La libertad de los eslavos
LOS HERMANOS Cirilo y Metodio, dos santos del siglo IX, han vuelto estos días a la actualidad de la Prensa. La celebración del undécimo centenario de la muerte de san Metodio ha desbordado el comentario puramente religioso. Ciento cincuenta mil católicos checoslovacos, venidos de todos los puntos de la República, acudían el pasado día 7 a la abadía cisterciense de Velefírad (Moravia), a 300 kilómetros de Praga. El Gobierno había hecho todo lo posible para impedir que el acto se convirtiera en una manifestación contra el régimen. No se recuerda otra manifestación tan numerosa en todo el tiempo de la República socialista. El recibimiento en la abadía del enviado del Papa, cardenal Casaroli, se hizo al grito de "queremos que venga el Papa". En Roma, Juan Pablo II lamentaba públicamente que el Gobierno comunista no le hubiera permitido estar presente en las celebraciones del centenario. El visado gubernamental había sido también denegado a otros cardenales extranjeros, como los de París, Londres y Viena. Unos días antes de la llegada a Praga del secretario de Estado eran detenidos un buen número de católicos significados. Entre ellos, el profesor de teología Otto Madr, condenado a cadena perpetua en 1950, puesto en libertad después de 15 años de prisión y expulsado de la cátedra por el Gobierno en 1970. Al parecer, se trataba de impedir que hablara con Casaroli. En este clima tenso que ha precedido a los actos conmemorativos, el cardenal de Praga, Frantisek Tomasek, hacía pública una carta dirigida al presidente M. Husak en la que denunciaba las medidas represoras y reprochaba al Gobierno "haber hecho sonar la alarma como si la República estuviera amenazada".No es fácil enjuiciar desde Occidente un movimiento liberador, encabezado por los católicos fieles al Vaticano, que penetra en las capas de masas de obreros industriales y de campesinos y hace especial mella en la juventud. La carta 77 de los disidentes checos quedó circunscrita a un grupo de intelectuales. La Primavera de Praga de 1968, "por un socialismo de rostro humano", fue ahogada por la violencia. La protesta ahora recorre el tejido capilar. Y no tiene mucho que ver con una involución de derechas, como pretenden hacer ver los sectores más conservadores de Occidente. Las teologías de la liberación son juzgadas de manera opuesta por la derecha política de Occidente, según operen en el Caribe o en los países del este europeo. Pero en ambos hemisferios brotan como un compromiso por la libertad y por la supervivencia de la identidad nacional de los pueblos contra las diferentes formas de imperialismo.
El primer Papa eslavo de la historia significa un cambio sensible en la percepción de la situación mundial. Sus posiciones en política internacional son desde luego controvertidas y demasiadas veces ha apoyado actitudes ultraconservadoras y derechistas. Pero su cuarta encíclica, sobre la obra evangelizadora de los santos Cirilo y Metodio, es una defensa de la libertad religiosa y del pluralismo cultural de los pueblos. No es un discurso vuelto al pasado, como podía esperarse de un Papa con el historial de éste, sino un alegato contra las opresiones económicas, culturales y políticas. Está en la misma línea del Acta Final de Helsinki (1975), de los esfuerzos de la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE) por la paz internacional y la defensa de los derechos humanos. En ese marco se hacen más comprensibles manifestaciones como la de los católicos checoslovacos, en la medida en que describen una situación dinámica de la Iglesia católica, en la que el desconcertante Juan Pablo II enarbola en ocasiones banderas de tinte progresista que parecen desmentir su habitual comportamiento conservador.
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