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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La derrota de los socialistas portugueses

LA DERROTA del Partido Socialista (PS) en las elecciones parlamentarias celebradas el domingo pasado en Portugal alcanza unas proporciones considerables. Comparando con 1983, ha pasado de un 36% de los electores a un 20%. El número de sus diputados desciende de 101 a 55. La caída es tan espectacular y de una magnitud tan desacostumbrada en las elecciones de otros países europeos, que resulta imprescindible reflexionar sobre las causas que la han producido.En primer lugar, parece indudable que la razón de fondo de los resultados electorales es la política económica del Gobierno Soares, caracterizada por una austeridad draconiana. Con esa política, Portugal ha logrado reducir sustancialmente su deuda exterior al precio de un relativo empobrecimiento interno. La coyuntura económica portuguesa, que se patentiza en casi un millón de parados y una subida persistente de los precios, ha provocado un descenso acusado del nivel de vida, que golpea en particular a los sectores más humildes, con zonas crecientes de auténtica miseria. Si bien el PS no ha sido el único responsable de la política económica, muchos electores han expresado rotundamente su protesta retirando su voto al partido que ha encabezado el Gobierno.

Mario Soares parecía interpretar la escasez de huelgas en los dos últimos años como una señal de que los trabajadores, conscientes de que las medidas de austeridad eran indispensables, aceptaban mansamente los sacrificios. Era, como acaba de comprobarse, la interpretación idílica de alguien que había perdido el contacto con la sensibilidad de la calle. En realidad, sólo el miedo a caer en el paro había mantenido sujeta la acción obrera. Más aún: el descontento popular, aunque sin manifestación abierta, crecía estimulado por los fenómenos de clientelismo y corrupción en los entornos del poder.

Complementariamente, desde hacía mucho tiempo, Mario Soares prestaba escasa atención a su partido como organización popular. Siguiendo usos que mal convienen a un dirigente que se proclama socialista, había elegido una forma de gobierno, soberbio y hermético, que dañó irreversiblemente su imagen. De hecho, el PS ha ido perdiendo sus señas de identidad mientras asumía políticas llamadas pragmáticas o "realistas", muy poco compatibles tanto con los valores de la revolución de 1974 como con los de la tradición del socialismo. Los hechos demuestran ahora que el camino escogido no aseguró la ampliación de la base electoral en la que pretendía apoyarse.

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En otro terreno, el PS y su líder, Mario Soares, han pecado además por exceso. Han intentado, en una operación de arrogancia política, ganar a la vez dos elecciones: las recientes parlamentarias y las presidenciales, previstas para dentro de escasos meses. Reservándose para la candidatura a la presidencia, Soares había abandonado la jefatura del partido, y éste presentaba como jefe de Gobierno a la figura casi desconocida y gris de Almeida Santos. El fracaso en los comicios del 6 de octubre ha de repercutir seriamente sobre la opción posterior de Mario Soares en la elección a la presidencia.

Contemplado el panorama actual, tras el escrutinio, es fácil concluir que el Partido Socialista ha errado en muchos de sus cálculos, incluida la valoración del capital electoral que le proporcionaría el ingreso de Portugal en la CEE. El pueblo portugués no está desinteresado de dicho ingreso, pero éste es la conclusión de un proceso largo y sus efectos favorables no son todavía visibles.

De la seria derrota de los socialistas y el pequeño retroceso comunista no se debe, sin embargo, concluir que las elecciones portuguesas suponen el triunfo de la derecha. El partido situado más a la derecha, el Centro Democrático Social (CDS), ha sido otro gran derrotado. Ha perdido nada menos que un tercio de sus escaños como consecuencia del fuerte desplazamiento hacia el Partido Socialdemócrata (PSD), triunfador con el 30% de los votos. Es cierto que su líder, Cavaco Silva, jefe del futuro Gobierno, ha propugnado soluciones económicas liberales; pero no puede olvidarse que se trata de un partido formado por una variedad de corrientes y que ha gobernado con los socialistas desde 1983.

Finalmente, el rasgo más singular de las elecciones portuguesas es que la gran masa de los votos que abandonaron al PS ha provocado el sorprendente éxito del Partido Reformista Democrático (PRD). El descontento generado por la política socialista se ha canalizado pues, no hacia los comunistas, sino hacia el nuevo partido inspirado por el presidente Eanes. Partido con rasgos populistas que promete renovar una democracia paralizada por el juego partidista, y que propugna un tipo de reformas inscritas tradicionalmente en el arsenal ideológico del socialismo.

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