Boyer exigió inicialmente la crisis a Felipe González para completar la política de ajuste económico
La crisis del Gobierno fue exigida en su origen por Miguel Boyer, ex ministro de Economía y Hacienda, como un factor imprescindible para completar la política de ajuste iniciada en diciembre de 1982. Los planteamientos del ex ministro convencieron a Felipe González, que dio luz verde a la entonces denominada remodelación del Gabinete. Boyer planteó la necesidad de acometer la contención del déficit público, el tercero de los elementos básicos en el esquema que se había marcado para lograr la estabilización de la economía española. El elemento último que desencadenó su dimisión fue la negativa a concederle el cargo de vicepresidente, que él consideraba imprescindible para poder imponer sus criterios a los restantes ministros económicos.
La crisis de Gobierno cerrada el jueves por el presidente Felipe González no es sino una crisis aplazada un año. Entonces fracasó por la indiscreción del ministro de Economía y Hacienda, Miguel Boyer, que en Santander, en una comida celebrada el 27 de junio de 1984 en la universidad Menéndez Pelayo, avanzó la inminencia y el alcance de la remodelación del Gobierno, que -según afirmó- no tardaría en producirse. Fue un paso mal calculado, porque no contaba entonces con los argumentos que, 12 meses después, inclinarían al presidente a apoyarle.La política económica iniciada por Miguel Boyer en diciembre de 1982, con la devaluación de la peseta en un 8%, tenía tres pilares básicos: conseguir el equilibrio de la balanza de pagos, rebajar sensiblemente la inflación y reducir el déficit público, que se acercaba al 6% del producto interior bruto.
Tras dos años y medio, el Gobierno ha logrado el equilibrio en la balanza de pagos, con un superávit de 2.500 millones de dólares en 1984 y se prevé una cifra similar para 1985. La inflación, que en 1982 permanecía estancada por encima del 14%, se redujo hasta el 9% en 1984, como consecuencia de la puesta en práctica de una política monetaria restrictiva.
Fuentes de Economía, que califican de excelentes los resultados conseguidos en la balanza de pagos y de razonablemente buenos los efectos sobre la inflación, admiten, sin embargo, que enel campo del déficit público lo realizado es muy pequeño: "Se hizo únicamente lo imprescindible para permitir que la economía española, atacada en muchos frentes a la vez, continuara respirando".
En junio de 1984 la apuesta de Boyer resultó prematura. Todavía no podía esgrimir definitivamente a su favor el excelente comportamiento de las exportaciones en 1984, no había certeza del comportamiento positivo de la inflación tras el fuerte rebrote de junio y julio a causa de los productos alimenticios y su actuación despertaba rechazos en el seno del equipo ministerial y fuerte contestación en UGT.
Además, el comportamiento del paro era más que preocupante 1984 fue un año en el que el número de desempleados aumentó en 436.000 personas, de ellos, 200.000 en el primer trimestre y 158.800 en el último. En ciertos sectores del Gobierno y también en el partido se veía con recelo la acumulación de poder en un ministro que consideraba imprescindible imponer unas medidas para algunos, cuando menos, discutibles.
Reducir el déficit
Con el bagaje de los "brillantes resultados" conseguidos en 1984, si se dejan al margen la negativa evolución del empleo y la fuerte caída del consumo interno, Miguel Boyer vuelve de la asamblea anual de la OCDE, celebrada en París los pasados 11 y 12 de abril, con los argumentos suficientes sobre la necesidad de dar cuanto antes los pasos por él planteados. El objetivo básico de 1986 era limitar los gastos presupuestarios por debajo de la inflación prevista para reducir el déficit del sector público. Al tiempo, proceder a tomar algunas medidas liberalizadoras.Antes de París, en petit comité, Boyer, con alguno de sus colaboradores y con la ayuda del gobernador del Banco de España, Mariano Rubio, había debatido las primeras medidas a adoptar para reactivar una economía con un crecimiento sensiblemente inferior al previsto. La seguridad en el control de la situación política por parte de Boyer dio pie a que el paquete de medidas económicas de abril fuera insinuado por Mariano Rubio un mes antes. Este giro se estaba fraguando al margen de los restantes ministros económicos. Sólo al regreso de la conferencia de la OCDE hubo una reunión en la Moncloa -casi con seguridad el 15 de abril- en la que participaron Felipe González, Miguel Boyer, Carlos Solchaga y Joaquín Almunia, además de Mariano Rubio y Luis Ángel Rojo, gobernador y director general del Banco de España, respectivamente.
La oposición a las medidas liberalizadoras de abril por parte de algunos ministros, significadamente Campo y Barón, hizo madurar la idea de que el reajuste ministerial debía abordarse sin retraso. Sobre Boyer pesaban ya los continuos enfrentamientos que mantenía con los ministros del gasto, especialmente los titulares de Obras Públicas y Transportes. Las tensiones con Industria y Agricultura estaban ya bajo control. Un último episodio, el enfrentamiento con Julián Campo en el tema de la concesionaria de autopistas, ACESA, lleva a que Boyer plantee a Felipe González la remoción como inaplazable.
Miguel Boyer plantea la remoción sobre la base de los objetivos de política económica y exige su nombramiento como vicepresidente, única forma de ejercer la dirección de la economía y no desgastarse en una disputa continua con los ministros del gasto. El diseño y una gran parte de los nombres propuestos por Boyer fueron aceptados. Pero, en la tarde del martes 2 de julio, el presidente comunica a Boyer que no será nombrado vicepresidente, aunque respaldará su papel como director de la política económica.
La no concesión del cargo, que Boyer mantiene como condición sine qua non, provoca la pérdida de control de la crisis por parte del presidente. Boyer triunfaba en sus postulados y nombramientos y, sin embargo, su firme decisión de dejar el Gobierno obliga al presidente a buscarle un sustituto a toda prisa, como consecuencia, según algunas fuentes, de que Alfonso Guerra se había negado frontalmente desde el primer momento a compartir el cargo de vicepresidente.
Volver como 'salvador'
La espantada de Miguel Boyer Salvador recuerda decisiones similares del ex ministro en el pasado. Y alguien, jugando con el significado de su segundo apellido, recuerda que acostumbra a "marcharse como Boyer y volver como salvador".El nombramiento de Solchaga, el sustituto "lógico" de última hora, se interpreta como una forma de salir del paso ante algo no previsto. Y se cree también que el nuevo ministro de Economía no podrá contar con la misma influencia que su predecesor, hasta el punto que sectores de la Administración hablan ya de una próxima decisión colegiada en la adopción de las medidas económicas.
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