oposición firme
En el aspecto formal, la oposición de las gentes de Tiurana a la construcción del pantano de Rialb, que inundará sus casas, sigue, intacta, tan fuerte como el primer día, aunque los motivos de esta postura difieren, según los casos. "Aquí está nuestra casa y nuestro medio de vida", se lamenta, haciendo un esfuerzo para no llorar, Lourdes, la esposa del panadero que, a su lado, aprueba las palabras de la mujer. "Yo hacía de panadero en Barcelona y vine aquí porque los médicos me dijeron que tenía que cambiar de vida. Ahora trabajo de día y desde que llegué no he vuelto a visitar a ningún médico; no me ha hecho falta".
Motivos sentimentales
Los motivos que tiene el matrimonio para negarse a dejar el pueblo no son de tipo económico. "¿Dónde iremos?, ¿qué haremos?", se interroga Lourdes. Es la incertidumbre del futuro, el no saber que puede pasar en otro lugar -que, por otra parte, desconocen cuál puede ser-, lo que les aterra, lo que impulsa sus lamentos.
Otros añaden a su sentimentalismo el interés económico. "Si quieren que nos vayamos, primero tienen que pagarnos", asegura una mujer que empuja una vieja carretilla que las -dotes artesanales del marido han tranformado en un excelente y curioso portacubos. "Y lo que vale no podrán pagarlo jamás", tercia desde un portal otra mujer.
María, que a sus 89 años posee una envidiable energía, y que "sí no fuera por el pantano viviría hasta, los 150", aclara: "Es que tienen que pagarnos el valor material y el valor moral de nuestras propiedades".
"Yo soy consciente de que no sirve de nada que yo esté en contra del pantano; al menos mientras estemos en una dictadura, En realidad son los mismos perros con distintos collares; al menos aquí arriba lo han demostrado. Ya lo dice el refrán: El pobre, con razón o sin razón, a la prisión", suelta en un vertiginoso monólogo que interrumpe sólo para menejar con destreza el matamoscas, Pere, propietario del hostal Vell.
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