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Vietnam y las relaciones interamericanas

La desconfianza es un factor permanente en la historia de las relaciones entre Estados Unidos y América Latina, señala el autor de este trabajo. El síndrome de Vietnam, que señala la crisis en la política internacional de Estados Unidos, ha dado lugar, por una parte, a un sentimiento de liberación en el sur del continente, mientras que ha endurecido otras posturas al norte; pero en todo caso está claro que la acción norteamericana entraña un mayor vigor conforme más se presenta como un agente de paz y no de guerra.

Los norteamericanos llaman el síndrome de Vietnam a un proceso de duda y disenso engendrado por la intervención militar en el conflicto del sureste asiático. El aspecto más importante de ese síndrome es la crisis del otrora poderoso consenso político que tradicionalmente constituyó el fundamento de la política exterior de Estados Unidos.Si escuchamos a los portavoces oficiales, el impacto de Vietnam sobre la política exterior de Estados Unidos ha sido contradictorio, dependiendo de dónde se coloca el énfasis: en las lecciones útiles ex traídas de esa amarga experiencia o en la intención de diluir el resto de la frustración que el resultado de la guerra provocó en la población norteamericana.

Quienes creen que la experiencia es una llamada a la reflexión para la clase dirigente norteamericana, consideran que los resultados el uso de la fuerza militar y la comprensión de las limitaciones propias de un mundo multipolar pueden expresarse así:

- Conciencia de las restricciones que la interdependencia impone al poderío de Estados Unidos.

- Una actitud más favorable hacia una solución democrática a los problemas de la inestabilidad política en el Tercer Mundo.

- Una mayor comprensión de la realidad internacional y el abandono de la imagen aislacionista de Estados Unidos.

Pese a que estos efectos fueron positivos durante algún tiempo, tanto para los dirigentes norteamericanos como para la comprensión entre Estados Unidos y el Tercer Mundo, se registró posteriormente una abrupta ruptura: una vez más, se recurrió a actitudes arrogantes y unilaterales, consecuentes Con la percepción de un mundo bipolar; una percepción que sólo puede dificultar las relaciones de Washington con sus aliados.

Si limitamos el análisis a los vínculos con uno de esos aliados, América Latina, la primera de aquellas interpretaciones corresponde a los tratados sobre el canal de Panamá, la cooperación internacional, el énfasis en el respeto de los derechos humanos y los incentivos para la democratización del continente como una fórmula eficiente para neutralizar al comunismo. La segunda interpretación corresponde a la posición adoptada durante la absurda guerra de las Malvinas, la intervención en Granada, el énfasis en la lucha contra el comunismo como factor básico en los problemas hemisféricos.

No pueden pasarse por alto las circunstancias que condujeron al conflicto del Atlántico sur, donde se hundió para siempre, entre otras cosas, la llamada doctrina Monroe. Allí se debilitó la credibilidad de una comunidad hemisférica comprometida con la solidaridad, el interés común y las condiciones de igualdad y equidad en el trato entre las naciones.

No se trata de hacer reproches sobre la elección, por parte de la mayor nación del hemisferio, entre este y aquel tratado, este y aquel aliado, o este y aquel interés hemisférico con un criterio estratégico más vasto, aun universal. En cambio, estamos extremadamente defraudados por el hecho de que esta poderosa nación, llamada a tener una posición de liderazgo en el hemisferio, no supo cómo, o tal vez no quiso, prevenir el conflicto. Por el contrario, aprovechó la oportunidad para replantear sus vínculos con la región.

Es necesario señalar sin ambages que la desconfianza es un factor persistente en la historia de las relaciones entre EE UU y América Latina. En un marco de graves errores políticos y negligencia inexplicable, los latinoamericanos hemos sido arrastrados por una irresistible fuerza centrípeta, sin consideración por las normas más básicas de la justicia y el equilibrio internacional.

El latinoamericano medio está impresionado por la falta de comprensión que sobre nuestra idiosincrasia y luchas históricas despliegan algunas veces los dirigentes norteamericanos" así como por las políticas erróneas que esa incomprensión provoca. No se entiende que nuestra lucha para alcanzar niveles satisfactorios de libertad y dignidad explican por qué, entre otras cosas, los regímenes dictatoriales latinoamericanos están siempre asociados con Estados Unidos.

Actitud errática

Es sabido que sólo cuando estalla un grave conflicto en la región se renueva el interés y la preocupación por América Latina: es cuando se conciben iniciativas para mejorar las relaciones.

Estoy convencido de que esta actitud errática en las relaciones entre Estados Unidos y América Latina está originada en la desconfianza, resultando a su vez de un paternalismo intolerable.

A los latinoamericanos, la experiencia de Estados Unidos en Vietnam nos permite reflexionar e identificar los elementos necesarios para un tipo diferente de relaciones internacionales. La causa de la libertad y la democracia debe ser defendida en aquellas áreas donde está amenazada, sea por la pobreza, el hambre, la opresión o el uso de la fuerza.

Para nosotros, Estados Unidos actúa con mayor vigor democrático cuando lo hace como agente de la paz, cuando comprende el derecho a la autodeterminación y cuando establece una relación más equilibrada con las naciones en desarrollo.

Los países centroamericanos presencian un drama de guerra y conflictos, con reminiscencias de Vietnam, mientras los países del Grupo de Contadora tratan de imponer la razón y el diálogo.

Junto a Contadora se alinean nuevamente los pueblos latinoamericanos y la conciencia norteamericana, pidiendo una verdadera voluntad política que demuestre con hechos que las lecciones de la guerra de Vietnam fueron realmente asimiladas.

Es necesario desarrollar la capacidad para efectuar consultas y negociaciones, con el propósito de identificar y consolidar enfoques políticos y estratégicos comunes. Hasta ahora se ha ignorado la capacidad multilateral de apreciar la interrelación que vincula a todas las áreas donde un esfuerzo hemisférico es posible, cayéndose así en el bilateralismo.

Carlos Andrés Pérez es ex presidente de Venezuela y vicepresidente de la Internacional Socialista.

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