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En la muerte de una de las musas del cine mudo

Louise Brooks, aquel valle de alegrías

La desaparición de Louise Brooks, que falleció el jueves a causa de un ataque al corazón en la localidad estadounidense de Rochester, ha sido inesperada, aunque, a los 78 años, ella misma debía coquetear ya con la posibilidad de morir. En su caso, la sorpresa de la noticia no viene tampoco arrastrada por la indignación de esas muertes tempranas que dejan a medio camino un sueño por realizar.La actriz Louise Brooks ha fallecido de vida" a su tiempo, en silencio, pero, sin duda, manteniendo la alegría animal que presidió lo mejor de su producción cinematográfica. Ahí esta la razón de la sorpresa: ¿puede morir la encarnación de la vida, la tentación del pecado, el desequilibrio, de los bien pensantes, la negación de que éste sea un valle de lágrimas?

Louise Brooks fue, y aún será para quienes no se dejen embaucar por la idea de que todos los mitos mueren con el tiempo, la imagen de una vida sin las cortapisas que marca la moral. Fuera ya de la época muda del cine en qué se hizo famosa, ahí esta su libro Lulú en Hollywood para indicar que cuanto expresaba en la pantalla formó parte de una concepción de la vida que no nacía del cine, sino que el cine se limitó a contemplar asombrado.

Su dinámico talante, su libertad de mujer moderna que no necesitaba odiar a los hombres, su risa ante lo rígido, su desprecio de las convenciones, quedaron excelentemente descritas en una prosa que pocas estrellas de Hollywood pueden redactar sin intermediarios.

Lo que impresionó a los superrealistas de los últimos años veinte no fue sólo el primitivo erotismo de filmes como La caja de Pandora, Una novia en cada puerto o Tres páginas de un diario, sino la verdad que palpitaba en los gestos de, la actriz.

Lástima que ese consumo inmediato del cine, víctima ya de un usar y tirar que decepciona incluso a, los creadores de imágenes, haya relegado el recuerdo de Louise Brooks al ámbito de cierta minoritaria nostalgia. La incapacidad que tuvo el imperio de Hollywood para conducir su irreverencia por los caminos del orden comercial ha ayudado a olvidar a la que quizá fuera máxima estrella de los años veinte.

Que ella misma se apartara de Hollywood, sorprendida incluso de que sus colegas se mantuvieran atentas al próximo contrato, aportó una inconveniente ayuda a los mitómanos traidores, más seducidos por su incomprensión del carácter sueco de una actriz como Greta Garbo que por la vivacidad de una mujer que utilizaba su propio lenguaje para apartarlos con energía.

Sin engaños

Si ahora pudiera verse su imagen en movimiento, y ojalá fuera en La caja de Pandora, el filme con que fue descubierta en Europa, obra maestra de Pabst, podría palparse la realidad de un camino que quedó interrumpido. Sólo en esporádicas ocasiones lució un erotismo similar en las películas de Hollywood. Lo mejor, o lo peor, de Louise Brooks es que no engañaba: amaba y reía con un desparpajo que aún en nuestros días continúa siendo inconveniente.No es de extrañar, pues, que en su historia del superrealismo en el cine Ado Kyrou definiera a esta insólita mujer como "un escándalo público que conduce al suicidio a las mujeres sin amor y que cambia la faz y el sentido del mundo".

Apasionado como sus colegas por la modernidad del aspecto y de la moral de la actriz y, en consecuencia, crítico del talante de Greta Garbo, Asta Nielsen o Briggite Helm, el especialista francés decía de Louise Brooks: "Desde que aparece, la pantalla se rasga, su blancura se transforma en paisaje desesperado, en sol peligroso, en perspectiva sin fin. Mujer animal, mujer niña, amante, es la mujer realmente bella".

Bajo la dirección de Pabst logró Louise Brooks las mejores interpretaciones de su carrera. La caja de Pandora, sigue siendo hoy un prodigio de frescura. La ingenuidad del cine mudo no oculta en este caso el concepto de una vida mejor entendida, aunque eventuales espectadores o críticos piensen que las mejores técnicas del cine han evolucionado también la perenne expresión del hombre por su libertad.

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