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Una voz desgarrada vibra en la taberna del irlandés

El mercado se muestra incapaz de reaccionar ante lo que es considerado por muchos analistas como una indeseable politización, que no se conocía desde hacía dos años. La pérdida de medio punto en el índice general, después de un tímido comportamiento alcista a lo largo de la semana, no ofrece demasiadas explicaciones técnicas, aunque no se pueden obviar algunos nubarrones que acechan en el horizonte bursátil.Los cuentos infantiles reflejan casi siempre mitos populares, traducidos a un lenguaje accesible. El érase una vez de esta historia comienza en lo que parece ser un pulso entre la banca y el Gobierno a cuenta del precio del dinero. Los responsables de la política monetaria venían anunciando -y Solchaga lo confirmaría más tarde- su objetivo de rebajar los tipos de interés. Esa decisión tenía como fin rebajar el déficit público y, sobre todo, permitir un descenso del coste de los créditos para facilitar las inversiones empresariales.

Pues bien, parece que la banca amenazó con dejar de acudir a las subastas de pagarés si descendía la retribución; el Gobierno amagó con utilizar un aumento de los coeficientes para evitar aquella medida de presión. La historia aún no ha terminado, pero, por el momento, en la subasta de pagarés de ayer, el Tesoro repitió el tipo marginal respecto a la precedente (11, 111 % para los títulos a un año y 11,788% para los títulos a 18 meses); el ligero recorte en el interés medio no deja de ser pura anécdota.

El estancamiento del alto precio del dinero se extiende también a los pagarés de regulación, que siguen al 14% para los tres meses, y al mercado interbancario, en el que ayer se fijó 13,65% para las operaciones a un día (frente a 13,77% del miércoles) y 14,20% a tres meses (14,18% anterior). Es decir, las expectativas creadas por la subasta se han visto frustradas, ya que todo sigue como antes.

Es fácil, por consiguiente, extraer la impresión de que, en medio de ese pulso entre banca y Gobierno, la bolsa está pagando los platos rotos, ya que las grandes carteras han arriado sus velas y se mantienen al pairo en el mejor de los casos, cuando no presionan con sus arietes de proa para que los cambios flexionen a la baja. Ya se sabe que en los pulsos y en el amor todo está permitido.

Aunque no constituiría una seria competencia, la coyuntura bursátil favorece esa táctica, ya que la liquidación adelantada de las operaciones a crédito prueba el sentimiento bajista del mercado, que se traduce en unos niveles muy bajos de contratación (el miércoles se registró el mínimo del año, con 787,4 millones de pesetas efectivas). Los operadores más modestos prefieren seguir en estos momentos la postura de los fuertes para no encontrarse en medio de un fuego cruzado.

La bolsa se enfrenta a unas expectativas positivas, pero hace falta que los nuevos responsables de la política económica comiencen a concretar en la práctica las medidas que han anunciado recientemente. Éste será el mejor método para acabar con la sensación de incredulidad o escepticismo que ahora mantienen bastantes inversores.

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