La piedra filosofal
Conseguir fabricar antimateria en cantidades ingentes y controlar la forma en que se une con la materia es la piedra filosofal que buscan actualmente los físicos. Encontrarla supondría lograr una fuente de energía mucho más grande y tal vez más fácil de producir que la fusión del hidrógeno. Pero para lograrlo habría que salvar previamente una serie de obstáculos que hasta ahora no ha sido posible superar. Uno de ellos es que en el proceso de producción de antimateria -hasta ahora se ha conseguido en cantidades mínimas- es necesario utilizar una cantidad de energía superior a la que va a proporcionar la antimateria en su choque con la materia.Y es que la antimateria existe escasamente en el universo y desaparece enseguida al chocar con la materia. Como consecuencia de esta colisión se produce 140 veces más cantidad de energía que la que origina la fusión del hidrógeno (base de las modernas bombas atómicas). Esto es debido a que se aniquila la totalidad de la masa en la producción de energía, mientras que en la fusión solo lo hace una mínima parte.
La existencia de antipartículas fue postulada teóricamente en 1928 por el fisico inglés Paul Adrien Maurice Dirac. Sin embargo, hasta 1952, no se construyeron aceleradores de partículas con potencia suficiente para crear pares protón-antiprotón. Por fin, en 1956, el físico nortemaericano Owen Chamberlain logró detectar el antiprotón.
Un átomo de antimateria se compone de unas pesadas partículas negativas en el núcleo (antiprotones), alrededor del cual giran ligeras partículas positivas (antielectrones o positrones). Se trata de partículas que tienen la misma masa que sus opuestos (protones y electrones), pero de carga contraria. La ventaja de los antiprotones sobre los positrones es que tienen una masa muy superior (pesan 1.836 veces más) y, por tanto, producen mucha más energía que estos en el choque con su partícula contraría.
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