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El secuestro del avión de la TWA

Los rehenes celebraron su 'última cena' en Beirut

I. C., La mayoría de los rehenes estadounidenses, para la que debía ser su última noche en la capital libanesa, fueron invitados a una cena de despedida en el hotel Summerland, un lujoso establecimiento hotelero situado entre los campamentos de refugiados y el mar Mediterráneo. Tras aprovechar la ocasión para lavarse y afeitarse en las habitaciones del Summerland, que gozan de unas comodidades inexistentes en las modestas casas de los suburbios shiíes donde estaban alojados, los 32 comensales pusieron también conferencias a sus familias, a las que no informaron de su liberación porque a esa hora aún ignoraban la buena nueva.

La cena de los huéspedes del ministro libanés de Justicia, Nabih Berri, y de una veintena de guardianes barbudos empezó con la entrega por Akel Hamiyeh, jefe militar de la milicia shií Amal, de un ramo de rosas al portavoz del grupo, el tejano Allyn Conwell, y después a los demás norteamericanos.Servidos al borde de la piscina pegada a la playa, los platos fueron abundantes y apetitosos, pero la bebida, sobre todo té, dejó que desear, porque, en aplicación de las rigurosas leyes islámicas, Amal no permitió consumir alcohol en la mesa.

Para los postres, el personal del hotel ofreció una sorpresa a sus excepcionales clientes, presentándoles una enorme tarta en la que había sido escrito con nata "Wishing you back home" ("Con el deseo de que vuelvan a casa").

La sobremesa estuvo dedicada a contestar a las preguntas de los periodistas de la cadena de televisión norteamericana ABC, de la que se rumoreaba que, a cambio de la gran exclusiva, corrió con todos los gastos.

Eran ya las tres de la madrugada del sábado pasado cuando "en un ambiente agradable", según uno de los asistentes, los ex pasajeros del vuelo 847 de la compañía TWA fueron trasladados en autobús a casa de su anfitrión, Berri, que les anunció la noticia de su próxima liberación y se despidió de sus invitados de marca, que, si bien siempre acompañados por sus custodios, han gozado estos últimos días de una limitada libertad de movimiento.

No en balde Conwell, por ejemplo, condujo por el laberinto beirutí el automóvil Mercedes negro de Hemiyeh. Visiblemente orgulloso de la hospitalidad shií, algún que otro miliciano hacía observar, por ello, a los periodistas que "no se les podía llamar rehenes" a los norteamericanos bajo su vigilancia. "Es una exageración".

Prolongar la fiesta

Uno de los prisioneros, Ralf Traugott, quiso prolongar la fiesta y consiguió de sus guardianes que a las cinco de la mañana le condujesen al hotel Commodore, donde se aloja la mayoría de la Prensa occidental en Beirut, en cuya barra del bar charló un rato con los corresponsales.

Traugott, contento de la escapada, expresó su deseo de que "las gentes dejen de pelearse" en Líbano, "porque es un país bonito que se parece mucho en algunos aspectos a Miami, en Florida".

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