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EL VALOR DE LOS PUEBLOS

El valor de los pueblos

Taramundi, el Bajo Maestrazgo y la Vera rehabilitan sus casas labriegas como hospederías para veraneantes

Sobre el turismo rural hay equívocos tan bastos como las eras. Algunos piensan que sólo visitan los pueblos gente pobre que a duras penas llega a fin de mes, o quienes, a falta de medios para alquilar un apartamento en la costa, no les queda más remedio que ir a la cuna de sus antepasados, donde la familia proporciona gratis casa y comida.Pero no hay equívocos sobre las pésimas condiciones de los pueblos españoles, para acoger a vecinos y forasteros con unos niveles de confortabilidad aceptables.

Los accesos suelen ser angostos y tortuosos, cuando no están salpicados de baches. El agua escasea o el sistema de alcantarillado y saneamiento se encuentran como en la Edad Media. El régimen de comidas se mantiene como si los labradores continuaran pendientes del sol y al servicio de herramientas primitivas que sólo permitían explotar a tierra a fuerza de desgastar 5.000 calorías diarias de potajes.

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A pesar de estas condiciones, en verdad no siempre generales, eligen pasar sus vacaciones en pueblos 3.600.000 españoles. Más de la mitad -un 67%- procede de Madrid, Cataluña y País Vasco; dos tercios repiten pueblo todos los años, pues un 36% se queda bastante satisfecho de la experiencia, y la mitad más uno ha disfrutado del verano a plena satisfacción.

En contra de lo que se cree, estos veraneantes pertenecen a la clase media y media-alta, tienen menos de cuarenta años y van por parejas; más del 11% poseen título universitario, y, el doble, estudios medios. Podrían ser muchos más si las carreteras fueran mejores, las casas de los pueblos tuvieran aseos y se habilitara un sistema, el que fuera, para calentar los interiores en invierno.

La demanda de plazas hoteleras en el campo es muy superior a la capacidad de los pueblos para satisfacerla, entre otros motivos porque los labradores supervivientes bastante han tenido con mejorar sus propias condiciones de vida y dedicar sus menguados ahorros a sustituir sus aperos tradicionales por tractores o mulas mecánicas.

Ese aparente abandono estético del campo, frente el desmesurado y arbitrario crecimiento de las ciudades, ha preservado de la piqueta ejemplos maravillosos de urbanismo rural. Por fortuna para quienes aprecian la magia de la arquitectura popular, todavía se mantienen intactos muchos de estos ejemplares.

¿Cómo hacer compatible la rehabilitación de edificios singulares destinados en, origen a vivienda-cuadra- almacén con el -uso ocioso de sus potenciales ocupantes urbanos? Ése es el empeño en el que se han embarcado tres comarcas españolas apoyadas en los resultados de una encuesta sobre turismo rural realizada en 1983 por un equipo del Consejo de Investigaciones Científicas que dirige Venancío Botes.

La encuesta demostraba que los veraneantes en pueblos no son tan pobres como parece ni tantos como quisieran. Con estos datos como punto de partida surgió en el equipo de Botes la idea de satisfacer esa demanda potencial creando un dispositivo empresarial mixto público-privado que lo pusiera en marcha a través de un programa piloto en varios puntos dispersos de la geografía española.

En principio, las comarcas seleccionadas para ese programa de rehabilitación turística rural eran el concejo de Taramundi, en los confines de Asturias con la provincia de Lugo, y la comarca de la Vera, que agrupa a 18 municipios de la provincia de Cáceres. La Secretaría de Turismo apoyó la idea y, tras convocar un concurso nacional, ha incorporado al programa seis pueblos de la sierra de Gúdar y el Bajo Maestrazgo turolense. Para todos ellos ha dispuesto la subvención a fondo perdido de 52,2 millones de pesetas como aportación estatal en las tres sociedades creadas para rehabilitar, gestionar y comercializar este nuevo tipo de oferta turística rural.

La participación de mancomunidades o ayuntamientos y particulares en estas sociedades ha sido desigual. Quienes han acogido la empresa con mayor ímpetu

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ene de la página 45 han sido la Sociedad Integral de Taramundi (Asturias) y Veratur, SA (Extremadura), impulsadas por las consejerías autonómicas de Turismo y el empeño particular de Venancio Botes, inspirador de la idea y partidario de la intención de la Administración en la gestión de estas empresas.

En otros países europeos esta iniciativa ha tenido más éxito que la modalidad de vacaciones en casa de labranza. Entre otras razones, porque se ha utilizado como estímulo para frenar el deterioro o la pérdida de casas de campo con algún valor arquitectónico, aunque fuera popular. Es el caso de Francia, que dispone de 110.000 plazas hoteleras rurales; de Alemania Federal; del Reino Unido, con 23.000 plazas de las llamadas bed & breakfast; de Grecia, donde se han establecido 217 comunidades en 21 islas, en virtud de 650.000 prestamos agrícolas de 675.000 pesetas, a devolver en 20 años y a un interés del 7%. Ejemplos similares se encuentran en Irlanda y en el norte de Italia.

De los tres proyectos españoles, el más avanzado es el de la Vera, una comarca que ya cuenta con un turismo estacional veraniego de tradición (más de 100.000 habitantes frente a 35.000 residentes). Es también donde los particulares han presentado una oferta más numerosa de casas para acogerse a este sistema de remodelación turística. Hasta la fecha, el equipo de arquitectos encargado de seleccionar los edificios, ha efectuado el estudio de los anteproyectos de ocho casas, con seis plazas cada una, cuya rehabilitación estará concluida para el año 1986, plazo para el que se prevé la ejecución de la primera fase de los planes de Veratur. El plan se completará en 1989 con la incorporación de treinta casas singulares más, cuya restauración alcanzará un coste global de 173 millones de pesetas, a razón de una media de tres millones. Unas serán adquiridas por la sociedad Veratur y pasarán a engrosar su patrimonio; otras serán devueltas a sus antiguos propietarios una vez que la sociedad, al cabo quizá de los 20 años, haya amortizado las inversiones.

La tarifa que ha establecido Veratur para el alquiler de las primeras plazas disponibles es de 1.000 pesetas por persona/día en la temporada alta y 833 en la baja. Con estos precios, vivir las vacaciones en una especie de parador particular-monumento nacional no será muy barato, pero sí la salvación para algunos edificios que abandonaron quienes ahora ansían recuperarlos.

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