Canarias teme los efectos de la ruptura con el Polisario
Los isleños, vinculados tradicionalmente al Sáhara, quieren un replanteamiento de la política africana
La reciente decisión gubernamental de expulsar al Frente Polisario tras los trágicos incidentes ocurridos en el caladero sahariano, vivida en Canarias con la conciencia de territorio fronterizo con una zona en guerra situada escasamente a 200 millas, ha provocado la reacción inmediata de todos los partidos políticos del arco parlamentario regional, a excepción del PSOE (grupo gobernante), así como de sectores empresariales -especialmente el pesquero- que contemplan con preocupación las repercusiones negativas que acarrearía al archipiélago un recalentamiento de la zona.Las islas, que se han considerado sacrificadas en el contencioso hispano-saharaui, temen que un excesivo alineamiento de España con las tesis marroquíes contribuya a fortalecer la competitividad de este país africano con Canarias en materia turística y pesquera, dos renglones básicos de la economía del archipiélago.
En el debate político abierto en las islas a raíz de los últimos acontecimientos flota el deseo de un replanteamiento serio de la estrategia africana por parte de la Administración central. La demora en un desbloqueo del caso saharaui, necesario para la pacificación del contexto geoestratégico en que se mueve Canarias, podría suscitar el renacimiento de posiciones políticas radicales en las islas. Así ocurrió en 1975, con el apoyo argelino a las tesis africanistas de las islas defendidas por el Movimiento para la Autodeterminación y la Independencia del Archipiélago Canario (MPAIAC), que lidera Antonio Cubillo.
El rumbo histórico, social y económico de Canarias ha quedado marcado en el último decenio por el conflicto de los habitantes de las islas que habían elegido el Sáhara español como la válvula de escape que antes había sido Argentina, Cuba o Venezuela para la emigración. Alrededor de 50.000 personas encontraron trabajo en la ex colonia africana, y las relaciones comerciales eran también fecundas.
Las islas vendían al Sáhara unos 3.000 millones de pesetas anuales. Las minas de fosfatos de Fos Bucraa generaban, principalmente, este trasiego humano y económico. Truncada la presencia española en dicho territorio, una isla como Gran Canaria, por su importancia y proximidad al continente africano, hubo de asimilar de golpe un aluvión de repatriados que se instalaron en condiciones infrahumanas en la periferia de la capital, Las Palmas.
Con los españoles vinieron, además, los saharauis que preferían quedar al margen de la guerra. Hoy dominan una red importante de bazares y negocios de artesanía. La presencia saharaui en Canarias era y es patente. Gran parte de los dirigentes del Frente Polisario se formaron en la universidad de La Laguna (Tenerife).
Pero el precio más importante que han pagado las islas por la deuda del Sáhara ha sido el de la pesca. Las contraprestaciones en materia piscícola, que constituían una de las principales promesas marroquíes a España en la firma, el 14 de noviembre de 1975, del Acuerdo de Madrid, conocido como pacto tripartito (nunca fue publicado en el Boletín Oficial del Estado), han quedado en papel mojado.
Marruecos concedió en aquellas fechas 800 licencias, que luego retiró inmediatamente. Su política de chantaje al utilizar la pesca como presión sobre España en el marco de sus ansias expansionistas sobre el Sáhara occidental ha debilitado progresivamente la posición hispana. El balance hoy es favorable a Marruecos. En el acuerdo pesquero de 1983 (los de 1977, 1979 y 1980 son transitorios), Marruecos consiguió para los cuatro años siguientes reducir la flota en un 40% y aumentar los cánones en un 70%.
Además, obtuvo de España la concesión de una línea de crédito de alrededor de 90.000 millones de pesetas para la compra de bienes y servicios españoles, así como para la financiación de infraestructura y obras públicas en suelo marroquí. Este préstamo fue polémico en las islas porque con él se está construyendo un puerto en Agadir (Marruecos) que se considera competitivo para el de La Luz (Gran Canaria), en la actualidad base de las flotas pesqueras española, soviética, cubana y coreana.
La flota artesanal canaria (capital autóctono), anticuada y heredera de una tradición pesquera, sólo sabe trabajar en un caladero que está en guerra. El futuro de los 1.000 hombres que viven de este medio es cada día más incierto. Son los parias del negocio pesquero. La ley de Pesca creada en 1978 para reconvertir la flota ha sido un globo fallido. El Gobierno autónomo aún no ha podido siquiera delimitar sus aguas territoriales por falta de entendimiento con Madrid.
Entre tanto, los fuertes de la pesca canaria, los de la Asociación Nacional de Armadores de Buques Congeladores de Cefalópodos (ANACEF), analiza con cautela las derivaciones del contencioso saharaui. El Polisario no es su enemigo. Sólo Marruecos puede inquietarles. La mayoría de sus 170 barcos de altura vino de Vigo a principios de la década de los setenta, confiada en las promesas de Hassan II. Su actual capacidad extractiva, cifrada en unas 85.000 toneladas anuales, que generan unos 22.000 millones de pesetas, es una razón de peso para no perturbar a un Hassan II ,que no renuncia a ese gran Marruecos que incluiría Ceuta y Melilla.
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