_
_
_
_
Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La larga noche europea

Los dos últimos lustros fueron años de prueba para la unidad europea. Primero, la crisis de materias primas -Europa, sin luz; las ciudades, a oscuras; la mitad de la población, en bicicleta-, la siguiente depresión económica - 13 millones de parados, crecimientos cero- y esta gran depresión solapando ya la revolución tecnológica.La idea de la Europa política cede ante lo acuciante de la situación económica, pero no se abandona. Ingresan Inglaterra, Dinamarca e Irlanda. También Grecia, después de su paréntesis dictatorial. La Europa de los diez ensancha el cuadro de sus instituciones, que culmina con las elecciones al Parlamento Europeo.

El año pasado me paseé- por Europa. Viena y Salzburgo, núcleo importante de la unidad europea, intentada vía de integración dinástica. Austria es la nación más europea, hoy separada de la tarea comunitaria por una neutralidad impuesta. Estrasburgo y Aquisgrán, Heidelberg y Colonia, Bruselas y Brujas, Versalles y París, los centros del pensamiento y la acción de una Europa comunitaria desde Carlomagno hasta Andreotti.

Una Europa que ha superado la crisis energética y afronta con buen pulso el reto de las nuevas tecnologías. Una Europa solidaria que se abre al Tercer Mundo mediante los acuerdos de Lomé. Una Europa esperanzada que incorpora a los países ibéricos y busca en su identidad y fortaleza ser interlocutor de las grandes potencias.

Naturalmente que existen problemas, pero otros problemas distintos a los nuestros. Europa es liberal por individualista y tolerante, comunitaria y solidaria por cristiana, estatista e intervencionista por socialdemócrata. Europa es creadora, soñadora y hasta un poco utópica. Pero del Mayo del 68 francés no queda absolutamente nada. De marxista, una fracción residual. Rodolfo Llopis me contaba una anécdota reveladora: en una reunión de la Internacional Socialista celebrada en Bruselas presidía Spack, y abrió la sesión, con cierto grado de ironía, de esta forma: "Y ahora que no tenemos ningún marxista, pueden cerrar la puerta".

Identidad europea

España, desde el principio de su transición política, proclamó su identidad europea afirmando su voluntad de consolidar su sistema de libertades, homogéneo con el de los países occidentales. Primero, Areilza, reduciendo muros de incomprensión con tesón y brillantez. Después, Oreja, en el primer Gobierno democrático, presentando formalmente la adhesión de Espa1a. El 23-F, paradójicamente, aceleró el proceso al activar el mecanismo de la propia seguridad europea: ésta es la clave de nuestra participación en la OTAN y en otras instituciones de integración europea. El Gobierno socialista dio continuidad al proyecto de política exterior, impulsado en todo momento por la Corona, no sin titubeos y confusión, retomando la que había sido inequívoca actitud de su partido anterior a Suresnes y culminada por el ministro Morán con aciertos indudables; el mayor de ellos, en la línea de una política exterior de España con sentido de Estado.

El presidente del Gobierno lo definió con precisión al anunciar el acuerdo "como la identificación de una gran mayoría de españoles con el ámbito de libertades que defienden los países de la Comunidad".

Si subrayó estos pasos de aproximación mutua hacia la coincidencia es para magnificar la voluntad política de España y la Comunidad Económica Europea en la creación de una Europa unida y proclamar la prioridad de la idea política de Europa frente al concepto de unas naciones que sólo manejan intereses económicos.

Es conocida la anécdota que cuenta cómo reaccionó De Gasperi, una vez acordadas las bases del Tratado de Roma, frente a una comisión de expertos que había recibido el encargo de examinar los hechos más conflictivos y las obligadas transigencias, tarea en la que fracasaron: "La decisión política de hacer Europa", dijo, "ya la tomamos los políticos. Como su función no es impedirla, sino facilitarla, vuelvan con soluciones dentro de otros tres meses".

Anécdota reveladora del propósito y aleccionadora sobre los límites competenciales, casi siempre confundidos por estas latitudes.

Ha habido bloqueos, como el de Atenas, y estímulos varios, como el de Fontainebleau. El último y decisivo impulso tiene lugar en Moscú con ocasión de los funerales de Chernenko: Felipe González, Margaret Tatcher y Kohl, un socialdemócrata, una liberal y un democristiano. ¿Han reparado nuestros políticos en que éstas son las corrientes de pensamiento político europeas y ninguna otra es relevante?

Andreotti y Morán

La instrumentación de los acuerdos en terrenos de política económica y social fueron dirigidos por "la sabiduría romana y la paciencia franciscana" de Andreotti, según dijo Morán, de un tenaz y ordenado trabajo.

El haber enfatizado la política primero sirve a mis propósitos en un momento en que casi todos los articulistas, empresarios, sindicatos y otras asociaciones especulan sobre las repercusiones que nuestra integración en la CEE tendrá en tal o cual sector o región.

Pero ahora creo que el tema político debe complementarse con algunas indicaciones que a mi juicio son importantes.

Las fases de aproximación, a Europa dentro de lo que ha sido un proyecto de política exterior de Estado no han ido acompañadas siempre con acciones paralelas en el ámbito de la política doméstica.

Las urgencias que la propia transición política exigía, un sentido de seguridad en la coordinación de aquélla, los miedos no menos que las ambiciones personales y la apuesta más segura en el re-. parto del *poder, sin duda la opción reformista frente a la rupturista, impulsaron -o quizá obligaron a elegir un modelo de partido de centro creado desde el poder, re juntadas, confundidas todas las fuerzas equivalentes a las que hoy son la práctica totalidad de Europa.

Previamente tuvieron que someterse a un strip tease ideológico en beneficio -seamos benévolos- de la eficacia de la dirección. Una vez se ha dado lo que uno tiene, no le queda nada. Sólo permaneció hasta la disolución total el sentimiento de frustración por el patrimonio entregado y la ruptura de sus propios partidos. Después, en 1982, el centro sociológico, castigando a sus líderes, votó a sus adversarios. También habrá que desandar este camino. La plena integración con Europa al final del período transitorio requiere una estructuración partidista semejante que pueda integrarse en sus respectivas internacionales. Habrá que corregir muchas actitudes y suprimir tics totalitarios, cada vez más frecuentes en los personajes y personajillos de nuestra política. La increíble huida hacia adelante del Gobierno socialista, abriendo situaciones conflictivas en todos los frentes de la convivencia y en las instituciones que garantizaron el equilibrio en el ejercicio del poder, impone un riesgo grave para un sistema de libertades cuando éste es débil y lejos de su consolidación.

La soberanía es del pueblo, pero no la representa en exclusiva la mayoría. De ahí el respeto a las minorías que se protegen con la existencia de los tres poderes clásicos. Es malo para el país tener abiertos tantos frentes. Deberán reducirse cuanto antes o los españoles -si alcanzamos Europada- remos más trabajo a los tribunales internacionales que a las comisiones económicas.

Joan Casals Thomas es empresario y presidente del Fomento del Turismo de Menorca.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_