El himalaya corta el aliento
La reacción normal de alguien que alcanza una determinada altitud es la aceleración de la respiración y del corazón. Todos los demás sistemas, (secreción hormonal, función renal, circulación cerebral, etcétera) se ven también afectados por la falta de oxígeno en el aire. Experimenta a continuación toda una serie de alteraciones, que en el mejor de los casos desaparecen en tres o cuatro días. Los síntomas que aparecen en el alpinista se limitan a un ligero sofoco, dolores de cabeza e insomnio, que son, en definitiva, los síntomas leves del llamado grave mal de la montaña. El empeoramiento del mal de la montaña puede conducir a dos complicaciones importantes, que por lo general resultan mortales si la persona no es trasladada rápidamente al valle: se trata del edema pulmonar y del edema cerebral de altura. La aparición de estas complicaciones está, en la mayoría de los casos, ligada a uno de los tres factores siguientes:1. Ascenso demasiado rápido (sobre todo al principio de la estancia).
2. Estancia prolongada a gran altura (a más de 6.000 metros).
3. Excesivo esfuerzo físico.
Además hay que tener en cuenta la susceptibilidad individual, muy acusada en este tipo de patología: algunas personas, aunque estén muy entrenadas, son más sensibles que otras al mal de la montaña. En la actualidad se llevan a cabo investigaciones para poder descubrir por anticipado la predisposición al mal de montaña: se trataría, según parece, de una reacción insuficiente del sistema respiratorio al estímulo hipotóxico.
¿Qué importancia tiene esta patología? La mortalidad en las expediciones a grandes altitudes es del 3% al 10%, según las estadísticas. Las causas son básicamente accidentales (avalanchas, caída de bloques de hielo, caídas en grietas). Sin embargo, de un 0,3% a un 1% de los alpinistas que llevan a cabo una expedición mueren de un edema pulmonar o de un edema cerebral. Es importante precisar que en la mayoría de los casos esta patología puede explicarse, si bien no puede evitarse. Es fruto del desconocimiento de la sintomatología y de las medidas preventivas que podrían evitarla. Por una, parte, el alpinista acusa generalmente a otros factores: la mala alimentación, la fatiga, la falta de confort y el frío. Por otra parte, siente: vergüenza de confesar que es sensible al mal de montaña. ¿Cómo relacionar el dolor de cabeza y un aire menos denso? El aire no se ve...
Karakorum (Pakistán), en donde numerosas expediciones francesas acaban de realizar las primeras ascensiones, cuenta ya con tres muertos (los dos mencionados, además de un tercer alpinista arrastrado por una masa de nieve inestable) entre un total de aproximadamente 30 participantes; se trata, pues, del 10% de mortalidad mencionado.
En uno de los casos por lo menos, el agotamiento no ha sido la causa de la muerte. Según testimonios recogidos entre los compañeros de la cordada, se trataría ole un edema cerebral relacionado, como ocurre con frecuencia, con un edema pulmonar.
Una estancia prolongada a gran altitud (diez noches transcurridas a más de 6.500 metros, de las; cuales cuatro seguidas habrían sido a 7.400 metros) unida a los esfuerzos para ayudar a un compañero agotado, son dos factores esenciales en la muerte de este alpinista, persona por1o demás muy entrenada y gran escalador. El interés por el Himalaya experimenta en estos momentos un giro importante. Grandes alpinistas realizan impresionantes cordadas en los macizos alpinos.
Aparte de los problemas administrativos y financieros que plantea el deseo de llevar a cabo estos objetivos, existen los problemas médicos. Son necesarias tres condiciones para poder realizar estas hazañas: permanecer el menos tiempo posible en el campamento base para aclimatarse (especialmente si hace buen tiempo), escalar lo más rápidamente posible desde los campamentos base hasta la cumbre y permanecer lo menos posible a gran altitud. Las dos primeras condiciones suponen un gran problema para el organismo. Efectivamente, es necesario un mínimo de tiempo para adaptarse a los casi 5.000 metros; un ascenso demasiado rápido para una persona no aclimatada favorece el tipo de accidentes descritos anteriormente. El escalador del Himalaya debe tratar de ser exacto: esperar el tiempo preciso para aclimatarse, ascender rápido y con buen tiempo y no quedar bloqueado a gran altitud.
