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México, tras la catástrofe

Media ciudad tardó horas en conocer la magnitud del terremoto

Si no existieran la televisión y la radio, una parte de los 18 millones de habitantes de la capital mexicana sólo se habría enterado del terremoto por el susto que sufrieron a las 7.18 del jueves, cuando muebles y utensilios se desplazaron en el interior de las viviendas.

Sin embargo, en las zonas más afectadas, en el centro y en el noroeste de la capital, miles de personas quedaron sepultadas bajo toneladas de escombros. Fuentes de los servicios de sanidad indicaron ayer que la cifra de víctimas mortales no bajará de 7.000, sólo en Ciudad de México. Oficialmente se habla de un millar de cadáveres recuperados y de 5.000 heridos.

A las 7.18 horas, la vida de la ciudad se transformó. "Fue horrible", dijo Ariel Rojas un estudiante de 18 años que vivía en el quinto piso de un bloque de 12 plantas, en el centro que de la capital. "Entre sueños sentí que se movía mi cama, y se movía. Mi mamá me gritó y me levanté rápido. Mi hermana lloraba. Las paredes crujían. De repente, vi como un relámpago y luego todo quedó oscuro. Mi pelvis quedó prensada. No sentía las piernas. Era una angustia tremenda. No podía respirar. Ya sentía que me moría. Me sentía muerto. El aire me empezaba a faltar y respiraba pura tierra". La tragedia se había consumado. Ariel Rojas pudo salir de entre los escombros. Muchos más no salieron. Están atrapados. Quizá no salgan jamás.

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"Yo llevaba a los niños al colegio en automóvil. De pronto sentí que el coche saltaba y que se me escapaba de las manos. Los semáforos se inclinaron, lo mismo que algunos edificios altos", dijo a Efe un ama de casa. Fueron unos segundos, "después seguí mi camino, los guardias dirigían el tráfico como siempre, y dejé a los niños en el colegio. Al regresar a casa supe por la televisión y la radio que no había sido un temblor más", añadió.

Esta mujer vive en el barrio residencial de Polanco, donde se encuentra también el colegio al que asisten sus hijos. Cinco kilómetros hacia el Este se había producido el desastre: se desplomaron 20 edificios importantes, y quedaron sepultadas numerosas personas. La policía de la delegación de Cuauhtemoc anunció en la mañana de ayer que los cadáveres localizados eran ya 962.

La cifra parece conservadora: algunos diarios cifraban los muertos entre 1.000 y 3.000, y fuentes extraoficiales de los servicios de sanidad admitían que podían alcanzarse los 7.000.

Tan sólo en un edificio del barrio de Tlatelolco, que se derrumbó, vivían 200 familias, informó la televisión. Pero Tlatelolco continuaba anoche acordonado, y los efectivos militares que lo vigilaban impidían el paso a todos los traseúntes, incluso a los familiares de personas que se supone están bajo los escombros y a los periodistas. Los informadores tampoco tienen acceso a otras zonas siniestradas.

Un comentarista del canal 2 de televisión afirmó que hubo personas que no sintieron el terremoto. Uno de los sismógrafos más populares de México, la estatua del Ángel, situado en el paseo de la Reforma, no acusó el seísmo, pese a haber alcanzado 7,8 grados en la escala de Richter (el máximo detectado es de nueve) y a encontrar se a 500 metros del hotel Continental, que quedó parcialmente destruido.

En el terremoto de 1957, el Ángel, que corona una columna de 50 metros, se desplomó. En aquella ocasión, la magnitud del terremoto fue algo inferior a la del jueves. La mayor parte de las víctimas se registró en viviendas, hoteles y escuelas. Otro monumento relevante, el de la Revolución, al que la televisión norteamericana dio por destruido, tampoco sufrió daños.

El alcalde de Ciudad de México, Ramón Aguirre Velázquez, declaró que habían quedado destruidos 256 inmuebles, y dañados cerca de 1.000.

