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Reportaje:Los efectos del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida

La agonía 'gay'

San Francisco se ha convertido en una ciudad sacudida por el fantasma del SIDA

El Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) ya se ha cobrado numerosas víctimas. Uno de los colectivos más azotados por la enfermedad ha sido el de los homosexuales. San Francisco, la ciudad gay por excelencia, ha visto cómo proliferan los programas de prevención, en un intento de atajar la plaga. Pero hasta ahora, los toques de atención y la investigación médica han servido de poco. El actor Rock Hudson, uno de los galanes más famosos de Hollywood, es uno de los pacientes afectados por el llamado cáncer rosa. De pronto aparece en la pantalla un joven gay sacudido por escalofríos. Tiene fiebre. No sabe lo que le pasa. Le han salido unas manchas amoratadas en la piel. Y se le ha inflamado el cuello y las axilas. Luego, al mismo joven le han aparecido llagas en la boca. Y un extraño dolor en el recto. En poco tiempo. Por ese orden. Hasta que se desató la diarrea no perdió peso. Pero la diarrea es imparable. Y en cuestión de semanas parece un cadáver, está chupado. Es un montón de huesos. El joven gay ya sabe la verdad: nadie va a poder salvarlo, la cosa va en picado. Primero una neumonía. Complicaciones. Sarcoma. La muerte al cabo de varios meses.Muchos no han resistido íntegra la proyección del documental. Estaban abrazados en la oscuridad de esta sala, su gesto era de pánico y de estupor. Alguno se ha levantado sollozando. Y otros han gritado: "¡Basta! ¡Basta! ¡Corten!".

Luego han encendido las luces de neón. Y se han mirado con una intensidad angustiosa, como diciéndose: tú ya puedes tener la enfermedad, quizá la llevo yo. ¿Es mejor saberlo y prepararse o es mejor ignorarlo y seguir así?

En la planta cuarta del Fog Building (Edificio de la Niebla), en el 333 de Valencia Street, un barrio de color en San Francisco, pasan este documental varias veces al día. Y, como ahora, al terminar la proyección se provoca un coloquio. Puede ser apacible y resignado o violento, irracional, histérico. Pero este coloquio es aconsejable. En el Edificio de la Niebla, sede de la Fundación SIDA, se ha declarado una guerra sin cuartel contra esta terrible infección que solamente en el mes de junio se ha cobrado 49 vidas -todos ellos homosexuales varones- en la ciudad de San Francisco. Y aquí da ahora el pronóstico de todo el año la portavoz de la fundación, Holly Smith: "Los expertos creen que antes de que termine 1985 morirán 900 gays en nuestra ciudad".

Ninguno quiere morir así. ¿Vinieron para esto desde todas las regiones del país? ¿Crearon para esto esos barrios alegres junto ala hermosa bahía de San Francisco? ¿Lucharon para eso en favor de derechos que la sociedad se resiste a otorgarles?

De pronto llegó el azote. Y avanza sin que nadie pueda hacer nada. Desde que se ha diagnosticado ya se llevó a la tumba a 12.000 víctimas (en menos de cinco años), todas ellas homosexuales, el temido síndrome de inmunodeficiencia adquirida. Y de estas víctimas, un tercio corresponde a San Francisco. "La ciudad elegida por Dios para el castigo", según afirma un gay cristiano.

En las iglesias, las universidades y los foros políticos, en cualquier tipo de reunión, se discute -conforme a gustos e ideologías- el significado de la epidemia. En la Fundación SIDA no tienen tiempo más que para alertar a la gente, informar al público y prestar ayuda. "Tenemos que ser prácticos", dice la portavoz, "y disponemos de donaciones y ayuda oficial: más de ocho millones de dólares concedidos por los contribuyentes que tienen pánico al contagio".

La amenaza de la saliva

El pánico es lógico que exista. Se estima que en San Francisco casi un tercio de la población es gay. Y el 98% de los casos de SIDA diagnosticados hasta la fecha afectó a los gays. En el resto de Estados Unidos, la infección alcanzó a gays en un 76%.

El miedo a que, como afirman los más alarmistas, pueda propagarse a la población inocente se agudiza con la polémica sobre una de las vías de contagio, que, a juicio de algunos especialistas, sería la más peligrosa: la saliva. Porque ¿quién llegaría a controlar de tal modo la higiene pública como para que en vasos, cubiertos, estornudos y besos se eliminara cualquier resto de saliva portadora del virus?

Cocineros, barman y otros empleados de restaurantes y cafeterías han recibido invitaciones de la Fundación SIDA (atendida por cierto, por una treintena de voluntarios homosexuales asistidos por expertos en distintas materias) para que acudan a cursos de prevención y extremen las medidas profilácticas. Y es frecuente el cierre de establecimientos de diversión y de alimentación, sospechosos para el público, que han perdido la clientela. En particular, esto se ha notado en el barrio gay, donde no todos se arriesgan a comer o a beber como antes se hacía. Hoy, los activistas homosexuales hacen colectas y ponen mesas petitorias para recaudar fondos con los que defenderse de la temible epidemia.

