La enfermedad de Kakuei Tanaka amenaza la tradicional estabilidad de Japón
La tradicional estabilidad política de Japón, dominada por la presencia en el poder de los liberales-conservadores desde las tres últimas décadas, está amenazada como consecuencia de la enfermedad del ex primer ministro Kakuei Tanaka. Entre tanto, el actual primer ministro, Yasuhiro Nakasone, intenta culminar su segundo mandato, hasta octubre de 1987, con una política centrada en aumentar el presupuesto de defensa, mantener el espectacular desarrollo económico y atenuar las críticas de estadounidenses y europeos contra el proteccionismo del mercado japonés.
Kakuei Tanaka, de 67 años de edad, considerado como el shogun (señor de la guerra) de la política japonesa, se encuentra semiparalizado en su casa de Mejirodai, asediada día y noche por los periodistas, en los alrededores de Tokio. Tanaka sufrió un ataque cerebral hace unas 10 semanas. Primero los médicos anunciaron su rápida recuperación. Pero con el transcurso de los meses -sin que se haya publicado ni una sola foto del popular político-, han surgido las dudas sobre la eventual reincorporación a la vida política del ex primer ministro.Tanaka tiene pendiente de apelación, para el próximo otoño, una condena a cinco años de cárcel por haber recibido dos millones de dólares (unos 350 millones de pesetas) como soborno por parte de la firma estadounidense Lockheed, durante su breve mandato como primer ministro de 1972 a 1974.
Popular y respetado
Kakuei Tanaka es, en términos políticos, un shogun en el ocaso, lo cual origina divisiones entre sus fuerzas del Partido Liberal y levanta la veda en la lucha por el puesto de presidente del Partido Liberal Democrático (PLD), que equivale al puesto de primer ministro."No creo que haya elecciones anticipadas", afirma en Tokio Kinji Kawamura, presidente del Foreign Press Center y veterano analista político; el primer ministro, Nakasone, puede llegar al término normal de su segundo mandato, en octubre de 1986, un mandato que, en gran parte, Nakasone debe a la influencia de Tanaka y su grupo.
Yastihiro Nakasone, de 66 años de edad, es un primer ministro con alto índice de popularidad, gracias al desarrollo económico japonés, con un balance para 1984, de un crecimiento anual del 4,7% del PIB; mínima inflación, 2,25%; desempleo casi inexistente (2,6%) y el prestigio de un estadista un tanto a la americana, a quien el presidente Ronald Reagan llama familiarmente Yasu, a pesar de las diferencias en política comercial que enfrentan actualmente a Estados Unidos y Japón.
Nakasone ha sido también el líder japonés del aperturismo hacia China, con todas las implicaciones positivas que ello tiene para la inversión nipona hacia sus enemigos históricos.
"El Gobierno de Japón", añade Kinji Kawamura, "tiene la firme intención de modernizar su defensa". Cuestión prioritaria, y, políticamente muy sensible, que el Gobierno de Nakasone prepara en un plan quinquenal cuyo objetivo -de acuerdo con los deseos de Estados Unidos- debería superar el actual 1% del PIB destinado a la defensa. El asunto promete crear serios debates en la Kokkai Gijido (Cámara de los Diputados) y centrará las futuras elecciones.
En la última contienda electoral, de diciembre de 1983, el Partido Liberal sufrió un revés considerable al perder 35 escaños, pero logró mantener la mayoría mínima de un voto (con 257 escaños), incrementada gracias a una coalición del PLD con los nuevos liberales, que lo apoyan con otros tres escaños.
En la oposición, los socialistas japoneses, con 112 puestos en el Parlamento, junto a comunistas y otros dos partidos minoritarios y conservadores, no inquietan hoy por hoy al Gobierno de Nakasone, ni en términos de votos ni de imposibles alianzas entre cuatro formaciones de tendencias opuestas.
Los liberales, sin embargo, se inquietan cara al futuro. Sobre todo por las tensiones en el interior del PLD, entre los fieles de Tanaka. "La política en Japón es muy estable y conservadora y no hay posibilidades de cambios radicales", concluye Kinji Kawamura.
Los 120 millones de japoneses que viven, en su mayoría, en las zonas litorales de un archipiélago montañoso con una extensión equivalente a las tres cuartas partes del territorio español, tampoco parecen esperar cambios radicales en un país que parece funcionar como una sociedad anónima, en la que cada ciudadano-accionista hace prevalecer el interés común al individual, en una especie de Estado-,empresa.
Los contrastes siguen vivos, entre una sociedad técnicamente superavanzada (como muestra la exposición de Tsukuba, anunciando las tecnologías del siglo XXI) y las viejas matronas que hacen de limpiabotas en las calles de Tokio, donde circulan taxis conducidos por chóferes de guantes blancos que no aceptan propina. Todo ello, en la creencia popular de que la extinción de un gran shogun va siempre acompañada de grandes terremotos, y en un contexto en el que la semidesaparición de la escena política de Kakuei Tanaka provoca ya fuertes temblores dentro del Partido Liberal.
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