El dúo Kraus-Scotto o el triunfo de la inteligencia

El tenor Alfredo, Kraus y la soprano Renata Scotto, acompañados por la Orquesta Sinfónica de Radiotelevisión Española, dirigida por el maestro Brian Salesky, clausuraron el segundo ciclo de grandes recitales líricos en el Teatro Real. El programa, tratándose de dos divos operísticos, no podía salirse del círculo mágico que, entre otros, definen Donizzetti, Verdi, Massenet y Puccini. Con unos u otros matices, fue una noche de puro belcantismo.Hay llenos y llenos. Los que provoca Kraus -en este caso también Renata Scotto- desbordan cualquier previsión y la sala no aparecía ocupada, sino enracimada por un público mayoritariamente entusiasta de los dos grandes cantantes, adicto a su manera de hacer, y apasionado por el gran repertorio, algunos de cuyos fragmentos alternaban con trozos instrumentales de Verdi, Mascagni, Bicet y Puccini.

Aunque Kraus y la Scotto proceden del mismo magisterio de la profesora española en Milán Mercedes Llopart, sus personalidades artísticas no son homologables. Hay en el español una tendencia magistral a la pureza capaz de desnudar cuando canta de toda ganga exteriormente teatral; la soprano de Savona siente en todo momento la tentación de representar y al ceder, se ve afectada la misma pureza de la línea musical aunque estén garantizadas los aplausos. En algún caso, peligroso por naturaleza como es el de la Manon, las cosas rozaron lo abusivo y el dúo Oui, je fus cruelle et coupable enfrentó la pasión desbordada de Manon a la contención, no por ello carente de intensidad, del Caballero des Grieux.

Contrastes

Lo curioso es que la diversidad se resuelve en un interés evidente, pues bien sabemos que en música los contrastes y aún las contradicciones suelen resultar bien: No lo dio, por imprecisión en el agudo, el final del primer acto de La Boheme, número que no me parece demasiado acto para seleccionar en concierto si antes no se han cantado los dos racontos. Pero la Scotto, bien defendida por Kraus, aprovechó los aplausos para recomponer su versión repitiendo el fragmento como propina.

Los puntos más altos del inevitable tutti frutti que es un concierto apetístico si no se programa con la debida cohesión, fueron por parte de la Scotto las arias de Don Carlos y Tosca. Especialmente después del Visi d'arte volaron unos aplausos que estaban deseando despegar, lo que sucedió con Recóndita armonía de Kraus.

La gran lección de Kraus es, sobre todo, la de su sabiduría. Tan alta que mantiene su arte con brillantez cuando ya ha remontado sobradamente la cincuentena, lo que en gran medida hay que reconocerle a la Scotto. Escuchar una actuación tan bella a dos figuras constituye doble placer: el del arte mismo y el del triunfo de la inteligencia. Sabia y expresiva fue el aria del Trovador de nuestro compatriota y más que lucidos los dúos de Lucía y Madame Bulterfly. Una gran noche a la que prestó una eficaz colaboración la Sinfónica de RTV y el director Selasky.