En la fundación se ha multiplicado la actividad: hay un teléfono abierto las 24 horas del día para atender consultas (explican los síntomas y se dan los primeros consejos médicos), hay un servicio de asistencia legal (los gays son despedidos a veces injustificadamente de sus puestos de trabajo; un compañero abandona al otro cuando sospecha que ha contraído el síndrome y hay que proteger al primero jurídica y económicamente), también existe asistencia religiosa (retiros, jornadas de oración, dirigidos por clérigos) y, sobre todo, se ha lanzado una gran campaña informativa bajo el lema "¡Puedes gozar del sexo y a la vez no arriesgarte!".

Frente a esta creciente paranoia, los responsables de la fundación producen cientos de folletos explicativos sobre qué se puede y qué no se puede hacer en las relaciones sexuales de los gays. El contagio de la infección se produce por contacto sexual íntimo (esperma), excrementos y sangre. Por ello se relacionan las prácticas peligrosas y se dan alternativas para el acto sexual, subrayando aspectos imaginativos a la vez que la necesaria utilización de los condones. La campaña informativa no es eufemística: "Hemos llegado a la conclusión", dice Holly Smith, "de que hay que hablar muy claro y llamar a las cosas por su nombre, planteamiento que comparten las autoridades luego de valorar la cuestión moral del posible escándalo".

Desde el pasado día 1 de julio se están ofreciendo en San Francisco análisis gratuitos en centros médicos alternativos (cada día se cambia de clínica a fin de evitar la posible discriminación de los que acuden a ella) y con máximas garantías de mantener el anonimato de quienes se someten a ellos. "La lista de espera es de 20.000 personas", dice la portavoz de la Fundación SIDA, "que al cabo de dos semanas vuelven al centro a conocer el resultado del análisis de sangre".

Pero las autoridades sanitarias

La agonía 'gay'

estiman que tal vez es ya demasiado tarde: "Creemos que uno de cada tres homosexuales varones de San Francisco ha tenido contacto con el virus y es virtualmente portador de la infección". De 30.000 a 50.000 personas.La frecuencia de casos de SIDA entre mujeres drogadictas revela que el contagio se ha producido por el uso de agujas intravenosas compartidas con alguien que sufre el síndrome. Y la campaña insiste especialmente en esto: nadie debe utilizar una aguja ya gastada por otra persona. Y todos deben vigilar si tienen alguna herida (un rasguño sangrante es suficiente) por la que el virus penetraría fácilmente.

No termina aquí la preocupación en torno a problemas derivados de este mal y sus modos, todavía discutidos, de propagación; la inseminación artificial plantea nuevas incógnitas y riesgos hasta ahora ignorados: el donante de esperma es un posible portador de infección y se van a extremar las pruebas de selección de esos donantes. Lo mismo que se hace con los donantes de sangre. Una prueba no es bastante. Ahora son dos los análisis previos que se exigen aquí. Una mujer gestante que haya contraído la infección transmitirá el mal, casi infaliblemente, al feto.

Banco de alimentos

En la Fundación SIDA (que apenas lleva tres años desde su creación) se han incorporado los ordenadores. La información va de costa a costa (Nueva York es el otro foco más grave del síndrome) para poner barreras al virus. No se puede decir que aquí, en el Edificio de la Niebla, exista optimismo. "No hemos perdido la esperanza, esto es todo", dicen los responsables.

Y han creado un banco de alimentos, una especie de inmensa despensa a la que acuden los enfermos necesitados de esta ayuda. "Yo prefiero mantenerme fuera del hospital mientras pueda", dice un joven, afectado por el SIDA. "He perdido mi trabajo, no tengo compañero y aquí me dan comida y me ayudan a conservar el poco ánimo que me queda".

Los desaprensivos cercan a las víctimas. Explotan la desesperación. Anuncian productos curativos, consultas milagrosas, terapias definitivas a su alcance. No son más que un sacadineros incontrolado. Es lógico comprobar que de muchos escaparates del barrio homosexual han desaparecido los utensilios sadomasoquistas: "La oferta cae en el vacío", dice un vendedor en Polk Street, "porque se sabe que ocasionar heridas al compañero puede ser peligroso en estas circunstancias, así que vendemos otros chismes inocuos y creativos". Un estudio del efecto negativo del alcohol y de las drogas -incluso la marihuana- reveló que disminuyen, con su ingestión, los anticuerpos que circulan por la sangre, algo que favorecería el síndrome.

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