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Juicio a la ultraizquierda portuguesa

Otelo o la revolución devorada

Mañana se inicia en Lisboa el proceso contra Saraiva de Carvalho

El teniente coronel de Artillería Otelo Nuno Romão Saraiva de Carvalho, 49 años, comparece mañana ante el tribunal de Lisboa encargado de juzgar a algunas decenas de personas acusadas de pertenecer a la organización Fuerzas Populares Veinticinco de Abril, el supuesto "grupo terrorista" de ultraizquierda desmantelado por la policía portuguesa el 19 de junio de 1984. Se presume un largo juicio contra el estratega de la revolución de los claveles.

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Encontrar en el banquillo de los acusados de un proceso por terrorismo a un oficial en servicio activo es un hecho insólito en el con texto europeo, donde los militares son habitualmente blancos de los extremistas y no organizadores de la "lucha popular contra la violencia del Estado". Pero, además, no se trata de un militar vulgar: Otelo, como es conocido en Portugal, es también el político portugués más famoso. en el mundo entero y la personalidad más carismática y controvertida de la revolución de los claveles.Muchos de sus adversarios, pero también de sus camaradas, consideran un tanto desorbitada la importancia concedida a Otelo en la Prensa internacional. Independientemente de sus méritos personales, las circunstancias le transformaron en mito y símbolo de los capitanes de abril, y es la fuerza de este mito lo que permitió al ex comandante del Comando Operacional del Continente (Copcon), brazo armado de la revolución popular de 1974, sobrevivir al olvido que rodea hoy a tantas personalidades que tuvieron entonces su fotografía en la primera página de los diarios de todo el mundo. Nacido en Mozambique, hijo de un modesto funcionario, Otelo soñaba con ser actor de teatro, pero, como muchos jóvenes de su condición, encontró en la academia militar una de las pocas vías de ascenso social entonces abiertas en una sociedad rígidamente jerarquizada.

Tres comisiones de guerra, en Angola y Guinea Bissau, su matrimonio con una maestra, el nacimiento de tres hijos, no distinguen en nada la biografía del joven capitán Otelo Saraiva de Carvalho de la de decenas de oficiales de su edad y formación, salvo, tal vez, el talento y el gusto para la organización de fiestas, de las que era siempre el principal animador. Y es probablemente este talento el que llevó al general Antonio de Spínola, el ambicioso comandante en jefe y gobernador general de Guinea, a escoger a Otelo como "oficial de acción psicológica y de relaciones públicas" de su cuartel general, aunque el primero afirmara después que las relaciones entre ambos "distaban de ser amistosas o incluso cordiales".

Valeroso, irreverente, Otelo debía, naturalmente, integrar el incipiente movimiento contestatario de los jóvenes oficiales que surge en 1973. Y mientras otros, más politizados, se preocupan de dar un contenido político a la revuelta, el dinamismo, la simpatía y la capacidad de organización de Otelo hacen de él el hombre ideal para comandar las operaciones del golpe militar del 25 de abril de 1974. Y más tarde el Copcon, órgano creado por la primera junta militar para coordinar las fuerzas encargadas de asegurar el nuevo orden.

El populismo sentimental y lírico de Otelo no le hacía especialmente apto para las violentas confrontaciones políticas e ideológicas que el desarrollo del proceso revolucionario portugués introdujo en el seno del Movimiento de las Fuerzas Armadas: adulado por la extrema izquierda, Otelo radicaliza su discurso, pero no acaba de encontrar una postura coherente frente al ajuste de cuentas, inevitable, entre moderados y gonçalvistas.

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No haber aprovechado la posibilidad que se le ofreció en varias oportunidades de cabalgar el caballo del poder y de transformarse en el Fidel Castro de Portugal será seguramente uno de los argumentos que su defensor opondrá en el juicio que comienza mañana a las acusaciones que pesan sobre Otelo de haber tomado parte en una "conspiración para derrumbar el régimen democrático" a partir de 1980.

En 1975, Otelo abandonó el Consejo de la Revolución en solidaridad con sus camaradas expulsados del órgano máximo del poder militar. Destituido de todos sus cargos, fue encarcelado por primera vez, durante 44 días, con otros oficiales del Copcon acusados de violaciones de los derechos humanos. Candidato a la presidencia de la República en 1976, contra el entonces jefe del Estado Mayor del Ejército, Antonio Ramalho Eanes, y apoyado por los partidos socialista y socialdemócrata, fue el segundo aspirante más votado, con cerca del 17% de los sufragios.

Con la normalización democrática empieza la inexorable decadencia de la popularidad de Otelo. Sufre una nueva detención, seguida de condena en consejo de guerra y expulsión del Ejército. En las elecciones presidenciales de 1980, el estratega de la revolución de los claveles obtiene apenas un 3% de los votos.

El FUP

Permanece ligado a un grupúsculo izquierdista, el Frente de Unidad Popular (FUP), surgido precisamente en 1980, pero parece optar por la reintegración a la vida gris de los cuarteles. Amnistiado, se reconcilia aparentemente con Eanes en 1982 y es reintegrado al Ejército, donde se dedica a funciones burocráticas en la dirección del arma de Artillería, y es promovido al grado de teniente coronel.

La noticia estalla como una bomba el 20 de junio de 1984. La víspera, la policía portuguesa ha organizado una gigantesca redada en todo el país para capturar a miembros de las Fuerzas Populares Veinticinco de Abril, autores, reales o supuestos, de decenas de atentados que causaron diez muertos desde 1980. Otelo es uno de los detenidos. Buena parte de la Prensa, de la opinión pública y de los medios políticos nacionales y extranjeros se niega a creer la culpabilidad de Otelo, y hay todo un movimiento para exigir su liberación. Pero el juez instructor asegura que las pruebas materiales acumuladas por la policía son más que suficientes para confirmar suprisión incondicional.

Encarcelado desde entones en el fuerte militar de Caxias, en los alrededores de Lisboa, donde pasa el tiempo dedicado a leer, escribir y recibir a algunos políticos nacionales y extranjeros que siguen interesándose por su liberación, Otelo es hoy un hombre envejecido, amargo bajo una fachada de optimismo, que acusa a sus rivales, a los comunistas, a Eanes, de la persecución de que se juzga objeto. Niega todas las acusaciones de actos violentos que se le imputan y ve ahora la revolución de los claveles como "una revolución burguesa". Es sólo un hombre que lucha para recobrar la libertad.

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