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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Carta abierta al señor ministro del Interior

José Antonio Martín Pallín

Como consecuencia de una acción policial contra un joven que se encontraba a su lado, Luis Miguel Alonso intervino tratando de interesarse por los motivos de la detención de dicha persona. Sin ninguna explicación, fue a su vez detenido y esposado por otro policía nacional y conducido junto al otro joven al aparcamiento subterráneo de unos grandes almacenes próximos al lugar.Durante la conducción, Luis Miguel Alonso solicitó de manera correcta que se le aflojase la manilla de la esposa porque estaba muy apretada, y por toda respuesta el policía nacional que le conducía la aprisionó varios pasos más, cerrándola con fuerza sobre la muñeca izquierda.

Mientras permaneció en el aparcamiento en compañía de la otra persona detenida y de unos cuatro o cinco policías, ambos fueron golpeados levemente con puños y porras, golpes que iban acompañados de comentarios despectivos hacia sus personas. Posteriormente, fueron recogidos por un furgón policial y conducidos a la Comisaría del Distrito Centro, situada en la calle de la Luna. La llegada a esa comisaría se produjo sobre las 12.30, unos 20 minutos después de la detención, donde se les trasladó a las dependencias contiguas a los calabozos.

20 minutos desde la llegada, el joven detenido junto a Alonso fue requerido por varios policías nacionales para que les acompañase, regresando a los 10 minutos visiblemente congestionado y con marcas rojizas en el rostro, comunicando a Luis Miguel Alonso que le habían hecho desnudar y que había sido golpeado con porras y manos. Instantes después fue requerido a su vez Alonso por los mismos agentes -cinco o seis-, que le condujeron a la rampa de bajada del garaje de la comisaría, y antes de llegar a la última planta le ordenaron detenerse junto a un vehículo aparcado, indicándole que dejara toda la ropa sobre el capó del mismo. Una vez desnudo, uno de los policías le ordenó que hiciera flexiones hasta que él le dijera basta. En este momento, Luis Miguel Alonso se identificó como vicesecretario de la Asociación Pro Derechos Humanos y le manifestó que no iba a hacer ninguna flexión. Ante esta actitud fue conminado a volverse hacia la pared, repitiendo el policía la misma orden, a la que volvió a negarse. Tras unos instantes de vacilación, uno de los policías -cabo- le indicó que se vistiese sin haber registrado la ropa que había depositado sobre el coche.

El señor Alonso solicitó hacer una llamada telefónica a su abogado, José María Mohedano, para comunicarle su situación. Un policía que se atribuyó el papel de intérprete de la Constitución y de la ley, no sabemos si por iniciativa propia o por instrucciones recibidas, manifestó reiteradamente que para esa diligencia había tiempo, ya que disponía de 72 horas. Finalmente, el señor Alonso pudo hablar con su abogado que se presentó sobre las tres de la tarde. La espera estuvo salpicada por comentarios de los policías nacionales que custodiaban los calabozos, en tono jocoso, sobre las excelencias del sistema democrático y de los derechos de los ciudadanos.

Nos limitamos a narrar lo sucedido para que pueda ser valorado por los que lean estas líneas. No tratamos, señor ministro, de imponer a nuestros conciudadanos, aunque desempeñen funciones públicas, la adhesión inquebrantable a un sistema político determinado, tentación más propia de otras épocas que de un régimen de libertades.

Pero las reminiscencias del pasado no se acaban aquí. El ciudadano detenido junto a nuestro compañero de Junta Directiva decidió presentar una denuncia por los malos tratos recibidos, actitud que fue respondida inmediatamente por la policía con el usual atestado imputando a ambos la participación en piquetes de huelga, resistencia e insultos a la Policía Nacional. En nuestros informes anuales hemos hecho referencia a las prácticas policiales irregulares, y lamentablemente nos encontramos ante la constatación directa de los métodos que ya denunciábamos en la página 26 del informe de 1984.

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Esperamos que este incidente, cuyas consecuencias fisicas para el señor Alonso no han pasado de una huella en la muñeca izquierda, nos haga reflexionar a todos sobre la necesidad de corregir determinados hábitos policiales, incompatibles con una sociedad democrática.

José Antonio Martín Pallín es presidente de la Asociación Pro Derechos Humanos y firma esta carta en nombre de su Junta Directiva.

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