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Kohl y Mitterrand tratan de reconstruir el eje París-Bonn en el lago Constanza

El canciller de la República Federal de Alemania (RFA), el democristiano Helmut Kohl, y el presidente francés, el socialista Françis Mitterrand, acuden hoy a Constanza, junto al lago homónimo y en la frontera germano-suiza, con la intención de borrar diferencias y limar las asperezas surgidas entre Francia y la RFA durante la cumbre de los siete países industrializados de Occidente que se celebró en Bonn a principios de mayo. Mitterrand desea aclarar lo que en París se califica de ambigüedad alemana occidental respecto a la guerra de las galaxias y al proyecto Eureka y abordar la potenciación de las instituciones europeas.

Las diferencias entre Francia y la RFA fueron tan patentes que ha sido necesaria la convocatoria de esta reunión fuera de programa entre Kohl y Mitterrand antes de la cumbre comunitaria europea del próximo mes de junio en Milán. El eje París-Bonn ha quedado afectado por los distintos puntos de vista sobre la iniciativa de defensa estratégica (SDI) lanzada por EE UU, la reunión de la ronda negociadora del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) y las divergencias dentro de la Comunidad Económica Europea sobre los precios agrícolas.Kohl dijo sí a los planes del presidente estadounidense, Ronald Reagan, sobre el GATT y la SDI mientras que Mitterrand lanzó en la cumbre de Bonn un rotundo no. En el intervalo de las tres semanas transcurridas desde el final de la cumbre de Bonn, Kohl ha tratado de matizar sus posiciones para lograr un acercamiento con Francia y ha vuelto a relativizar su sí a la guerra de las galaxias de Reagan. El Gobierno francés, que aprecio esta matización respecto a la SDI, recibió con todos los honores al ministro de Asuntos Exteriores de la RFA, Hans-Dietrich Genscher, y anunció reuniones bilaterales de los jefes de la diplomacia y de los ministros de Defensa.

Firmes amigos

Los portavoces franceses se apresuraron a asegurar que las aguas volvían a su cauce y que nada importante se había roto. "Bonn sigue siendo nuestro más firme y estimado amigo" decían en el Quai d'Orsay. Todo eran preparativos para esta reunión. Mitterrand, pese a que sus diferencias con Kohl no han desaparecido por completo, desearía volver a presentarse ante la opinión pública europea, y ante la francesa, como el amigo de confianza de la RFA.Los problemas de Kohl proceden de su indecisión política y falta de un programa definido. El canciller de la RFA es un maestro del regate corto, pero la falta de visión amplia le lleva una y otra vez a intentar contentar a su interlocutor de turno sin tener en cuenta las perspectivas globales. Esta continua táctica a corto plazo, sin una visión estratégica, deja al descubierto sus limitaciones políticas, que le tienen empeñado en una política del no sólo, sino también, que en ocasiones -como en el actual caso de Francia- le llevan a quedarse sentado entre dos sillas, entre la SDI estadounidense y el Eureka francés.

Lo importante, desde el punto de vista de París, no serán, sin embargo, las declaraciones de fidelidad y afecto, sino los acuerdos concretos a que se llegue, de puertas para adentro. Francia presentará su factura por el desaire de Bonn: necesita que la RFA apoye sin reservas el proyecto Eureka para la creación de una Europa tecnológica. Hasta ahora, Genscher se ha esforzado en proclamar, tanto en Bonn como fuera de la RFA, que la propuesta francesa es importante y que no entra en contradicción con una respuesta más o menos positiva a la participación en el programa norteamericano.

El ministro de Exteriores habla en términos casi apasionados de la necesidad de que "sólo si París y Bonn ponen el hombro podrá Europa marchar adelante". "Esta comunidad europea", dice "es nuestro destino, y no sólo en lo económico, sino también en política exterior, en la cooperación tecnológica y en la política de seguridad". Falta, sin embargo, que Kohl confirme públicamente las buenas palabras de su ministro y que se comprometa a buscar el dinero necesario para llevar a cabo los planes de Mitterrand. Eso es lo que el presidente francés desearía llevarse de vuelta a París, junto con una declaración en la que Kohl reconozca que la SDI es todavía un proyecto demasiado ambiguo como para darle una respuesta definitiva.

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Mitterrand tendrá que jugar con cuidado sus cartas, porque las circunstancias han hecho que se mezclen muchas cosas en el orden del día. Su entrevista con Kohl será la última antes de que se reúnan en Milán los jefes de Estado y de Gobierno de los 10 países de la CEE. En teoría, el presidente francés debería desvelar allí su iniciativa para reformar las instituciones comunitarias. Desde la cumbre de Bonn, el Elíseo ha mantenido un discretísimo silencio sobre esa iniciativa, como si Mitterrand quisiera convencerse antes de que el apoyo alemán occidental no se ha enfriado.

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