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La presencia de periodistas en el frente de batalla es necesaria, según un informe independiente

Un informe elaborado por una fundación norteamericana independiente, integrada por ex militares y funcionarios, sobre las relaciones entre la Prensa y el Ejército concluye que la presencia de periodistas en las zonas donde combaten soldados estadounidenses no es sólo un lujo, sino una necesidad. Añade el documento que la decisión política que regula el acceso de los medios de comunicación a los escenarios bélicos, así como la censura de las informaciones, debe seguir en manos del presidente de Estados Unidos, y que quienes le asesoren en el tema sean sus ayudantes civiles, y no los militares. El informe augura que si no mejoran las relaciones entre la Prensa y el Ejército de EE UU, la actual tirantez entre ambas instituciones puede desembocar en una clara hostilidad.

La ausencia de periodistas en la invasión norteamericana de la isla de Granada, que fue mantenida en secreto hasta el último momento y donde incluso se negó el acceso a quienes consiguieron acercarse a la isla caribeña durante los primeros días de la operación, fue el síntoma más claro del cambio en las tradicionales relaciones entre el Ejército y los medios de comunicación en Estados Unidos, tradicionalmente glosadas como fraternales, que vivieron su luna de miel durante la II Guerra Mundial. La desconfianza entre unos y otros -los periodistas por antimilitaristas y los oficiales porque atribuyen a la Prensa parte de la culpa en la derrota de Vietnam- ha propiciado ahora este informe, en el que se estudia el tema y se trata de buscar soluciones.La institución que ha redactado el informe -Fundación Siglo Veinte para los Medios de Comunicación y el Ejército- fue creada tras la invasión de Granada en 1983, y ha realizado otros similares sobre temas relacionados con la política y la Prensa. Está integrada por militares retirados y antiguos miembros de la administración norteamericana y para llevar a cabo su trabajo ha hablado con miembros en activo del Ejército, especialistas en el tema y periodistas.

El informe asegura que las actuales relaciones entre los jóvenes periodistas y los oficiales del Ejército de su misma edad no pueden calificarse de cordiales. La falta de conocimiento profundo entre unos y otros, así como las sospechas mutuas, resultan, según el informe, perjudiciales para la nación.

La decisión de impedir el acceso a la Prensa en la invasión de Granada fue tomada unilateralmente por las autoridades militares, y refrendada por el secretario de Defensa, Caspar Weinberger. Los militares lo justifican ahora alegando razones de seguridad. La diferencia en esta ocasión es que desde antes de la II Guerra Mundial las decisiones en este tema habían sido siempre tomadas por los civiles, asumiendo que era al presidente, en su papel de comandante en jefe del Ejército, y a sus asesores civiles a quienes correspondía regular el papel de la Prensa.

El problema estriba en que, tras la invasión de Granada, esta relación se ha roto y ha quedado sin definir. En los meses posteriores a la misma, las quejas de los medios de comunicación norteamericanos consiguieron que la Administración reconsiderara su postura y admitiera que debía darse toda clase de facilidades a la Prensa. El actual informe, que se lamenta de que tras aquellas declaraciones de buena voluntad no se llegara a ningún acuerdo, pide que sea el Congreso norteamericano quien influya para que se restablezca la relación.

Periodistas veteranos

El secretario de Defensa, Weinberger, ha dado el primer paso al aceptar la idea de formar un grupo de periodistas veteranos para que le asesoren, pero se ha negado hasta el momento a apoyar la tesis de que la información es un tema civil que no debe ser delegado, como lo fue durante la invasión de Granada, en los mandos militares arguyendo que la seguridad militar siempre estará por encima de todas las demás razones. El informe por el contrario, insiste en que la seguridad militar no puede impedir en ningún caso la presencia de periodistas en los escenarios bélicos, recomendando todo lo más una serie de reglas a las que deberían ajustarse los periodistas voluntariamente, dejando a los mandos militares los detalles en el campo de batalla.El informe aporta como prueba en favor de la Prensa el escaso número de ocasiones en que la presencia de periodistas puso en peligro operaciones militares durante las guerras de Corea y Vietnam.

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