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Elecciones y crisis en Bolivia

Un dictador travestido de demócrata

Antonio Caño

En la sede de la Alianza Democrática Nacionalista (ADN), en la avenida Dieciséis de Julio -el Prado-, de La Paz, predominan los colores rojo y negro en emblemas y estandartes. Allí, esforzados funcionarios llevan meses dedicados a fabricarle un nuevo historial democrático a su líder, el general Hugo Bánzer Suárez, de 59 años de edad, indiscutible miembro de esa saga de dictadores latinoamericanos forjados en la sistemática violación de los derechos humanos.

Como buena parte de ellos, Bánzer pasó, en 1955, un período de aprendizaje en la entonces zona norteamericana del canal de Panamá y realizó cursos de Estado Mayor en Argentina, Estados Unidos y Brasil.

Durante los tres últimos años, Bánzer ha esperado pacientemente en su hacienda de 500 hectáreas de Santa Cruz -región fronteriza con Brasil, de la que es natural- ver pasar por delante el cadáver del Gobierno de izquierdas. Sus rivales políticos le han hecho desde el poder la mejor de las campañas electorales.

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Él, mientras, se ha entretenido paseando a caballo, jugando con los nietos que le han dado sus cuatro hijos y leyendo a sus autores favoritos: Ernest Hemingway y Mario Vargas Llosa. Profundapiente anticomunista y nacionalista, el general Hugo Bánzer ha ofrecido un Gobierno de firmeza y una economía ultraliberal.

Tuvo la primera oportunidad para demostrar su vocación pronorteamericana en 1967, al ocupar el cargo de agregado militar en la Embajada de Bolivia en Washington. La última, en 1984, durante la campaña para las elecciones presidenciales en Estados Unidos cuando acudió como invitado a la convención del Partido Republicano.

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Tras un primer compló fracasado contra el general progresista Juan José Torres en enero de 1971, Bánzer fue expulsado a Argentina donde organizó el golpe que le lle varía definitivamente al poder el 22 de agosto de ese mismo año Torres fue asesinado cinco años más tarde por un comando paramilitar en Buenos Aires.

Todos los que ayudaron a Bánzer a tomar el poder fueron desapareciendo paulatinamente de la escena política, incluido su hom bre de máxima confianza, el que más contribuyó al triunfo del golpe, el general Andrés Selich, muerto a golpes en la casa del ministro del Interior Arce Carpio, pocos meses después de que él mismo fuese destituido de ese cargo tras enemistarse con Bánzer.

En los primeros años del Gobierno de Bánzer, éste actuó conforme a las reglas de una dictadura militar. Miles de personas fueron encarceladas o expulsadas del país, la actividad sindical fue prohibida, cientos de opositores desaparecieron. En enero de 1974, los disparos al aire de las tropas de Bánzer causaron 200 muertos entre los campesinos que se levantaron contra el régimen militar en el valle de Cochabamba. Fue la famosa matanza de Tolata.

La llegada de un correligionario suyo, Augusto Pinochet, al poder en Chile le hizo concebir esperanzas de éxito en lo que había sido su principal bandera patriótica: la reivindicación de una salida al mar para Bolivia. Pero las buenas relaciones iniciales con el dictador del tradicional enemigo del Sur se enfriaron rápidamente y Bánzer tuvo que admitir su fracaso. Muchos ven en ello una de las razones de su caída en 1978, sustituido por su ministro del Interior, general Juan Pereda.

En 1981, tras el golpe de Estado sangriento del general Luis García Meza, fue expulsado del país, al que volvió un año después gracias al escrúpulo con que entendió la democracia el presidente Hernán Siles Zuazo.

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