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Reportaje:El baile de los espías

El frente invisible

Las dos Alemanias son el escenario por excelencia para la guerra de los servicios secretos

La comunidad de lengua y cultura convierte a la RFA y a la RDA en terreno donde los espías pueden moverse " como un pez en el agua". La historia de esta guerra invisible está plagada de escándalos, con utilización del chantaje el sexo, el dinero y todas las debilidades humanas. El caso Tiedge no fue el primer escándalo de los servicios secretos de la RFA, sino tan sólo un jalón más en una historia azarosa.Días atrás, en plena crisis del caso Tiedge, el corresponsal en Bonn del New York Times preguntó en la conferencia de prensa, al portavoz del Gobierno de Bonn: "¿Podría usted decirme cuántos espías hay en este país". El portavoz del Ministerio del Interior lanzó un suspiro y respondió: "Uuuf, si lo supiésemos...". Irónicamente, el nuevo portavoz del Gobierno de Bonn, Friedhelm Ost, añadió: "Todavía no se ha decretado que los espías tengan obligación de empadronarse como tales".

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Para los espías del Este, penetrar en la RFA con una identidad falsa, tras varios cambios de domicilio y a veces residencia en el extranjero, no resultaba muy difícil. El idioma y las características culturales comunes hacen que no se distingan los alemanes del Este y del Oeste, que no llamen la atención. Algo que sería casi imposible para un ciudadano de otro país extranjero.

La pregunta del periodista norteamericano hace días en Bonn no tiene una respuesta fácil. El Ministerio para la Seguridad del Estado de la RDA cuenta con unas 20.000 personas, que trabajan a pleno empleo; pero la cifra de los soplones resulta casi imposible de calcular. La firma, La empresa del pueblo escuchar, ver y capturar, o el Stasi, como se llama en la jerga popular al Ministerio en la RDA, está dirigida por Erich Mielke, general con el máximo espionaje de la RFA atribuyen rango militar, que cumplirá 78 años el próximo diciembre y ocupa un puesto en el Politburó del Partido Socialista Unificado de Alemania (SED, comunista).

Dentro del Stasi, el departamento de espionaje está a cargo del general Markus Wolf, conocido por el apodo de Mischa, 62 años, y desde hace 27 en el mismo puesto, lo que le ha convertido en una figura legendaria y temida, a la que sus enemigos en el contra una alta capacidad. Wolf está considerado el heredero indiscutible de Mielke al frente del Ministerio.

Frente al sistema centralizado del espionaje y contraespionaje de la RDA, Bonn ha dividido las funciones en tres servicios secretos: la Oficina Federal de Protección de la Constitución (BFV) se ocupa del contraespionaje, con unos 4.000 funcionarios de pleno empleo; el Servicio Federal de Información (BND), con 6.000 funcionarios encargados del espionaje en el extranjero, y el Servicio de Protección Militar (MAD), 2.000 personas encargadas de los servicios secretos en el ámbito del Ejército.

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La historia de los servicios secretos en la RFA está salpicada de escándalos. La oposición socialdemócrata (SPD) presenta ahora el caso del huido Tiedge como el más grave de la historia" de la RFA, pero los ocurridos en el pasado no se quedas atrás. Un dato resulta revelador: ni uno solo de los presidentes de los servicios de contraespionaje, la oficina, que tiene su sede en Colonia, llegó a alcanzar la edad de la jubilación. Todos, desde el primero, Otto John en los años cincuenta, hasta Heribert Hellenbroich, hace unos días, tuvieron que abandonar su cargo en los servicios secretos por algún caso escandaloso en el espionaje o por fallos personales.

Otto John fue el primer presidente de la oficina (BFV), y en tiempos del nazismo entró pronto en contacto con los círculos de oposición. Su trabajo en la Lutfhansa le permitió establecer una red propia de información en estrecha conexión con el almirante Canaris. Implicado en la conspiración y atentado contra Hitler del 20 de julio de 1944, John pudo huir.

De forma sorprendente, en el décimo aniversario del atentado contra Hitler, el 20 de julio de 1954, John desapareció en Berlín y reapareció días más tarde en el sector oriental de la ciudad. En una conferencia de prensa en Berlín Este, John declaró que aquel era el único camino para conseguir la reunificación alemana y evitar una nueva guerra. Al mismo tiempo, John denunció que la política del canciller Adenauer, de alineamiento con Estados Unidos, llevaría a Alemania a la destrucción atómica.Las declaraciones de John contra la política de Adenauer se consideraron como prueba de su traición. Cuando el 12 de diciembre de 1955 John regresó, de forma no menos sorprendente, a Occidente, fue detenido a los pocos días y procesado por el delito de alta traición. A pesar de asegurar que había sido secuestrado y que sus declaraciones públicas habían sido para protegerse, John fue condenado a cuatro años de cárcel. Sólo cumplió año y medio, tras una puesta en libertad anticipada.

