El Parlamento italiano debate la tragedia de los Dolomitas
La Cámara de Diputados italiana comenzó a debatir ayer la tragedia del valle de Fiemme, en los Dolomitas, que el pasado viernes costó más de 200 vidas (el saldo definitivo puede ascender a las 300) tras producirse la rotura de una presa. El debate continuará hoy en el Senado. Entre tanto, los trabajos de búsqueda de las víctimas entre el lodo y los escombros tuvieron que interrumpirse ayer al descubrirse cinco bombas de la II Guerra Mundial en la zona. Oficiales del Ejército que examinaron los proyectiles descartaron que la tragedia hubiera sido causada por la explosión de los mismos.Mientras los buceadores buscaban en el fondo de un arroyo, entre el barro y los escombros, los últimos restos humanos ya en putrefacción, en el lugar del apocalipsis, como se llama ya al embalse de Stava, el ministro de la Protección Civil, Giuseppe Zamberlletti, denunciaba ante los diputados y su mismo Gobierno el retraso de la aprobación de una ley que hubiese podido evitar la catástrofe. Zamberlletti insistió, sobre todo, en la necesidad de aprobar normas concretas que den mayores poderes en materias de prevención a los Gobiernos regionales y locales, y pidió que en su ministerio se cree un nuevo departamento de control o vigilancia de las actividades sobré el territorio en las zonas de riesgo geológico.
Entre tanto, en la tarde de ayer se celebraron los funerales de las víctimas, la mitad de ellas aún sin identificar. Los muertos serán enterrados, reunidos por familias, en una gran fosa común de 30 metros. El calvario del reconocimiento de las víctimas por parte de los familiares continuó todavía ayer durante todo el día.
Los cuerpos destrozados, tras haber sido limpiados con grandes mangueras de agua del lodo y las algas, fueron llevados en camiones a un gran. almacén de fruta de Cavalese. Los cadáveres fueron colocados de 50 en 50 en las neveras gigantes usadas para conservar las manzanas, tras haber sido antes fotografiados por los carabinieri. Las fotos iban siendo entregadas a los familiares que esperaban fuera para reconocer a las víctimas.
Las escenas eran escalofriantes, de triste película de horror. Algunos no resistían y se desmayaban allí mismo. Otros, tras haber reconocido a algún familiar desfigurado, rehusaban entrar al almacén a ver sus restos mortales y se marchaban llorando. Un padre reconoció a su niño sin cabeza gracias a una cicatriz en la pierna.
Dentro del almacén, un equipo de médicos trabajaba con gran abnegación separando los cadáveres de los hombres de los de las mujeres, componiendo con piedad los cuerpos y estudiando incluso los detalles más pequeños para poder reconocer a una víctima.
En el gran almacén de fruta, junto a los cadáveres y sábanas blancas que escondían huesos y trozos de carne humana, estaban apiladas ya las cajas de madera preparadas para embalar las manzanas de este año. En un rincón se había construido un pequeño altar con una cruz y un hisopo para que un sacerdote pudiese ir rociando con agua bendita los cadáveres.
A quien se escandalizaba de estas cosas y de que se hubiese utilizado el agua bendita de una iglesia a donde habían llevado los cadáveres ya reconocidos para desinfectarse las manos, las autoridades civiles y religiosas les recordaban que en los momentos de emergencia hay que aceptar cosas que pueden afectar la sensibilidad, pero que lo importante es la piedad y el respeto con el que se están haciendo estas cosas.
Turismo de la muerte
Hubo también el morboso espectáculo de algunos grupos de turistas llegados con sus meriendas y todo para poder disfrutar el espectáculo de la muerte. Algunos llegaron ayer incluso con sus cámaras fotográficas al cuello, como de excursión. Un hombre, que fue parado por la policía, quería pasearse a caballo por aquellos lugares de tristeza, con sus espuelas flamantes.
En el valle de Fiemme se comentaba aún ayer la visita del jefe del Estado, el católico ferviente Francesco Cossiga, que llegó del brazo del arzobispo de Milán, el cardenal Carlo Maria Martini. Fue una visita, se comentaba ayer, sin aplausos, pero sin insultos". Sólo un señor, poniendo ante los ojos de Cossiga la foto de su nieta, que había muerto durante su viaje de novios, le gritó: "Presidente, queremos justicia". Cossiga le respondió: "Tendrán justicia, pero deberá ser serena y sin ira".
A un periodista que le dijo: "Presidente, díganos algo interesante para la crónica", Cossiga le respondió: "Avergüéncese y mírese a su conciencia, porque no es este el momento para estas cosas".
En Stava se sigue excavando en el agua y en el fango, pero al mismo tiempo se habla ya de la reconstrucción del valle. Hay muchas ganas de olvidar la tragedia y prisa por devolver a aquel lugar de muerte su antiguo esplendor de luz verde y su perfume de hierba recién segada y por hacer que recuperen la paz también los animales del valle, que han muerto a centenares. Los animales supervivientes, dicen los montañeros, están como encogidos aún por el miedo. 'Sólo tres gallinas han salido con vida, después de tres días, de la bodega de un hotel destruido. Probablemente, decía ayer un anciano de Tesero, están aún asustadas de la gran explosión de la rotura del embalse y huelen la sangre que sube del fondo del agua.
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