El rabino Kahane y el riesgo de un fascismo israelí
La desconfianza y el odio están a flor de piel entre árabes y judíos en Israel, alimentados por incidentes como el reciente asesinato brutal de una pareja de profesores judíos en Afula (Galilea). El rabino y diputado extremista Meir Kahane explota al máximo este ambiente turbio y prosigue diariamente su campaña racista.Kahane comienza sus arengas parafraseando a Hitler ("yo pienso por ti"), con el mismo estribillo "Yo digo lo que pensáis: los árabes, fuera. ¿Por qué? Porque este país es nuestro, Eretz Israel. Por que los árabes nos odian, matan a los judíos por la espalda. Y ¿qué hace el Gobierno frente al terrorismo asesino árabe? Estos señores discuten, deliberan... No gobierna y no protege a sus ciudadanos es un Gobierno incompetente, temeroso, un Gobierno de gueto. Este Gobierno debe irse". A continuación, aclamaciones frenéticas: "Muerte a los árabes", "Kahane, rey de Israel", "Kahane al poder".
Las últimas encuestas dan a Kahane un 9%, de los votos. En las elecciones de 1983, no obtuvo más que el 1,2%. Pero, según expertos en sondeos, Kahane no consegui ria mas que un 3% o un 4% si las elecciones se celebrasen en las próximas semanas. Con este porcentaje, el rabino Kahane vería su público multiplicado por tres, al menos, y su lista Kach conseguiría por los menos cuatro diputados en la Kneset. Una perspectiva semejante hace temblar a la mayoría de los israelíes.
¿Se asiste al nacimiento de un fascismo judío? Hace dos, tres años, esta idea misma provocaba protestas indignadas y quienes se atrevían a plantearse este tema eran indefectiblemente acusados de antiisraelíes, de antisionismo vulgar, incluso de antisemitismo. Tras unos meses, todo ha cambiado. Las campañas abiertamente racistas de Kahane enfrentan a los israelíes con un fenómeno fascista local, un fascismo made in Israel.
El alcalde de Afula, Ovadia, miembro del Likud, se ha atrevido a hablar en televisión del "peligro de una ascensión fascista". En un momento en que el paro aumenta, en que las medidas de austeridad económicas golpean sobre todo a los trabajadores modestos, en las ciudades en desarrollo, donde el estancamiento socioeconómico es de rigor y donde la animosidad antiárabe estuvo siempre presente, este chovinismo latente puede, en tiempos de crisis y de terrorismo, derivar en un racismo virulento donde la cabeza de turco árabepalestina servirá de trampolín ideal a los aspirantes dictadores.
En ciertos ambientes militares se habla de confiar el Ministerio de la Policía -dirigido por Bar Lev- a Ariel Sharon, con poderes "muy amplios". Ante el peligro que representa Kahane, Sharon sería un mal menor... Otros enloquecen y reclaman -para apaciguar la calle- la pena de muerte para todo terrorista asesino. Shamir está de acuerdo.
El primer ministro, Simón Peres, se opone y es apoyado por la mayoría del Consejo de Ministros. En ese caso, ¿cómo -se puede combatir eficazmente el terrorismo de nuevo cuño, en territorio ocupado, un terrorismo independiente, parece ser, de las instrucciones de la OLP y, por tanto, más amenezador por su carácter de rebelión contra la ocupación israelí? ¿Se puede, al mismo tiempo, agravar la represión antiterrorista, que en definitiva está dirigida contra el nacionalismo palestino, dinamitar las casas de sospechosos, encarcelar administrativarnente y expulsar, sin juicio, y también luchar contra las tesis de un Kahane que predica precisamente la expulsión de los árabes?
Esta ambigüedad que siembra la confusión en los espíritus y refuerza el prestigio de quienes, como Sharon o Kahane, tienen soluciones simples y rotundas, ¿puede ciertamente detener la degradación de las jóvenes y frágiles estructuras democráticas de la sociedad israelí?
Simón Peres, apoyado por Bar Lev y otros ministros laboristas, piensa que es urgente cortar por lo sano.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.