Los mayores desastres ocurrieron en 20 edificios. Por la noche, familiares de los habitantes de un inmueble de ocho pisos, en la calle de Roma, buscaban noticias de sus allegados. La policía les pidió que permanecieran en silencio para que los equipos de rescate pudieran escuchar los eventuales gritos de los enterrados. Un oficial de la Cruz Roja dijo que no había esperanza alguna de rescatarlos con vida.

En el resto del país se tiene noticia de que se han producido al menos 36 muertes en Jalisco, 35 en Michoacán, 11 en la ciudad de San Luis de Potosí, al derrumbarse una iglesia, y 3 en diversas localidades del Estado de Guerrero. En éste se encuentra Acapulco, localidad muy próxima al epicentro del terremoto, que, sin embargo y extrañamente, no parece haberse visto muy afectada por el seísmo.

Se vivieron escenas muy dolorosas en los alrededores de las ruinas de una escuela de enseñanza secundaria de la avenida de Chapultepec, en la capital, donde estaban sepultados 20 escolares. Una señora, que se identificó como Guadalupe, esperaba noticias de sus tres hijos, 16 horas después de que la escuela se desplomara. Entre los escombros se podían ver un pie calzado con una pequeña bota y una mano infantil, separados de los cuerpos.

En los trabajos de rescate en el enorme edificio Nuevo León se escuchó en un momento: "¡Una lámpara!". Los socorristas se movieron rápidamente para entregar sobre los montículos de piedras muebles y cuerpos, la linterna. "Silencio, silencio", gritó un socorrista. Y todos callaron. "¡Guadalupe Molina está aquí!", gritó, y todos aplaudieron con alivio.

El desastre sorprendió también a los huéspedes de siete hoteles de segunda y tercera categoría cuando la mayor parte se encontraba en la cama. Algunos semidesnudos, y uno completamente desnudo, pudieron salir a la calle. El hotel Regis se desplomó y se incendió. Un oficial de la policía anunció que en ese hotel estaban registradas unas 120 personas, y que no se conocía su suerte, aunque "es fácil suponerla".

En el centro de telecomunicaciones perecieron siete personas. Como consecuencia del terremoto, las comunicaciones telefónicas qaedaron cortadas hasta las siete de la tarde (tres de la madrugada, hora peninsular española), de forma que, durante 12 horas, las ciudades de México ignoraban qué había sucedido en la capital. La única noticia que se tenía es que había ocurrido un terremoto desastroso.

El seísmo, por azares del destino, respetó la mayor parte de los monumentos coloniales de la ciudad, incluso los que se encuentran en la zona siniestrada. Sin einbargo, gran parte del centro antiguo parece una ciudad bombardeada, en la que 50.000 miembros de los equipos de rescate trabajan entre los escombros.

Los edificios del centro se desplomaron, como torres de papel. Uno de ellos fue la clínica de ginecobstetricia, en el orgulloso Centro Médico de la ciudad de México, el mejor y el más dotado del país. "El edificio cayó poco a poco", recordó, aún sin salir de su sorpresa ni terminar de asimilar lo visto, Joaquín García, un expendedor de periódicos que se encontraba justo enfrente de las instalaciones. "Empezó de arriba. Se movía de un lado para otro. Se comenzó a desmoronar".

En las operaciones de salvamento llama la atención el orden y disciplina de la población, que, pese a tener familiares bajo los restos de los edificios, silencia su dolor y atiende las indicaciones de las autoridades.

El jueves hubo saqueos en diversas partes, pero en grado mínimo. Las autoridades pidieron ahorro del agua y de energía eléctrica. En algunas zonas el agua había dejado de fluir tres horas después del seísmo. Las farmacias tuvieron que cerrar sus puertas a la misma hora porque se les acabaron las medicinas.

El terremoto tuvo su epicentro a 50 kilómetros de la costa de Michoacan, en el Pacífico. Cuatro buques mercantes y cinco pesqueros han desaparecido por el temblor. Las olas llegaron a alcanzar los 20 metros de altura.

El presidente de los Estados Unidos de México, Miguel de la Madrid, declaró a partir de ayer tres días de luto nacional.

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