Quién ahuyenta el turismo
He leído en su periódico recientemente que los hoteleros de Menorca tienen dificultades este año con los tour operators ingleses y están llevando a cabo una inteligente operación para atraer turismo nacional a la isla. Quiero llamarle la atención por eso sobre el hecho de que en ocasiones hay actitudes perniciosas para la industria turística que provienen de sus propios responsables. Hace unos días pasé unas cortas vacaciones en Menorca y tuve la desagradable experiencia de comprobarlo por mí misma. En la costa sur de la isla existe un paraje de extraordinaria belleza natural conocido como la cueva del Xoroy. El lugar ha sido ocupado por una discoteca que combina el mal gusto en la decoración con el mal trato al cliente. Hay que decir que el paisaje es tan bello que las agresiones de luces de neón y otros aditamentos no han podido con él. Pero podrán, si no se remedia pronto, las actitudes de quienes regentan el bar. Llegué con unos amigos sobre las diez menos cuarto de la noche y nos cobraron 500 pesetas por persona, con derecho a consumición. A partir de que pagamos, todo fue una lucha. No quisieron servirnos en la mesa, aduciendo que no servían a nadie, "ni siquiera a los extranjeros"; la discoteca no funcionaba aún y prácticamente no nos hicieron ni caso. Cuando decidirnos ir a la barra, a servimos nosotras mismas las consumiciones, tardaron en atendernos, y como una de nosotras se equivocara y pidiera una cerveza -recuerde que costaba 500 pesetas la constinúción- en vez de una limonada, el camarero contestó lisa y llanamente que no le cambiaba la bebida porque no le daba la gana. Ante tanta agresión incomprensible, alguien de nuestro grupo pidió el libro de reclamaciones, y cuál no sería nuestro asombro cuando nos trajeron tres hojas mugrientas con el membrete del Ministerio de Información y Turismo de infausta memoria. El encargado o dueño del local no dio la cara en ningún momento, y nos fuimos un cuarto de hora más tarde después de haber pagado 2.500 pesetas por cinco cañas de cerveza que tuvimos que servimos nosotros mismos en una discoteca sin música y donde hubimos de aguantar un trato verdaderamente vejatorio. Se me olvidaba: el lugar olía fétidamente, como consecuencia de unos vertidos en el mar de las cercanas urbanizaciones.Soy una enamorada de Menorca y sé que cosas como ésta no suceden normalmente en una isla donde la gente es enormemente acogedora y los servicios turísticos tienen una calidad apreciable. Por lo mismo me preocupa más este tipo de actuaciones desaprensivas que desdicen del esfuerzo de los gestores del turismo en la isla. Como me fue imposible protestar en regla, dado el peculiar libro de reclamaciones que me ofrecieron, me he decidido a hacerlo a través de su periódico para que sepa el Fomento del Turismo que no sólo es preciso luchar contra los abusos de los tour operators ingleses, sino también contra la falta de calidad en los servicios y contra la chulería imperante en algunos establecimientos.-
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