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Ejercito boliviano presiona a Siles para que acepte las elecciones del domingo

Toda la tarde paceña fue ayer una salsa de rumores alarmistas para todos los gustos: dimisión del presidente Hernán Siles Zuazo; renunda del candidato presidencial del oficialista Movimiento Nacional Revolucionario de izquierda, Roberto Jordán Pando; pedido de alejamiento en sus funciones del secretario general de la Central Obrera Boliviana, el legendario y anciano Juan Lechín... Pero ya en la mañana era pública en los círculos políticos la presión del Ejército sobre el presidente Hernán Siles para que dejara de hacer evoluciones sobre el alambre y consumara sin más las elecciones del domingo.

El Congreso boliviano -diputados y senadores- no alcanzó el jueves ni siquiera el número suficiente de asistentes para abrir la sesión; sólo 47 diputados, de 130, y cinco senadores, de 27, concurrieron a la cita extraordinaria del Gobierno para tratar del aplazamiento de las elecciones de mañana hasta el 15 de septiembre, por presuntas irregularidades en la confección del censo electoral.A primera hora de la tarde de ayer, tropas de Infantería acordonaron preventiva y suavemente -permitían el paso de personas y vehículos- las bocacalles de acceso a los palacios legislativo y presidencial, en el temor de marchas multitudinarias, a favor o en contra de las elecciones, sobre el Congreso o la Casa del Gobierno. No hubo tal ni se registró el menor incidente, pese a que el centro paceño era recorrido por caravanas de camiones, camino de los mítines finales de la campaña electoral.

Falta de quórum

La cita extraordinaria en el Congreso resultó patética. Sólo faltó que se fuera la luz. El presidente del Senado, Julio Garret, candidato a la vicepresidencia, junto a Paz Estensoro, por el Movimiento Nacional Revolucionario Histórico, pasé lista y contabilizó con estupor la presencia de dos senadores y cuatro diputados. Tras un cuarto intermedio, y llegado al hemiciclo el presidente de la Cámara de los Diputados -y del Congreso-, Samuel Gallardo, procedió a un segundo recuento, encontrando presentes a 5 senadores y 47 diputados.

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Ante la evidente falta de quórum, algunos parlamentarios comenzaron a golpear sus escaños pataleando en el suelo mientras de las tribunas oficiales se retiraban los embajadores presentes. El presidente congresual, Gallardo, abandonó el palacio dejando en manos de un secretario del Parlamento la prosecución del fúnebre areópago gran comisión. A los gritos, una pequeña multitud de miembros del Partido Comunista Boliviano abandonó las tribunas del público seguida por varios parlamentarios. Y el nonato congreso extraordinario se disolvió por los pasillos como una pastilla efervescente en un vaso de agua caliente.

Mientras en las calles, ajenas al intento congresual, se cerraban los mítines electorales como si nada estuviera ocurriendo en el palacio legislativo, el ministro del Interior, Gustavo Sánchez, y el canciller, Edgar Camacho, organizaron precipitadamente una conferencia de prensa en el salón de los espejos del palacio del Gobierno para explicar que, pese a las irregularidades constatadas en la confección del censo, el Gobierno "cooperará con todos los medios a su disposición para que la realización del acto elegionario se lleve a efecto en los mejores términos, de manera pacífica y dentro del espíritu de comprensión y concordia".

Antes del teatrillo congresual, el jefe de las Fuerzas Armadas bolivianas, Simón Sejás, y los comandantes en jefe de las tres armas habían emitido un comunicado de cuatro puntos dirigido a la opinión pública, en cuyo segundo apartado afirmaban taxativamente: "Luego de un análisis exhaustivo de la situación actual y tomando en cuenta la descomposición social que se viene observando, tenemos la firme y unánime convicción de apoyar y agot ar todos los medios posibles para la verificación de los comicios electorales establecidos por ley de la República para el 14 de julio del año en curso".

Cabe destacar que tan amenazador empeño por parte de la cúpula de las Fuerzas Armadas bolivianas porque se celebren las elecciones del domingo es ajeno a la estimación generalizada de que los comicios serán ganados -por mayoría simple- por el ex dictador general Hugo Bánzer. El general Sejás ha tenido un buen entendimiento con el presidente Siles Zuazo, mientras que Hugo Bánzer no oculta su desprecio por su camarada de armas, que durará poco en su cargo si el antiguo tirano recobra electoralmente la presidencia de la República.

Dos viejos compinches

La elección de mañana está decidida entre los dos viejos compinches del golpe militar que derrocó al bienintencionado general Torres -una suerte de Torrijos boliviano posteriormente asesinado por la Triple A en Buenos Aires-: el general Bánzer, líder de Acción Democrática Nacional, y el múltiple ex presidente Víctor Paz Estenssoro, jefe del Movimienio Nacional Revolucionario Histórico, antiguo revolucionario moderado, no marxista, y hoy defensor de tesis de centro derecha.

Bánzer va en cabeza, con una estimación de votos del 40%, y Paz Estenssoro, en segundo puesto, con 10 puntos menos. Bánzer arrambla con todo el descontento social de las clases medías -las relativas clases medias bolivianas-, hartas de un Gobierno de izquierdas, que, a fuerza de ceder terreno a los sindicatos obreros y campesinos, ha profundizado la crisis histórica heredada y ha terminado de postrar a una nación secularmente descompuesta.

La televisión emite continuamente testimonios de los ciudadanos que fueron arbitrariamente encarcelados bajo la dictadura de Bánzer, de quienes sufrieron atroces torturas y de aquellos que vieron asesinar a sus deudos bajo la égida del general ahora convertido a la democracia. Es una propaganda cierta y excelente, pero que no surtirá efecto ante la necesidad de autoritarismo que reclaman sectores urbanos de la población machacados por la revolución permanente que pretenden los trotskistas, y nada felices ante la presentación electoral de 40 partidos de izquierda, entre los que se incluyen tres frentes populares.

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