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España puede renegociar los términos del acuerdo alcanzado, nada más producirse su ingreso en la CEE

Andrés Ortega

En vísperas de la firma de¡ tratado de adhesión de España y Portugal a la CEE, un secreto a voces corre por los pasillos de Bruselas: la renegociación de los términos de la adhesión es inevitable. Y podría comenzar ya en marzo de 1986 con la primera negociación a doce de los precios agrícolas. Los términos de las anteriores ampliaciones se han teñido siempre que renegociar. Fue el caso del Reino Unido y lo mismo ocurrió después con la adhesión de Grecia.

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En medios comunitarios se da por seguro que esta renegociación afectará asimismo a Portugal para paliar los efectos negativos que puede tener para la nación lusa el ingreso en la CEE. A menudo, sin embargo, esta renegociación no ha versado sobre el texto del acuerdo, sino sobre compensaciones a acordar por sus efectos Pues hay cosas que se pueden renegociar por simple acuerdo de los diez, pero otras requerirían ratificación parlamentaria de los países miembros.En medios comunitarios se reconoce abiertamente la dureza con que ha sido tratada la agricultura española. Por ello se habla de marzo de 1986.como una primera ocasión de renegociación. Más lejos en el tiempo hay otra posibilidad, pues las arcas de Bruselas van a volver a vaciarse en 1987, a pesar del aumento un año antes de los recursos propios de la CEE a partir del 1 de enero de 1986. Y para volver a ampliar estos recursos será necesaria la unanimidad. No hay duda de que España tendrá muchas más armas desde dentro que desde fuera de la Comunidad Económica Europea.

Sólo los detalles

La renegociación sólo podrá versar, si inevitablemente llega, sobre detalles. El marco general del período transitorio se mantendrá. Pero también hay que acostumbrarse al hecho de que la verdadera negociación permanente empieza ahora. Pues la CEE es eso: una negociación permanente. Hablar de renegociación puede parecer exagerado cuando aún no se ha acabado de negociar, no ya los temas que quedan por decidir en el plazo que media entre la firma y el ingreso, sino el propio texto del acuerdo y del acta de adhesión que se firmará mañana.

Durante tres días y tres noches después de que Manuel Marín diera por concluida el viernes de madrugada la redacción del tratado de adhesión se ha proseguido este proceso, con reuniones incluso ayer. Algunos gazapos se han corregido. Otros quedarán permanentemente. Y todas las erratas no han sido subsanadas. Tanto, que la parte española regresará casi inmediatamente después de la firma -incluso se hablaba del mismo jueves- para proseguir esta labor.

Dicen que el fantasma de don Miguel de Cervantes Saavedra anda estos días pellizcando dolorosamente a funcionarios de la CEE y a Manuel Marín y su. equipo por la tortura que supone para la buena lengua castellana el texto del acta y del tratado de adhesión.

Un ejemplo, entre otros, sería el título de la declaración común, "relativa a la aplicación en España de medidas socioestructurales comunitarias en el sector vitivinícola así como a las disposiciones que permiten determinar el origen así como el seguimiento de movimientos comerciales de vinos españoles". Un poco más y meten un así como más. Pero ni una coma ni una y. No hay tiempo ya para corregirlo.

1.200 páginas

Pero para algunas correcciones de estilo -han sido unas 1.200 páginas escritas con prisa- las cosas se quedan como estaban por falta de tiempo. Los españoles volverán a Bruselas a corregirlas inmediatamente después de la firma y hacer que los barcos se ajusten a adjetivos y artículos masculinos y no femeninos.

El caso es que el texto estará listo y completo para la firma, señalan medios españoles, en castellano, portugués, francés e inglés. Las traducciones en los otros cinco idiomas oficiales de la CEE ampliada estarán listas, se asegura, en unos días, para permitir su ratificación en los Parlamentos.

Dicho sea de paso, España se adhiere a la CEE mañana por la mañana en Lisboa, ya que allí pondrán su firma los doce. La repetición posterior de la firma en Madrid tiene valor protocolario y político. En cualquier caso, la situación -firmar dos veces- la impusieron los portugueses por razones electoralistas. España estaba dispuesta a firmar en Bruselas, Roma y otra ciudad representativa de la CEE.

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