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Los sondeos otorgan ventaja a los socialistas en Noruega

Aproximadamente, 2.300.000 noruegos concurren entre hoy, domingo, y mañana, lunes, a las urnas para decidir sobre quién habrá de gobernar el país en los próximos cuatro años. El clima electoral adquirió una inusitada expectación el viernes por la noche, cuando se dieron a conocer las cifras de la última encuesta, que dan una ventaja al bloque socialista con la hegemonía de Partido Laborista, lo que aseguraría su retorno al Gobierno.

Según esos resultados, entre el Partido Laborista, que dirige Gro Harlem Brundntand, el socialista de izquierdas y el de izquierda (liberal) contarían con el 50,2% del electorado; mientras que la coalición de partidos denominados burgueses, actualmente en el poder, e integrada por el Partido Conservador, que dirige el primer ministro, Kare Willoch, el Popular Cristiano y el Partido del Centro, alcanzarían un 45,2%.Hasta ahora, la tendencia mostrada por anteriores sondeos indicaba, cuando no una ventaja para la coalición gobernante, diferencias muy escasas que dejaban un amplio margen de incertidumbre.

El otro dato interesante de la última encuesta es el que se refiere al derechista Partido del Progreso, que dirige el controvertido Carl I. Hágen, un político joven y no falto de carisma. De un 4,5% en las pasadas elecciones, este grupo descendería a un 2,9% en las de mañana.

Estas nuevas y últimas cifras revelan en cierta medida un vuelco en las preferencias del electorado, y parecen indicar la imninencia de un retorno de los laboristas al Gobierno.

Si estas previsiones se ven confirmadas en las urnas, habrá que admitir que la personalidad de Gro Harlem Brundtland y el estilo que ha impreso a su campaña han jugado un papel importante. Más que diferencias sustanciales entre el programa concreto de cada uno de los dos partidos mayoritarios, lo que parece evidente es que en la confrontación de sus dos líderes, Gro y Kare, como gustan llamarlos los noruegos, prescindiendo de sus apellidos, ha salido ganadora la primera.

Si bien el líder conservador es un hombre inteligente, de formación rigurosa, más tecnócrata que político popular, carece del impulso de la dirigente laborista que, sin caer en la demagogia, ha logrado, al parecer, convencer a los noruegos de que su partido es la garantía de que el estado de bienestar de que disfrutan se mantendrá. Para ello, ha puesto el acento en las cosas concretas, en que ese bienestar ha sufrido menguas en los años de Gobierno conservador, pese a los índices positivos que en muchos aspectos éste puede exhibir.

En definitiva, se trata de cómo utilizar los enormes ingresos provenientes del petróleo y el gas, sobre los cuales descansa él secreto de la transformación de un país que, en el lapso de 50 años, pasó de ser uno de los más desheredados de Europa a uno de los más ricos del mundo. Y se trata de utilizarlos no sólo para garantizar el bienestar sino para evitar un peligroso desequilibrio entre los componentes de la economía noruega a causa del petróleo, de lo que ya hay signos.

La ofensiva burguesa de último momento respecto a seguridad y política exterior, el otro tema sensible y de discordia entre los noruegos, no parece haber dado los frutos que se esperaban en el cambio de la voluntad de los electores. De todos modos, el número de indecisos sigue siendo lo bastante grande como para que ninguna sorpresa sea descartable.

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