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LA LIDIA

Cogida grave de Justo Benítez en Las Ventas

La corrida tuvo trágicos presentimientos desde la salida del primer toro y este funesto presagio se hizo realidad en el quinto de la tarde, que infirió una grave cornada a Justo Benítez. El torero se había ido con el toro a los medios, en los terrenos del 10, donde la embestida era más larga, pero donde soplaba el viento y el toro se crecía.El torero empezó su faena con valor y confianza, con desprecio a la bronquedad del toro, al que había que someter y mandar mucho. La preocupación por dar pases le perdió y en la tercera tanda de muletazos, el toro, poco toreado, le prendió por el muslo derecho. El torero rodó por la arena, roto y desmadejado por la tremenda cornada y los turistas se convencieron de que la fiesta puede resultar sangrienta.

Plaza de Las Ventas, 28 de julio

Toros de Román Sorando, ásperos, broncos. Raúl Aranda: silencio, palmas, silencio. Justo Benítez: aplausos; cogido por el quinto. El Bayas: silencio; palmas. Justo Benítez sufre herida en tercio medio de cara posterior del muslo derecho con dos trayectorias; una hacia adentro de 15 centímetros y otra hacia abajo, de 20 centímetros que produce destrozos en los músculos semimembranoso y semitendinoso. Pronóstico grave. Pasó a la residencia Primero de Octubre.

Los toros de Sorando tuvieron un peligro evidente, visible desde los primeros capotazos. Por exigencias del viento, hubo que torear a todos de la raya de picadores para adentro, donde si no soplaban las brisas, sí persistía el peligro. Allí los toros, más que embestir, tiraban hachazos, rebrincaban y se defendían poco menos que a mordiscos.

Raúl Aranda tuvo un bicho áspero, que punteó y se frenó con peligro en el capote. A la muleta llegó probón, distraído. El torero lo pasó cerca de tablas, donde el toro se quedó a la defensiva. Lo mismo le ocurrió en el cuarto, en el que la faena se compuso de trapazos y tarascadas, ante un toro que se defendía sin pasar. En el que mató en lugar de Benítez porfió con el toro pegado a los tableros entre los gritos del público que le pedía acabara con el marrajo.

Justo Benítez estuvo valiente y decidido, hasta que le llegó la cornada. Se la había jugado en el segundo, un toro muy áspero y mansurrón, al que toreó a media altura, con poco oficio pero gran decisión. Aguantó lo indecible, sobre todo en los muletazos por alto, en los que el toro le ponía los pitones en la boca.

El Bayas, estuvo en la misma línea, en constante defensiva ante los tornillazos de los toros. Despachó a sus enemigos con prontitud. Las cuadrillas estuvieron en línea de pésima actuación y ninguna profesionalidad, con la excepción de Curro de la Riva.

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