El hombre que sucedió a John en la BFN fue Hubert Scliruebbers, procedente de la carrera jurídica, democristiano y fumador de pipa, que había desempeñado el cargo de fiscal en Dusseldorf. El mandato de Schruebbers trajo el escándalo de "que por primera vez se conociesen las prácticas ¡legales de escuchas telefónicas y control de correspondencia, que prohíbe expresamente el artículo 10 de la Constitución.

El descubrimiento de su pasado nazi acabó con la carrera del segundo presidente de la BFN. El encargado de defender la Constitución y el orden fundamental democrático y liberal se había dedicado con el mismo celo en los tiempos del nazismo a perseguir enemigos del régimen desde su cargo de fiscal. Schruebbers tuvo que dejar su puesto un año antes de cumplir el período previsto.

El caso Guillaume

Era el año 1972 y gobernaba ya en Bonn una coalición social-liberal (SPD-FDP). Bajo el canciller socialdemócrata Willy Brandt se aprobó el llamado "decreto de los radicales", para impedir que entrasen en la Administración pública los extremistas de izquierda y de derecha. Curiosamente, el decreto se aprobó cuando la llamada generación del 68 empezaba a poder pasar a ocupar puestos públicos. No hubo ningún decreto similar que impidiese a antiguos nazis llegar a los más altos cargos del país.

Las diferentes oficinas protectoras de la Constitución de cada Estado federado se dedicaron en los años setenta a husmear en las biografías de los aspirantes a servidores de la Administración pública, a pasar lista de los participantes en las manifestaciones contra la guerra de Vietnam y a los firmantes de manifiestos más o menos progresistas.

En su celo inquisidor, el aparato desentendió en parte su tarea más importante, y así un gris socialdemócrata de derecha, una rata de oficina de aspecto inofensivo, llegó a enquistarse nada menos que en la misma oficina de la Cancillería federal de Willy Brandt. El individuo de gafitas era Guenter Guillaume, oficial de los servicios de seguridad de la RDA, que llegó a la misma antesala del poder en Bonn, donde pudo haber tenido acceso hasta los documentos calificados de secreto cósmico, el máximo nivel dentro de la OTAN.El caso Guillaume trajo como secuela la caída del canciller Willy Brandt, pero también la del de los servicios de contrae spionaje Guenter Nollau. La presidencia de la oficina pasó a un bávaro con mentalidad prusiana, Richard Meier, un hombre elegante, con trajes a la medida, ojos claros y cabellos grises, que parecía arrancado de una película alemana en la que podía hacer el papel de oficial nazi.

Meier no so portaba el estilo desastrado de Tiedge, el jefe de grupo hoy huido a la RDA, y en varias ocasiones le llamó la atención por su indumentaria, lo que: no. fue obstáculo para la ascendente carrera del hoy presunto espía.. La carrera de Meier tuvo un final violento en una carretera de las montañas del Tirol. Camino de las vacaciones, en una peligrosa curva, la llovizna hizo derrapar el BMW de Meier, que entró. a 100 kilómetros por hora. Meier perdió la memoria y a su lado, en el hospital, un hombre de la oficina se ocupaba de que en la inconsciencia no hablase de los secretos que conocía por su cargo.

A finales de abril de 1983 Meier fue destituido por el ministro del Interior, el socialcristiano bávaro Friedrich Zimmermann (CISU), que argumentó que debido al accidente Meier había perdido "sensibilidad" para el trabajo de jefe del contraespionaje.

A Meier le sucedió Hellenbroich, un abogado de 48 años que había hecho toda su carrera en los servicios de contraespionaje. Sólo estuvo poco más de dos años en el cargo, porque por sus cualidades lo destinaron á tareas mayores. El pasado 1 de agosto Hellenbroich pasó de Colonia a Pullach, en Múnich, donde tiene su sede el BND, a los servicios de espionaje en el extranjero, puesto que está considerado de más importancia que el de Colonia.

No tuvo tiempo apenas de: calentar el asiento, porque tan sólo un mes después de empezar en el nuevo cargo estalló el caso Tiedge y Hellenbroich fue destituído.

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