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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La dictadura electrotelefónica

Parece que por aquí corren aires de libertad, de democracia, de valorización de la cultura... Pero agazapadas, como en sus mejores tiempos, o aún mejor que en sus mejores tiempos, se mantienen, mostrándose con el más absoluto descaro e impudicia, algunas dictaduras dignas de los más atrasados países tercermundistas.

La sin duda más nefasta, por sus consecuencias plásticas sobre los paisajes urbanos y también rústicos, es la que yo, con la rabia de la indefensión ante estos gigantes, llamo dictadura electro-telefónica.

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No es que las compañías eléctricas y la Telefónica se hayan asociado para machacar con sus cables, cajas y registros las fachadas de las casas y las esquinas de todas las calles de nuestros pueblos y ciudades; es que cada una de estas entidades, con el mayor desprecio, y por su propia cuenta, y sin contar para nada con los dueños de los diferentes edificios y propiedades por los que tienden sus redes, clavan sus cada vez mayores y más horribles grapas y sus cada vez más gordos y más negros cables.

Es cierto que hace algunos años (1978) la Compañía Telefónica Nacional de España editó unos folletos con indicaciones para los proyectistas: Normas generales para la instalación telefónica en edificios de nueva construcción y Redes telefónicas interiores de edificios, pero este gravísimo problema estético lo resuelve con esta referencia: "A lo largo de su tendido, generalmente subterráneo, estos cables se van ramificando", etcétera.

El resultado final de esta situación es que el paisaje urbano, independientemente de su valor plástico, e incluidos, por supuesto -y en grado superlativo-, los conjuntos declarados histórico-artísticos, están siendo tremendamente degradados por unos cables negros y retorcidos que cruzan indiscriminadamente muros, portadas, escudos, cornisas, impostas y todo lo que se les ponga por delante.

Mi profesor de urbanismo, César Cort, nos contaba, hace ya muchos años, que después de acompañar por Valencia a un grupo de urbanistas británicos, éstos le preguntaron como resumen de sus dudas urbanísticas: "¿Por qué no barren ustedes las calles?".

Se pretende, en estos días, en Madrid y Barcelona y, por mimetismo, en muchas otras ciudades de España, el ornamentar los espacios públicos. A mí me parece una buena política municipal, si los proyectos de esa ornamentación tienen calidad, pero no creo que haya política urbana de embellecimiento de ciudades, ahora, superior y más urgente que el de primero parar y después reparar todos esos desafueros estéticos producidos por los tendidos eléctricos y telefónicos. No hay que inventar hada, porque ya lo han inventado.

Se podría, sin embargo, empezar por hacer bien las instalaciones de las edificaciones nuevas, se podría seguir por reformar las que hay que reparar, y después ir modificando las más notablemente antiestéticas.

Un caso paralelo y paralelamente importante es el del impacto que los tendidos eléctricos y telefónicos producen en el paisaje natural. Unas medidas estéticas elementales están al alcance de todas las fortunas; basta con consultar los breves manuales prácticos que sobre estos temas son de uso obligado en todos los países civilizados.-

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