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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

'Acción Española' y sus detractores

En la presentación de la segunda edición del libro del profesor Morodo sobre Acción Española, y a la cual no pude acudir por hallarme ausente, hablaron usted y don Gonzalo Fernández de la Mora. Sobre el libro en sí y la segunda edición, ya más matizada, habría bastantes cosas que añadir y muchas de las que disentir; pero su propósito principal es tratar de demostrar que la ideología de la revista era fascista y las personas que en ella colaboraban lo eran también. Rotunda y totalmente falso.Comencemos por Falange Española. No se puede negar que Jose Antonio Primo de Rivera dijo repetidas veces que Falange Española no era un movimiento fascista, tanto que se negó a acudir a la reunión de Lucerna (Suiza) que tuvo lugar, creo, en 1935 y donde estuvieron presentes los directivos de los distintos grupos europeos que se consideraban fascistas.

El segundo director de Acción Española (1931-1936) fue mi padre, Ramiro de Maeztu. Y mi padre no fue falangista ni fascista, aunque reconoció el hecho evidente de que Mussolini logró que los trenes de Italia llegasen puntuales, que Hitler logró absorber los seis millones de parados que Alemania había heredado del sistema anterior y que ambos habían logrado inyectar un cierto orgullo ciudadano a la mayoría de sus compatriotas. Pero mi padre discrepaba de ambos sistemas (especialmente del alemán); entre otras cosas, por su falta de sentido monárquico, por su ateísmo y por su racismo. Porque mi padre era monárquico. Pero monárquico por principio, por doctrina, y no monárquico

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porque la monarquía sea un modo de llegar a la república, que es en lo que consiste la monarquía de algunos.

Mi padre, respecto de España y a sus ideas sociales, estaba muy de acuerdo con Falange. También lo estaba con la importancia que tiene la patria. Pero disentía de Falange cuando se trataba de la monarquía o de la religión. Hitler no creía en Dios; en cambio, mi padre sí creía en Dios. A agnósticos y creyentes no se les puede meter en la misma botella y agitarla con la esperanza de que salga una mezcla de agnocreyente.

La idea de la hispanidad es exactamente lo contrario del racismo; es la igualdad esencial de todos los hombres. Y la América hispana es un ejemplo de mestizaje.

Lo que más me extraña del proceso de la presentación del libro, en que usted ha participado, es la terminología que usted usa, sus tonantes y groseros adjetivos: "Museo de horrores ... ; tortura ideológica ... ; tontos ilustres ... ; brutalidad hecha pensamiento ... ; cerrilismo, cerrazón y caverna ... ; prejuicios, abominaciones y ridiculeces de este concepto inmundo de España ... ; arbitrariedad paranoica ... ; nobles cabezas de estúpida mirada ... ; la hispanidad como torpe sustantivo del racismo nazi ... ; decrepitud intelectual...".

¿Se atreve a decir esas cosas de un Pemán, de un Sainz Rodríguez, de un Eugenio Montes, de un Calvo Sotelo, de un Pradera y de tantos otros, algunos de los cuales, como mi padre, murieron asesinados? No se puede atacar tan gratuita y burdamente a hombres de gran talla intelectual y moral que, procedentes de distintos campos ideológicos, coincidieron en la necesidad de luchar por una España ordenada, desarrollada, culta y pacífica, es decir, mejor que la que padecieron. Cualquier marino sabe que no hay que escupir a barlovento: el salivazo siempre se vuelve contra el que lo lanza.- .

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