Karajan es el rey al sol y a la sombra
El Festival de Salzburgo, que termina el próximo 1 de septiembre, probablemente sea el único del mundo para el que su país no desee mayor popularidad. Famoso en todo el mundo, atrae una gran cantidad de turistas ricos e importantes (Margaret Thatcher, últimamente), dispuestos a pagar sin pestañear las 20.000 pesetas que oficialmente vale una entrada o las 100.000 que vale en el mercado negro. Y aun así, son muchos los que se quedan sin poder escuchar La flauta mágica, Cossi fan tutte o a divos como Pollini o sobre todo Karajan, que aquí es el rey al sol y a la sombra, en invierno y en verano.
Tanta demanda existe que frecuentemente ni la prensa ni los propios austriacos tienen posibilidad de asistir. De hecho, una de las mayores polémicas que el festival desata viene ocasionada por la nula oportunidad que los salzburgueses poseen de disfrutar de unos espectáculos a los que su Gobierno y Ayuntamiento proporcionan cuantiosas subvenciones. "Salzburgo es un festival para ricos americanos", dicen los nativos, y en parte no les falta razón, aunque en estos últimos años casi sean más los españoles que los americanos.Karajan es el rey a la sombra y al sol de Salzburgo. En Semana Santa se celebra su festival, y el de verano lo es también en gran parte. Él ha conseguido la designación de un viejo amigo como director del mismo y decide en gran medida a quién se contrata, el repertorio y quién debe ser protegido.
Conciertos, recitales, teatro, ballet y óperas componen este festival de superlujo en el que este año la máxima atracción la constituyen las nuevas producciones de Capricchio y Carmen, amén de los conciertos de Abbado, Muti, Mehta, Maazel o Karajan con orquestas tales como la Sinfónica de Londres, Pittsburg o las filarmónicas de Berlín y Viena y los recitales de Jessye Norman, Pavarotti, Fischer-Dieskau, Brendel y Pollini.
La máxima expectación se produce siempre cuando Karaján ocupa el podio, y muy especialmente si se trata de ópera y hay otros divos por medio. Carmen, presentada en el pasado festival de Semana Santa, es este caso. El maestro austriaco ya la había presentado en el festival hace años con Bumbry y Vickers como protagonistas, e incluso la ha grabado dos veces en disco, la última de ellas hace pocos meses con casi los mismos intérpretes de Salzburgo, como una muestra más de esa moda que se cierne sobre la obra, (Gades, Godard, Rossi ... ). Tampoco se trata de un fenómeno extraño, ya que una vez superado el shock inicial que produjo su estreno en 1875 se ha convertido en una de la media docena de óperas más populares
'Don José' Carreras
Sin embargo, la Carmen de Salzburgo, presentada la pasada se mana, merecería más el título de Don José, tal es el éxito que José Carreras obtiene en ella. Muy pocas veces se da la ocasión en la que coincida la versión de un intérprete con la que uno personal mente pueda tener, y ésta es una de ellas. Carreras, ayudado por sus trabajos con Abbado o e mismo Karajan, expone a la perfección toda la evolución dramática del personaje, desde su ingenuidad inicial a la patética desesperación final, con un poder de comunicación que probablemente no logre ningún otro tenor hoy en día. La dicción, el clarísimo fraseo y la matización de cada palabra muestran una gran preocupación por resaltar el valor de éstas junto a la melodía, expuesta siempre con musicalidad, ya sea cuando se requiere legato o cuando llegan las partes más veristas. Ante este planteamiento y nivel global tienen nula importancia algunas vacilaciones (la temblorosa exclamación a Carmen en la escena con ésta del primer acto) o limitaciones (el agudo final del aria de la flor, cantado en, piano utilizando falsete), como muy bien supo valorar un público que le aclamó por encima incluso del maestro.Agnes Baltsa no logra imprimir un carácter específico al personaje central, muy probablemente por el sometimiento a los conceptos de Karajan, en muchos momentos demasiado sofisticados o esteticistas. Le falta la provocación de la Callas, la picardía y el misterio de una Victoria o la coquetería de la Berganza principalmente en la escena, demasiado comedida e incluso sosa si consideramos s u origen griego y su carácter personal, pues vocalmente y dentro de una línea de mezzo ligera no se la puede poner reparo alguno. En cualquier caso, no existen actualmente más de dos Cármenes de igual nivel.
Karajan es responsable de ambas direcciones, escénica y musical. Sobre unos decorados conservadores de tono naturalista y monumental diseña unos movimientos escénicos bastante rutinarios, en una labor muy inferior a la musical y que quizá no debería abordar él personalmente. Respecto a la segunda dirección ha de apuntarse, dentro siempre de un extraordinario nivel, la tendencia al preciosismo orquestal en los pasajes más líricos que a veces desvirtúa el carácter de la obra, así como el apabullamiento sonoro en los dramáticos concediendo, un tanto caprichosamente, una relevancia inexistente a metal y percusión. Evidentemente, con un instrumento en el foso como la Filarmónica de Viena todos los milagros son posibles y los resultados bellísimos, aunque discutibles.
El mayor atrevimiento del austriaco es sin lugar a dudas la introducción de un cuadro flamenco de 10 minutos a cargo del Baret Español de Madrid en la escena de la taberna de Lillas Pastia, cortando la música de Bizet para mostrar, un zapateado y un baile de, lo más genuino, entusiásticamente recibido por el público y mucho menos por la estricta crítica alemana.
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