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El ataque de Israel a Túnez

LE MONDEUna vez más, Israel ha golpeado; una vez más, sus militares suscitan la admiración teñida de celos de sus colegas. Se comentará, sin duda, durante mucho tiempo en las charlas de los aviadores una incursión de cazabombarderos a 2.400 kilómetros de sus bases que se salda con la destrucción total del objetivo sin que el asaltante sufra la menor pérdida. Magistral golpe a un objetivo. Pero qué objetivo es hoy día la pregunta principal. Sobre el plano de los principios, las cosas son simples. Jerusalén, que había respondido a un atentado contra uno de sus diplomáticos por la invasión de Líbano, no retrocede ante represalias desproporcionadas cuando se trata de hundir a la OLP. El asesinato, particularmente odioso, de tres de sus ciudadanos en Chipre y la emoción despertada por la multiplicación de acciones terroristas en los territorios ocupados reclamaban, desde su punto de vista, una brillante venganza.Para golpear tan lejos y tan fuerte, el Gobierno dividido de Peres llegó a la unanimidad. Ezer Weizman constituyó una excepción. El equipo en el poder ha suscitado una vez más un reflejo de orgullo patriótico en la opinión pública. A la vez, los laboristas han recuperado la confianza y pueden nutrir de nuevo esperanzas para las próximas elecciones.

Pero ir a destruir el cuartel general de la OLP en Túnez era proclamar ante el mundo entero que los esfuerzos actuales de solución pacífica, donde la OLP estaba asociada al rey Hussein y al presidente Mubarak, no tenían la menor posibilidad de éxito. En suma, que esos palestinos que la señora Thatcher acaba de recibir en Londres y que el presidente Reagan, bajo la presión de sus aliados moderados, comenzaba a inscribir en su agenda no son más que terroristas y no serán jamás admitidos en una negociación.(...)

3 de octubre

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