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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Escalada terrorista

NOS ENCONTRAMOs de nuevo, con el secuestro del trasatlántico Achille Lauro, con un acto terrorista que despierta el horror y la indignación de todo el mundo, más allá de ideologías o preferencias políticas. Utilizar como rehenes a ciudadanos comunes para, mediante la amenaza de su muerte, presionar a un determinado Gobierno, atenta, no ya contra cualquier principio de derecho, sino que simplemente destruye cualquier consideración de un orden civilizado. No cabe entrar, pues, en atenciones sobre los concretos objetivos perseguidos por estos secuestradores, que extienden a la mar lo que ya ha sido una tragedia demasiado repetida en el aire. Quien utiliza tales procedimientos para lograr sus objetivos se descalifica de raíz, y de nada sirve invocar una meta generosa como la de obtener la puesta en libertad de unos prisioneros.El secuestro del navío italiano se inscribe dentro de la violenta escalada terrorista a la que estamos asistiendo en las últimas semanas. Primero fue el asesinato de tres ciudadanos israelís en Larnaca y, tras este acto criminal, el bombardeo de Israel sobre el territorio tunecino, que provocó más de 70 muertos. Tras ello, la reacción palestina era esperable y no ha tardado en llegar. El ataque israelí fue, de hecho, un acicate extraordinario para poner en tensión, dentro del movimiento palestino, y más en general en el mundo árabe, los fanatismos, las reacciones más virulentas. En ese clima se ha producido el presunto ataque de locura del soldado egipcio que disparó, causando la muerte, a siete turistas israelíes el pasado sábado. Y también en la exasperación de la venganza se encuadra la siniestra aventura del grupo terrorista responsable del secuestro del Achille Lauro.

No es apropiado ver, por tanto, en este nuevo atentado una simple acción de demencia. El intercambio de violencia y muerte tiene un trasfondo político, cuyos precedentes es necesario recordar. A partir del acuerdo de Aman entre el rey Hussein y Yasir Arafat, en febrero del presente año, se había avanzado en la vía de una negociación que abría perspectivas para Oriente Próximo y, concretamente, para solucionar el problema palestino, con garantías para Israel, en el marco de las resoluciones de las Naciones Unidas. Las dificultades para una primera negociación entre EE UU y una delegación jordano-palestina giraban en tomo a la composición de esta delegación. Pero el día precisamente en que estaba el rey Hussein en Washington para convencer a EE UU de la necesidad de dar un apoyo más resuelto a ese plan de paz, y cuando ya Mubarak había hecho una gestión semejante, se produce el bombardeo israelí sobre Túnez. Es necesario, por ello, llegar a la conclusión de que detrás de esta batalla terrorista existe el deliberado propósito de impedir que sigan adelante los planes de Paz. Israel nunca ha disimulado su radical oposición al proyecto elaborado entre el rey Hussein y Arafat. En cuanto al lado palestino, la existencia de dos actitudes opuestas ante las negociaciones de paz se ha materializado claramente: Arafat se enfrenta con sectores palestinos extremistas, ayudados por Libia y Siria, que le tildan de traidor precisamente porque propugna una política negociadora, si bien manteniendo el derecho a la resistencia en los territorios árabes ocupados por los israelíes. La pugna es tan dura que esos grupos palestinos extremistas han intentado destruir a la OLP y eliminar la jefatura de Arafat. Y son esos grupos los que, para sabotear las perspectivas de paz, recurren a acciones como la del secuestro del Achille Lauro.

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