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Reportaje:

Oriente Próximo, una esperanza para la paz

Estados Unidos acoge favorablemente la iniciativa jordano-palestina

El engranaje de un proceso de paz parece haberse puesto en marcha, en Oriente Próximo, pero, aunque EE UU y ciertos sectores del Gobierno de Israel estén aparentemente dispuestos a no dejar pasar la oportunidad que les brinda el rey Hussein de Jordania, respaldado por la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), quedan aún varios escollos por vencer para que las partes implicadas en el conflicto árabe-israelí puedan sentarse en una mesa de negociación.

Escaldada por su derrota diplomática y militar en Líbano, la Administración del presidente Ronald Reagan no habría reabierto, probablemente, el informe árabe-israelí si del reencuentro entre dos hombres, el rey Hussein y Yasir Arafat, no hubiese surgido, en febrero, una "fórmula política de acción conjunta" que el rais egipcio Hosni Mubarak transformó en un proyecto coherente de negociación.Quedaba entonces por convencer a Washington de que valía la pena retomar la iniciativa diplomática en el atolladero de Oriente Próximo, lo que tres visitas sucesivas a la Casa Blanca de jefes de Estado árabes -el rey Fuhd de Arabia Saudí en febrero, Mubarak en marzo y Hussein en mayo- han conseguido, aparentemente.

En la carta que el primer ministro israelí, Simón Peres, recibió a principios de mes del secretario de Estado norteamericano, George Shultz, éste dejó claro que EE UU se dispone a mantener en las próximas semanas conversaciones preliminares con Una delegación conjunta jordano-palestina, y el miércoles pasado, Mohamed el Jatib, ministro hachemí de Información, daba incluso a entender que este diálogo se iniciaría el mes próximo en Amman.

Para que en el caluroso verano de la capital jordana personalidades palestinas discretamente designadas por Arafat, pero no afiliadas a la OLP, se sienten frente al secretario de Estado adjunto norteamericano Richard Murphy, el viejo líder de la resistencia ha multiplicado las concesiones.

Privado de una capital como Beirut, desde donde pudo dirigir a la OLP con cierta autonomía de cara a los países árabes, acosado por el ala marxista dé su organización y por la disidencia en sus propias filas fomentada por el régimen sitio, deseoso de apadrinar a la resistencia palestina y consciente, según Hussein, de la acumulación de "sufrimientos y destrucciones", Arafat no ha tenido más remedio que echarse en brazos de los árabes moderados.

Con ese campeón del pragmatismo que es el monarca hachemí firmó el 11 de febrero un documento en el que la OLP renuncia a acudir sola a la mesa de negociación, aceptando formar una delegación conjunta con Jordania, acata implícitamente la resolución 242 de la ONU y delimita su derecho a la autodeterminación en el marco de una confederación con el reino jordano.

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Renuncia a un Estado

Por si aún cupiese alguna duda sobre la actitud conciliadora del jefe de la resistencia, el ministro jordano de Exteriores, Taher Masri, de origen palestino, se encargó esta semana en Washington de hacer una exégesis del acuerdo de febrero, asegurando que "significa que no será creado un Estado palestino independiente", sino un mero Gobierno regional palestino en una Cisjordania asociada con Jordania, en cuyas manos seguirá la política exterior y la defensa.En tono solemne, casi grandilocuente, Hussein lo ha recalcado en más de una ocasión: "Se trata de un avance histórico (...) porque por primera vez desde hace varias décadas existe un claro compromiso árabe a favor de una solución pacífica. al conflicto con Israel". "Es vital aprovechar esta oportunidad".

Para no desaprovecharla, Masri ha expuesto en la capital federal el minucioso plan jordano de negociación que, tras una primera ronda de discusiones entre EE UU y la famosa delegación conjunta integrada por palestinos independientes, prevé la aceptación explícita por la OLP de las resoluciones 242 y 338, que implican el derecho de Israel a fronteras seguras. A cambio, la Administración Reagan reconocería la legitimidad de la central palestina, con la que instauraría, por fin, un diálogo.

Tras estas "maniobras previas de mutua aproximación", como las describía un diplomático, sería convocada una conferencia internacional de paz, en la que participarían ambas superpotencias, bajucuyos auspicios se desarrollaría la negociación directa entre Israel y la representación árabe común, que esta vez incluiría a miembros de la OLP.

Si para Shultz el propósito sincero'del rey Hussein, que "ha ido en sus declaraciones más allá que cualquier otro dirigente, árabe", justifica que su país se adentre inmediatamente por la senda del diálogo con los palestinos -incluso con miembros independientes del Consejo Nacional Palestino (CNP, Parlamento en el exilio de la OLP)-, el jefe de la diplomacia de Estados Unidos sigue poniendo reparos, no obstante, a una conferencia internacional que reintroduciría a la URSS en la región.

Presionado por el monarca hachemí, que considera disparatado marginar a Moscú de cualquier tratado de paz, el secretario de Estado evoca ahora la necesidad de contar con "un cierto apoyo internacional" a la negociación directa, pero confiesa que "ignora la forma que revestiría" y promete reflexionar sobre el asunto.

Reticente, por su parte, al establecimiento de discusiones preliminares entre Washington y los jordano-palestinos, en las que éstos podrían acercar a sus puntos de vista al aliado privilegiado de Israel, el Gobierno de Tel Aviv está también profundamente dividido sobre el marco y los eventuales interlocutores que debe aceptar en una negociación directa.

La derecha nacionalista del Likud se aferra "a los principios de los acuerdos de Camp David", denunciados por Arriman y la resistencia palestina, y rechaza tajantemente entablar cualquier diálogo con supuestos diputados del CNP que, en su opinión, suscriben las mismas tesis terroristas de la OLP.

Ante los periodistas que barajaban los,nombres del jeque Sayeg, presidente del CNP, o de los alcaldes de las ciudades ocupadas de Gaza y Belén como posibles delegados palestinos en las conversaciones, el líder laborista Peres reaccionó, en cambio, con prudencia, afirmando no descartar la discusión con miembros de ese parlamento "siempre y cuando renuncien al terror y a los artículos de la carta de la OLP que preconizan la destrucción de Israel".

"No iremos a comprobar en los cerebros de nuestros interlocutores qué es lo que piensan, pero sí cachearemos sus bolsillos para estar seguros de que no llevan pistolas", precisaba el premier israelí, mientras insistentes tumores indican que han empezado a sondear a los pequeños partidos con vistas a formar, acaso, una alianza alternativa que le permita romper su actual coalición con el Likud para poder seguir adelante por el camino trazado por Estados Unidos.

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