Ni circo ni bronca en el debate entre Alfonso Sastre y Fernando Arrabal
La convocatoria, como mínimo, levantaba expectativas y curiosidad. Fernando Arrabal y Alfonso Sastre se sentaban juntos para hablar, en principio, de teatro, la pasión que comparten. Los teatros del Círculo de Bellas Artes en estos días ofrecen en sus salas obras de ambos: La taberna fantástica, de Alfonso Sastre, y Fando y lis, de Fernando Arrabal, los dos autores teatrales contemporáneos y vivos que más repercusión tienen en el extranjero en este momento.
El público asistente, muy numeroso, buscaba desde el número circense hasta la bronca política, pasando por el posible éxtasis religioso de Arrabal o la indignación cortante y seca de Sastre. Nada de ello ocurrió. Llegaron incluso a piropearse, y salieron satisfechos del encuentro.
Arrabal, que escandalizó menos de lo que se esperaba, llegó a decir: "Cuando veo a un hombre como Sastre, que cree en lo que cree y que es tan diferente a mí, siento una envidia muy grande. ¡Cómo me gustaría creer en todo eso! Pero no puedo. Yo rezo por las noches y le pido a Dios que me ilumine en esas pequeñas cosas, y Dios no ha querido todavía que yo sea comunista".
"A mi lo que me interesaría es triunfar personalmente", añadió. "Siempre que se refiere alguien a mí lo hace a través del código de la admiración o del desprecio, y yo querría que se me mirara a través de la órbita del amor".
Sastre afirmó que nunca participó del desencanto, ya que nunca tuvo la visión de que tras la muerte de Franco "pudiera producirse una transformación tan radical como para que fuera satisfactoria para los que deseábamos el cambio". "Yo ya dije entonces", señaló, "que lo que hacíamos en el interior era un teatro malo, en el que abandonábamos las preocupaciones estéticas. Para mí el realismo era un postulado de vanguardia, y para eso no estaban pertrechados los colegas del interior. En el interior uno va reduciendo las posibilidades y recorta y empobrece su creación, acabando uno por adaptarse al medio".
Espejo de deformaciones
Fernando Arrabal habló luego de su teatro, que "no es realista", dijo, "es un espejo de lo que yo veo a través de mis propias deformaciones, es la aventura que no vivo y quisiera vivir. El teatro es demasiado pequeño para triunfar o fracasar, pero como no tenemos nada que perder ni que ganar, puesto que no existe el fracaso ni el triunfo, podemos cambiar la sociedad de la manera más insólita". Arrabal aprovechó luego para pedir la liberación del "comandante, o lo que sea", Tejero, y de todos los miembros de ETA que están en la cárcel. "No quiero saber quiénes son ni lo que han hecho", dijo. "Yo quiero practicar una obra de misericordia, que es liberar a los presos".Alfonso Sastre no se sintió muy de acuerdo en esta posición de carácter humanista abstracto, ya que según él la vida social se produce en términos de grandes tensiones y grandes confrontaciones, y esta bella posición estética enmascara las tensiones. "No estoy con los vencidos, sino con los oprimidos", dijo.
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