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La pugna nuclear se impone a la rebelión de los deudores

Francisco G. Basterra

La rebelión de los deudores bajo la bandera de deuda o democracia, encabezada por el presidente peruano, Alan García, no ha logrado que el eje Norte-Sur desplace a la tensión Este-Oeste, en la 40ª Asamblea General de las Naciones Unidas, que se abrió el lunes en Nueva York.

Las superpotencias, como han venido haciéndolo desde el final de la II Guerra Mundial, han reconducido el debate a su estricta relación bilateral, que no analiza la dependencia que esta polarización provoca en los países empobrecidos o en desarrollo.

La protesta de los latinoamericanos, ahogados por una deuda externa de 370.000 millones de dólares, no ha servido ni siquiera para conseguir un espacio importante en las primeras páginas de la gran Prensa norteamericana.

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El protagonismo corresponde al secretario de Estado, George Shultz, y a su colega soviético, Eduardo Shevardnadze. Sus discursos carecen de la contundencia del de García, que se permite afirmar que el derecho de veto en el Consejo de Seguridad es "un baldón para las Naciones unidas", pero su monopolio de los botones nucleares los hacen más reales.

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