Otro tipo de peligro amenaza al alpinista que compite en el Himalaya, y que ya comienza a surgir entre jóvenes alpinistas: la busca de la píldora milagrosa que permita acelerar la aclimatación y escalar más rápido. En la actualidad no existe ningún medicamento de este tipo. Tan sólo la acetolazadomida se ha investigado seriamente y ofrece seguros efectos preventivos ante la aparición del mal de la montaña, pero este producto no ayuda a escalar más rápidamente. Píldoras de todos los colores pasan de mano en mano en el campamento base. Algunas de estas píldoras son tan ineficaces como inofensivas; otras, por el contrario, suponen una amenaza tan grave para el que las toma como la misma patología de altitud.
Desde el comienzo de las expediciones al Himalaya se ha librado una competición amistosa entre fisiólogos y alpinistas. Los primeros aseguraban que era imposible alcanzar los 8.848 metros, (altitud del Everest) sin llevar una botella de oxígeno. Fue preciso esperar hasta 1978 para que Reinhold Messner y Peter Habeler demostraran lo contrario. Los médicos dijeron entonces: bien, es posible, pero es precisa la aclimatación progresiva, instalando campamentos a gran altitud, pues ascendiendo muy rápido uno se expone a los edemas, y si se permanece demasiado tiempo allá en. lo alto, el organismo se degrada.
Determinar los límites
La ampliación de conocimientos fisiológicos sobre el comportamiento del ser humano a gran altitud permite determinar los límites del sistema. Los mecanismos fisiopatológicos necesarios para adaptarse a la altitud y los desarreglos de estos mecanismos empiezan a revelar sus secretos. Los estudios se centran en la respuesta de los sistemas ventilatorio y circulatorio a la hipotoxia, la farmacología de los receptores, el metabolismo de las aminas biógenas, la liberación de sustancias (histamina, leucotrienas, productos de oxidación) susceptibles de modificar la permeabilidad vascular y de estimular ciertos fenómenos del edema.
Las investigaciones en torno a la medicina de gran altitud se realizan en tres condiciones distintas:
1. En los laboratorios de hospitales, en donde se hace respirara una persona las mezclas de gas pobre en oxígeno, reconstruyendo las condiciones de oxigenación similares a las experimentadas en grandes altitudes.
2. En laboratorios emplazados a gran altitud, tales como el observatorio de Vallot (4.350 metros), en el Mont Blanc, actualmente en fase de renovación.
3. En expediciones médico-científicas tales como las organizadas este otoño por la Asociación para la Investigación en Fisiología del Medio Ambiente, en las paredes de Annapurna IV, en Nepal. Esta expedición de médicos instalará el laboratorio de fisiología más elevado del mundo, a 6.350 metros de altitud, en un intento de recoger información sobre ciertos aspectos del mal de montaña y de las limitaciones a gran altitud.
Partiendo de los datos recogidos en este tipo de investigaciones quizá sea posible fijar las limitaciones del organismo de forma más precisa: hasta qué punto es tolerable la falta de oxígeno, cómo se adapta el ser humano a ciertas condiciones consideradas límites para una persona sana, pero habituales en los enfermos que padecen una patología respiratoria, al exponerlos a una hipotoxia de intensidad similar a la de un alpinista a 8.000 metros.
Algunos laboratorios farmacéuticos, tales como Sandoz France o Roussel Uclaf, están muy interesados en estas investigaciones. Naturalmente que el número de alpinistas y - aficionados a la marcha no constituye un mercado potencial para sus productos, pero el estudio de la hipotoxia (situación patológica) en personas sanas puede aportar importantes datos sobre el mecanismo que regula el organismo y, por tanto, de los lugares de una posible aplicación del medicamento.
Una red que agrupase a los organismos públicos de investigación, a la industria privada, a las federaciones deportivas, además del Ministerio de Deportes y de la Juventud, permitiría concentrar el esfuerzo y difundir ampliamente los resultados.
Jean-Paul Richalet es doctor en medicina deportiva.
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