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El decano de los matadores torea mañana su última corrida

La pierna arqueada

"Yo sé, exactamente", dice Antoñete, "cuándo el público de Madrid empezó a considerarme maestro: con aquel torofogueao de Julio Robles, en el San Isidro de 1981, que iba como una bala, y me hice con él en los medios, adelantando la pierna, echándole el capote abajo. Me quedé en el sitio, entre otras razones, porque no tenía otro remedio, y le dominé". Aquello de adelantar la pierna, arqueándola, es figura que priva a la afición madrileña, y la erigiría un monumento, lo cual puede ocurrir con ocasión de la solemne despedida del maestro.La pierna arqueada de Antoñete no produce adicción caprichosa, sino que acentúa y compendia la técnica de cargar la suerte que, siendo esencial para el ejercicio del toreo, apenas se practica. Es técnica esencial y es bandera que la sufrida afición enarbola frente a las formas superficiales de torear.

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El maestro se corta la coleta

Antoñete admiró, según comenta, a Ortega, Marcial, Gitanillo de Triana, El Estudiante, Pepe Luis Vázquez. "Y a Manolete", añade, "aunque tenía un concepto del toreo muy distinto al mío". El maestro ha recuperado la sólida escuela de los años cuarenta, cuando el toro, siendo más chico, tenía mayor casta y temperamento.

Y entiende por qué se le han entregado la afición solvente y la profesión taurina: "Mi éxito se debe a que sé dar la distancia a los toros, y ligar los pases, como hacían aquellos maestros. Algunos compañeros han tomado nota y ya se les ve dar esa distancia y ligar; otros, o no lo comprenden o no lo quieren.hacer, y allá ellos".

La distancia, la ligazón, el perfume de la torería profunda, produjeron el clamoroso triunfo de Antoñete la última tarde del pasado San Isidro. Preguntamos al torero qué sentía cuando el gentío le aclamaba hasta el paroxismo, y responde muy despacito, subrayando su acento castizo: "Era estar con Dios, y no me habría cambiado ni por el tío del petróleo. Fue de infarto".

Antoñete es creyente y quiere hablar de ello: "El peligro del toro, la vida misma, me han enseñado que hay Dios. A veces, cuando surgen los sufrimientos, crees que es injusto; pero a la larga compruebas que Dios está contigo, que te compensa, y que aquellos sufrimientos eran otra prueba de su existencia".

Aficionados de suyo ateones también empezaron a creer en la divina providencia cuando irrumpió en el inmenso erial del toreo frívolo la pierna arqueada de Antoñete, que acentúa la cargazón de la suerte en el lance para someter la estampía de un toro fogueao o para imprimir hondura al natural citado a la distancia.

Cuando Antoñete se vaya, 32 años y seis meses después de que Julio Aparicio le diera la alternativa en Castellón, habrá dejado esta lección básica que él recibió de otros maestros, en época de toreo puro y toros temperamentales.

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