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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Freno a los gastos militares norteamericanos

LA DISCUSIÓN de los presupuestos militares norteamericanos se ha desarrollado este año en unas condiciones bastante diferentes de las que predominaron en años precedentes. En esta ocasión la presión del Congreso para disminuir las demandas de aumento de fondos del Pentágono y de la Casa Blanca ha sido particularmente fuerte. Y ha sido así, desde luego, por parte de los demócratas, que tienen mayoría, pero también por parte de muchos legisladores republicanos. La decidida oposición de la mayoría de los congresistas al aumento de los gastos militares para el próximo ejercicio fiscal es, por supuesto, el reflejo de la existencia de problemas de política interior, y sobre todo de la voluntad de disminuir un déficit presupuestario de enormes proporciones. Los órganos de comunicación han puesto de relieve en estos días las proporciones impresionantes que alcanzan los despilfarros a que dan lugar los presupuestos militares de los que el 52% va todavía a parar a gastos de personal-, lo cual matiza bastante el argumento de que los fondos para defensa son poco menos que intocables porque de ellos depende la supervivencia de la patria. Este clima ha facilitado la introducción de cambios sustanciales en las demandas presentadas por Reagan, cambios que, aunque forzados por razones de política interna, tendrán una repercusión evidente en el plano de las relaciones internacionales.Las alteraciones más significativas a las iniciales pretensiones de la Administración han sido la reducción del programa de los misiles MX y la congelación del presupuesto militar global en su nivel anterior. Los MX, cada uno con 10 cabezas nucleares, fueron presentados por Reagan como pieza decisiva para la defensa de EE UU.' Los calificó de "guardianes de la paz" y definió su misión asegurando que deben "volver a dar a EE UU una capacidad de respuesta nuclear que neutralice el incremento de la potencia de la URSS". Pues bien, de los 100 MX pedidos por Reagan (el programa inicial preveía 200) el Senado ha votado su reducción a SO, después de una negociación con la Casa Blanca. Por otra parte, el Congreso ha decidido que el presupuesto de defensa global para 1986 no sea superior al del año anterior, cuando el presidente pedía un aumento en tomo al 8%. Tal decisión deja a EE UU en una situación incómoda, si se recuerda la presión que viene ejerciendo en el seno de la OTAN para obligar a los Estados europeos miembros de la Alianza a aumentar cada año sus presupuestos de defensa.

La actitud del presidente Reagan, sobre todo en el caso de los MX, ha sido muy negociadora; nada parecida, aunque se trataba de sumas muy superiores, a su reacción, por ejemplo, después de la negativa del Congreso a votar los 14 millones de dólares para los rebeldes que luchan. contra el régimen sandinista de Nicaragua. Y su reacción ha sido moderada porque, muy probablemente, las medidas tendentes a reducir el déficit le resultan favorables en un momento en que acaba de lanzar una campaña pública para explicar la drástica reforma- del sistema fiscal norteamericano. Pero ¿no resulta contradictorio que EE UU reduzca a la mitad el más llamativo de sus planes de armamento nuclear cuando no se ha hecho sino insistir en la existencia de una superioridad militar de la URSS y en la preparación de nuevas armas nucleares soviéticas destinadas a un primer golpe? El problema de fondo es que tanto EE UU como la URSS tienen ya, con sus arsenales actuales, una sobrada capacidad de destrucción mutua asegurada, base de la estrategia de disuasión que domina hoy el equilibrio militar de las grandes potencias. Y la evolución que parece apuntarse para la futura estrategia norteamericana no se centra, como en épocas anteriores, en la construcción de armas nucleares más y más potentes, como los MX, sino en la preparación de armamentos de nuevo tipo, y concretamente en la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI), más comúnmente conocida con el nombre de guerra de las galaxias. Por eso, si Reagan y su equipo han sido flexibles en las discusiones con el Senado sobre los misiles MX, mantienen en cambio una actitud rígida en la defensa del proyecto de instalar armas nucleares en el espacio. Es sintomático que el secretario de Defensa, Caspar Weinberger, haya reaccionado con particular energía ante ciertas propuestas que se barajan entre los congresistas de disminuir los fondos para dicho proyecto de armas espaciales.

Los debates sobre el presupuesto militar ha confirmado la incapacidad de la Administración Reagan para lograr su propósito de asentar sobre una base bipartidista algunas de las opciones esenciales de su estrategia internacional. A la vez, empiezan a percibirse, aunque se trata de una perspectiva a largo plazo, síntomas de una evolución de la estrategia de EE UU que puede modificar algunas de las coordenadas de la política mundial de las últimas décadas, así como una tendencia al distanciamiento entre los intereses de EE UU y las necesidades de Europa, tendencia anunciada en varias ocasiones por no pocas voces autorizadas, como la de Henry Kissinger. Ante estos hechos, Europa necesita pensar, y elaborar, soluciones para su defensa que tengan en cuenta no solamente el pasado sino las nuevas realidades que empiezan a manifestarse en la escena internacional.

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