El desagravio de El Escorial
Estamos llegando a unos niveles de entontecimiento público realmente alarmantes y preocupantes. O, si me equivoco, explíquenme los motivos del acto de desagravio que ha tenido lugar en El Escorial este 9 de octubre, cerca de donde se le aparece a una señora la Virgen, en presencia de los reyes de Holanda y España, acompañados de otras autoridades y personas importantes. El desagravio era por el daño que unos españoles del siglo XVI les habían hecho a los rebeldes holandeses que luchaban por su indsependencia de la Corona de España. Y para que quedara completo, se invitó a la duquesa de Alba, tal vez para que sonriera oyendo insultar a uno de sus antepasados.Hay en este país mucha gente a la que le apetece tanto que las cosas del pasado hubiesen sido de otra manera, tan ligados se sienten al pasado, que no desaprovechan ocasión para dogmatizar sobre cómo debería haber sido. Unos se lamentan de que hubiera romanización; otros, por la implantación del cristianismo; otros, por la expulsión de los moros; otros, por la derrota de Villalar; otros, por las de sus fueros, y a una sindicalista le he oído lamentarse porque en España hubiese mandado la derecha desde la prehistoria.
El señor Areilza parece una de esas personas. Para él, Felipe II era casi un obcecado animal, puesto que no comprendía que la política acertada en Flandes habría sido concederles la independencia. Y no se le ocurre que ni Felipe II, ni
ningún otro monarca de entonces, ni nadie de sus clases dirigentes, habrían renunciado sin combatir por lo que, desde su idea de la legitimidad, eran sus territorios, los territorios de la Corona. ¿Que es una desgracia? Pues puede que sí. ¿Que convendría inventar instituciones y costumbres sociales que admitieran semejantes desgarramientos? Sin duda alguna. Pero no carguemos en la cuenta de los monarcas del antiguo régimen el no haberlo conseguido. Nosotros, tampoco.
Felicitemos a los holandeses de los siglos XVI y XVII por haber ganado la pelea y por haber implantado instituciones políticas que hacían la vida menos incómoda; lamentémonos también porque a sus contemporáneos españoles les tocaran otras más coercitivas; mas no entenderemos nada, y hablaremos por hablar, si nos ponemos a dar consejos a don Felipe II, señor que daba sopas con hondas a más de uno, incluido el señor Areilza.
Porque es ridículo el solo hecho de imaginar al señor Areilza hablándole así a Felipe II por los fríos pasillos de El Escorial: "Mira, Felipe, no te empecines. Te estás equivocando en Flandes. Tus consejeros te confunden. El duque de Alba es un carnicero. Si por él fuera, invadía hasta Inglaterra. Tienes que hacer todo lo contrario. Tienes que reconocer públicamente que te has equivocado. Reunir a los representantes de los holandeses y concederles la independencia. Incluso yo añadiría que me alegraba de ello y que fueran buenos chicos'.
¿En qué zozobra no caería el fantasma de don Felipe? ¿No disolvería la escasa materia de su fantasmeidad el choque de lo que oía al señor Areilza con las ideas sobre la soberanía que había aprendido de su entorno, válidas no sólo para las siete provincias unidas, sino para todos los territorios de la Monarquía? Acaso su prudencia le dictara esta respuesta: "Pero yo era un monarca del antiguo régimen. Usted me dice eso porque confunde mi Monarquía con lo que usted llama ahora España". Y es que aquellas gentes de entonces igual eran más sensatas que las de ahora.-
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.